Se esta alterando el clima.
Índice
- ¿Se esta alterando el clima?
- Las tormentas no estuvieron circunscritas a Europa
- ¿Qué es el niño?
- comienza con el calentamiento de las aguas
- Nacido del viento y del agua
- como roca en medio de una corriente
- ¿puede predecirse?
- ¿qué está sucediendo con el clima?
- posibles consecuencias del calentamiento global
- Hace falta una solución global
- ¿puede detenerse el daño ecológico?
- ¿Constituye el calentamiento global una amenaza para la salud?
- La desaparición de la capa de ozono... ¿Estamos destruyendo nuestro propio escudo?
- La predicha amenaza
- ¿Qué esperanza hay?
- Aprendiendo a respetar el ozono
- ¿Son venenos los aerosoles?
- ¿Por qué no oímos antes de esto?
- Decidiendo qué hacer
- ¿Afectará los negocios... y mi bolsillo?
- LA TEORÍA DEL AGOTAMIENTO DEL OZONO
- LA LLAMAN “FOTÓLISIS”
- EL OZONO SE CONVIERTE EN OXÍGENO ORDINARIO
- Y A CONTINUACIÓN:
- ¿Qué hay con esos atomizadores de aerosol?
- Un propulsor apropiado
- Los atomizadores de aerosol y el ozono
- Algunos razonamientos en contra
- Si se les proscribiera
- ¿Hay otras posibilidades?
- Aumenta la reducción del ozono
- El mayor agujero de ozono hasta la fecha
- ¿Hay esperanza para la capa de ozono?
- Una mezcla maravillosa
- Nuestra hermosa Tierra... ¿cuánto de ella les dejaremos a nuestros hijos?
- Los SST ponen en peligro el ambiente
- Polución mortífera
- Los rayos venezolanos ayudan a la capa de ozono
- La Antártida, continente amenazado
- La reducción de las plataformas de hielo
- Continente delicado: pise con cuidado
- ¿Quién manda en la Antártida?
- ¿QUÉ ES UNA PLATAFORMA DE HIELO?
- Clima caótico
- Las incertidumbres dan lugar a debates
- ¿Qué se está haciendo?
- El costo del cambio
- El protocolo de Kyoto
- El efecto invernadero:
- Fuerzas reguladoras del clima
- Pueden ayudar los gobiernos?
- CONTAMINACIÓN ACÚSTICA
- LA DEFORESTACIÓN PRODUCE UNA PLAGA DE RATAS
- ¿VÍCTIMAS DE LOS DESECHOS TÓXICOS?
- SUSTANCIAS TÓXICAS
- LA CONTAMINACIÓN DEL AIRE ES MORTÍFERA
- LOS ARRECIFES CORALINOS SE ESTÁN MURIENDO
- ¿SIRVE DE ALGO LA MASCARILLA?
“CUANDO dos ingleses se encuentran, de lo primero que hablan es del tiempo”, dijo en son de broma el famoso escritor Samuel Johnson. En los últimos años, sin embargo, no solo se habla del tiempo para iniciar conversaciones. El asunto se ha convertido en fuente de gran preocupación para personas de todo el mundo. ¿Por qué? Porque las condiciones meteorológicas —que siempre han sido difíciles de pronosticar— parecen cada vez más imprevisibles.
Por ejemplo, durante el verano de 2002, Europa se vio afectada por unas tormentas excepcionalmente intensas que ocasionaron, según ciertas fuentes, “las peores inundaciones de Europa central en más de un siglo”. Veamos las siguientes noticias:
AUSTRIA. “Los fuertes temporales azotaron con particular fuerza las provincias de Salzburgo, Carintia y Tirol. Muchas calles se inundaron de lodo, y había montones de barro y escombros de hasta 15 metros de altura. En Viena, una tormenta eléctrica provocó un accidente ferroviario en la estación Südbahnhof que dejó un saldo de varios heridos.”
REPÚBLICA CHECA. “Aunque ha sido una terrible experiencia para Praga, la tragedia ha sido mucho peor en las provincias. Unas doscientas mil personas han tenido que abandonar sus hogares. Pueblos enteros han quedado sumergidos por las aguas.”
FRANCIA. “Veintitrés muertos, nueve desaparecidos y miles de damnificados [...]. Tres personas murieron fulminadas por rayos durante las tormentas del lunes. [...] Un bombero falleció tras rescatar a una pareja que estaba dentro de un automóvil arrastrado por las aguas.”
ALEMANIA. “Nunca antes en la historia de la República Federal se habían tenido que evacuar pueblos y aldeas al grado que se ha hecho ahora durante esta ‘inundación del siglo’. Miles de ciudadanos han huido de sus poblaciones; la mayoría lo ha hecho como medida preventiva. Algunos fueron rescatados de las inundaciones en el último momento con la ayuda de una barca o un helicóptero.”
RUMANIA. “Desde mediados de julio han fallecido a causa de las tormentas alrededor de una docena de personas.”
RUSIA. “En las costas del mar Negro murieron por lo menos 58 personas [...]. Unos treinta automóviles y autobuses permanecen en el fondo del mar, y no se puede ir en su búsqueda porque se han dado nuevos avisos de tormenta.”
En agosto de 2002, el diario alemán Süddeutsche Zeitung informó: “Las nuevas rachas de aguaceros y tormentas en Asia, Europa y Sudamérica han causado estragos. El miércoles se produjo en Nepal un desprendimiento de tierras que provocó la muerte de por lo menos 50 personas. Un tifón mató a otras ocho en el sur de China y ocasionó fuertes precipitaciones en el centro de la nación. Las inundaciones de China elevaron el nivel de las aguas del río Mekong hasta una altura jamás vista en los últimos treinta años, y más de cien casas del nordeste de Tailandia quedaron sumergidas. [...] En la Argentina se ahogaron por lo menos cinco personas a consecuencia de las lluvias torrenciales. [...] El número de muertos debido a las tormentas ocurridas este verano en China asciende a más de mil”.
Mientras las lluvias asolaban muchas partes del mundo, Estados Unidos experimentaba una grave sequía. Un informe decía lo siguiente: “Existen temores a escala nacional, pues los pozos se están quedando sin agua y algunos ya se han secado; además, el caudal de muchos ríos se ha reducido como nunca antes y se ha producido más del doble de la cantidad normal de incendios arrasadores en esta época del año. En vista de los cultivos y pastos perdidos, la escasez de agua potable, los incendios arrasadores y las tormentas de polvo, los expertos predicen que el impacto económico adverso de la sequía de 2002 ascenderá a miles de millones de dólares”.
Ciertas regiones del norte de África están sufriendo una devastadora sequía desde la década de 1960. Según los informes, “las precipitaciones son entre un 20 y un 49% inferiores a las de la primera mitad del siglo XX, lo que ha producido mucha hambre y un gran número de muertes”.
El fenómeno climático conocido como El Niño —provocado por un calentamiento de las aguas del Pacífico oriental— ocasiona periódicamente inundaciones y otros trastornos climáticos en América del Norte y del Sur. La cadena de noticias CNN informa que El Niño de 1983 y 1984 “provocó más de mil muertes y ocasionó catástrofes climáticas en casi todos los continentes con un saldo total de 10.000 millones de dólares en concepto de daños a la propiedad y pérdida de ganado”. Este fenómeno se ha repetido con regularidad (cada cuatro años aproximadamente) desde que se descubrió en el siglo XIX. Pero algunos expertos opinan que “El Niño ha incrementado su frecuencia” y que “se producirá más a menudo” en el futuro.
Un artículo publicado por la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio, de Estados Unidos) dice en tono tranquilizador: “Casi todos estos fenómenos atmosféricos anómalos que hemos vivido —otoños excepcionalmente cálidos o inviernos particularmente lluviosos— se deben a cambios climáticos regionales que son normales”. Sin embargo, hay indicios de que tal vez exista un problema grave. La organización ecologista Greenpeace predice: “Los fenómenos atmosféricos peligrosos, como huracanes más intensos y lluvias torrenciales, seguirán causando estragos en todo el planeta. Peores sequías e inundaciones cambiarán literalmente la faz de la Tierra, con la consiguiente destrucción de las tierras costeras y de los bosques”. ¿Existe alguna base para tales afirmaciones? En caso de que así sea, ¿a qué se deben estos “fenómenos atmosféricos peligrosos”?
Cuando el Apurímac, río por lo común seco que se halla cerca de Lima (Perú), barrió con todo lo que Carmen poseía, ella se lamentó diciendo: “Muchos están igual, muchos. No soy la única”. Más al norte, las lluvias torrenciales convirtieron temporalmente una sección del desierto costero de Sechura en el segundo lago más grande del Perú, con una extensión de unos 5.000 kilómetros cuadrados. Por todo el globo terrestre, inundaciones sin precedente, ciclones intensos y sequías graves provocaron hambres, enfermedades, incendios forestales y daños a las siembras, la propiedad y el ambiente. ¿Cuál fue la causa? Muchos acusan al fenómeno de El Niño que se originó en la zona ecuatorial del océano Pacífico a finales de 1997 y que se mantuvo activo durante unos ocho meses.
¿Qué es, en realidad, El Niño? ¿Cómo se forma? ¿Por qué son sus efectos tan extensos? ¿Puede predecirse con exactitud su próxima aparición, y así tal vez reducirse los daños a la vida y la propiedad?
“El Niño es, en sentido estricto, solo la corriente de agua cálida que aparece cerca de la costa peruana con una frecuencia de entre dos y siete años”, dice la revista Newsweek. Los marineros de toda esa zona han sabido de dicho calentamiento por más de cien años, y como dichas corrientes cálidas por lo común llegan alrededor de la Navidad, lo llamaron El Niño, en alusión al niño Jesús.
El calentamiento de las aguas cerca de la costa del Perú produce un aumento de las lluvias en esas tierras, el cual hace que los desiertos florezcan y el ganado aumente. Pero cuando las lluvias son fuertes, también provocan inundaciones en la región. Además, el agua caliente de la superficie del mar impide que asciendan las capas de agua fría más bajas que están repletas de nutrientes. En consecuencia, muchas criaturas marinas, e incluso algunas aves, emigran en busca de alimento. De modo que los efectos de El Niño se dejan sentir en otros lugares, muy lejos de la costa peruana.
¿Qué es lo que provoca la inusual elevación de la temperatura oceánica cerca del litoral peruano? Para entenderlo, analicemos primero el gigantesco sistema de circulación atmosférica entre las regiones oriental y occidental del Pacífico tropical, conocido como Circulación de Walker. A medida que el sol calienta la superficie del Pacífico occidental, cerca de Indonesia y Australia, el aire caliente y húmedo asciende, generando un sistema de baja presión cerca de la superficie de las aguas. Ese aire ascendente se enfría y pierde humedad, con las consiguientes lluvias sobre la zona. Los vientos que soplan en las capas superiores de la atmósfera se llevan el aire seco al lado este del Pacífico. En su recorrido se enfría todavía más y se hace más pesado, por lo que empieza a descender al llegar al Perú y al Ecuador, con lo que se crea un sistema de alta presión cerca de la superficie del océano. Entonces, puesto que a bajas altitudes las corrientes de aire conocidas como vientos alisios soplan en dirección contraria, es decir, hacia Indonesia, el círculo se cierra.
¿Cómo afectan los vientos alisios a la temperatura de las aguas tropicales del Pacífico? “Estos vientos normalmente actúan como lo hace la brisa en una pequeña laguna —dice Newsweek—; acumulan el agua caliente en el Pacífico occidental, por lo que allá la superficie del mar es hasta 60 centímetros más elevada y 8 grados Celsius más caliente que, por ejemplo, en las costas del Ecuador.” En el Pacífico oriental, las capas de agua más frías repletas de nutrientes suben a la superficie desde el fondo, con lo que contribuyen a la proliferación de la vida marina. Así, en años normales, es decir, sin El Niño, la temperatura de la superficie marina es más baja en el lado oriental del Pacífico que en el occidental.
¿Qué cambios atmosféricos hacen surgir el fenómeno de El Niño? “Por razones que los científicos aún no comprenden —declara la revista National Geographic—, cada cierto número de años los vientos alisios se calman o incluso desaparecen.” Al debilitarse los vientos, el agua caliente acumulada cerca de Indonesia empieza a regresar al Pacífico oriental, elevando la temperatura de la superficie marina en el Perú y en otros lugares de la región. Este movimiento, a su vez, repercute en el sistema atmosférico. “El calentamiento del lado oriental del océano Pacífico debilita la Circulación de Walker y hace que la zona de convección de las lluvias fuertes se desplace en dirección este desde el extremo occidental hasta la parte central y oriental del Pacífico tropical”, explica una obra de consulta. De este modo, se ven afectados los sistemas climáticos que rigen toda la región ecuatorial del Pacífico.
El Niño también puede alterar los sistemas climáticos de lugares muy alejados de las corrientes de agua del Pacífico tropical. ¿De qué manera? Por su repercusión en el sistema de circulación atmosférica. Los efectos de largo alcance de una perturbación local en la circulación atmosférica pueden compararse a las ondas que se forman a todo lo ancho de un arroyo cuando hay una roca en el centro de la corriente. Las densas nubes de lluvia que se elevan sobre las aguas del cálido océano tropical forman en la atmósfera una obstrucción semejante a la de una roca en una corriente, lo cual afecta al clima de lugares a miles de kilómetros de distancia.
En latitudes más altas, El Niño cobra fuerza y desplaza a las veloces corrientes de aire que viajan hacia el este, conocidas como corrientes de chorro. Estas determinan el curso de la mayoría de los sistemas de tormentas de dichas latitudes. Si las corrientes de chorro se fortalecen y cambian de rumbo, pueden del mismo modo intensificar o disminuir las condiciones climáticas de las estaciones. Por ejemplo, los inviernos de El Niño por lo general son más moderados de lo normal en algunos lugares del norte de Estados Unidos, pero más húmedos y crudos en los estados del sur.
Los efectos de las tormentas individuales pueden deducirse a lo sumo unos cuantos días antes de su formación. ¿Ocurre lo mismo cuando se intenta pronosticar el fenómeno de El Niño? No. Las predicciones de El Niño no se refieren a sucesos climatológicos de corto alcance, sino a condiciones climáticas anormales en extensas regiones durante varios meses seguidos. Y los expertos han logrado cierto éxito al anticipar este fenómeno.
Por ejemplo, los pronósticos de El Niño para 1997 y 1998 se emitieron en mayo de 1997, unos seis meses antes de que se produjera. En la actualidad se hallan esparcidas por el Pacífico tropical 70 boyas fijas que registran las condiciones del viento a nivel de superficie y las temperaturas oceánicas hasta una profundidad de 500 metros. Al introducirse en modelos computarizados del clima, esos datos generan las predicciones climatológicas.
Las advertencias tempranas de El Niño pueden lograr que la gente se prepare para los cambios que se esperan. En el Perú, por ejemplo, dichos pronósticos han impulsado desde 1983 a muchos granjeros a criar ganado y sembrar cultivos adecuados a las condiciones más húmedas, mientras que los pescadores, en lugar de peces, recogen los camarones que llegan con las aguas más cálidas. De modo que los pronósticos exactos y la preparación pueden reducir las pérdidas humanas y económicas producidas por El Niño.
“Las catastróficas inundaciones y las fuertes tormentas que estamos experimentando se harán cada vez más frecuentes.”—Thomas Loster, especialista en riesgos climáticos.
¿SE ESTÁ alterando realmente el clima? Muchos temen que sí. El doctor Peter Werner, especialista en meteorología del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto del Clima, dice: “Cuando observamos el clima mundial —los extremos en precipitaciones, inundaciones, sequías y tormentas— y notamos su evolución, podemos decir con razón que dichos extremos se han cuadruplicado en los últimos cincuenta años”.
Un buen número de personas piensan que los fenómenos atmosféricos anómalos son prueba de un calentamiento global, es decir, de que el llamado efecto invernadero está haciendo estragos. La Agencia para la Protección Medioambiental, de Estados Unidos, explica: “El efecto invernadero es el aumento de temperatura que experimenta la Tierra porque ciertos gases de la atmósfera (vapor de agua, dióxido de carbono, óxido nitroso y metano, por ejemplo) retienen la energía del Sol. Sin tales gases, el calor volvería al espacio y la temperatura promedio de la Tierra descendería unos 33 °C”.
Sin embargo, numerosas personas afirman que el hombre ha alterado este proceso natural sin darse cuenta. Un artículo de Earth Observatory, publicación digital de la NASA, señala: “Por décadas, las fábricas y los automóviles han lanzado a la atmósfera miles de millones de toneladas de gases de efecto invernadero [...]. Muchos científicos temen que la mayor concentración de gases de efecto invernadero ha impedido que salgan de la Tierra otras radiaciones térmicas. En esencia, estos gases retienen el exceso de calor dentro de la atmósfera terrestre de modo muy parecido a como el parabrisas de un auto retiene la energía solar que entra en él”.
Los escépticos afirman que tan solo un pequeño porcentaje de las emisiones de gases de efecto invernadero son producidas por el hombre. Sin embargo, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), grupo de investigadores patrocinado por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, informa: “Cada vez hay más pruebas, y más contundentes, de que la mayor parte del calentamiento que se ha observado durante los últimos cincuenta años es atribuible a actividades humanas”.
El climatólogo Pieter Tans, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, dice: “Si tuviera que cuantificarlo con una cifra, yo diría que el 60% es culpa nuestra. [...] El restante 40% se debe a causas naturales”.
¿Cuál ha sido, pues, el patente resultado de la acumulación de los gases de efecto invernadero que produce el hombre? Casi todos los científicos concuerdan en que la Tierra se ha calentado. ¿Ha sido muy drástica esta subida de temperaturas? Según el informe del IPCC para el año 2001, “las temperaturas de la superficie del globo han aumentado entre 0,4 y 0,8 °C desde finales del siglo XIX”. Muchos investigadores creen que este leve aumento pudiera ser la explicación de las serias alteraciones climáticas que experimentamos.
Hay que admitir que el sistema meteorológico terrestre es sumamente complejo, y los científicos no pueden decir con certeza cuáles son los efectos —si los hay— del calentamiento global. No obstante, muchos creen que debido a dicho calentamiento se ha producido un aumento en las precipitaciones en el hemisferio norte, grandes sequías en Asia y África, y un incremento en la frecuencia del fenómeno El Niño en el Pacífico.
Dado que muchos consideran que el problema lo ha causado el hombre, ¿no puede este solucionarlo? Varias comunidades ya han promulgado leyes para limitar las emisiones contaminantes de automóviles y fábricas. Sin embargo, estas medidas, aunque encomiables, han tenido muy poca repercusión. Como la contaminación es un problema global, la solución también tiene que ser global. En 1992 se celebró la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro (Brasil). Diez años después, en 2002, tuvo lugar en Johannesburgo (Sudáfrica) la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible, a la que asistieron unos cuarenta mil representantes, entre ellos un centenar de mandatarios.
Tales conferencias han contribuido mucho a que exista un consenso general entre los científicos. El periódico alemán Der Tagesspiegel explica: “Mientras que entonces [en 1992] la mayoría de los científicos tenían sus dudas respecto al efecto invernadero, hoy día casi nadie lo cuestiona”. Aun así, el ministro de Medio Ambiente de Alemania, Jürgen Trittin, nos recuerda que todavía no se ha encontrado la verdadera solución del problema. “De modo que Johannesburgo no debe ser solo una cumbre de palabras —subrayó—, sino también de acciones.”
El calentamiento global es tan solo uno de los muchos problemas ecológicos que se le plantean a la humanidad. Pero es mucho más fácil hablar de resolver el asunto que lograrlo. “Ahora que finalmente nos hemos dado cuenta del terrible daño que hemos ocasionado al medio ambiente —escribe la etóloga británica Jane Goodall—, estamos extremando nuestro ingenio para hallar soluciones tecnológicas.” Pero al mismo tiempo advierte: “La tecnología por sí sola no basta. También tenemos que poner el corazón”.
Volvamos al problema del calentamiento global. Las medidas anticontaminantes son costosas, y, normalmente, las naciones más pobres no pueden sufragarlas. Algunos expertos temen que, en vista de las restricciones en el consumo de energía, las industrias decidan trasladarse a los países pobres buscando una mayor rentabilidad. Por tanto, incluso los líderes con mejores intenciones se encuentran en un aprieto, pues si protegen los intereses económicos de sus respectivas naciones, sufre el medio ambiente, y si abogan por la protección del medio ambiente, ponen en peligro la economía.
Por ello, Severn Cullis-Suzuki, del panel asesor de la Cumbre Mundial, afirma que si queremos que cambie la situación, todos tenemos que poner de nuestra parte. “Los verdaderos cambios medioambientales los lograremos nosotros —dice ella—. No podemos depender de nuestros líderes políticos. Tenemos que ver con claridad cuáles son nuestras responsabilidades y cómo podemos lograr que se produzca el cambio.”
Es razonable esperar que los seres humanos respeten el medio ambiente. Pero no resulta fácil conseguir que efectúen los cambios necesarios en su vida. Para ilustrarlo: casi todo el mundo reconoce que los automóviles contribuyen al calentamiento global. Por eso, puede que alguien desee utilizar menos su vehículo o prescindir por completo de él. Pero tal proceder no es fácil. Como señaló recientemente Wolfgang Sachs, del Instituto de Wuppertal para el Clima, el Medio Ambiente y la Energía, “todos los lugares que desempeñan un papel importante en la vida cotidiana (el lugar de empleo, el jardín de infancia, la escuela o el centro comercial) quedan tan lejos que uno no puede arreglárselas sin auto. [...] La cuestión no es si uno quiere tener un auto o no. La mayoría no tiene otra alternativa”.
Algunos científicos, como el profesor Robert Dickinson, de la Escuela de Ciencias Atmosféricas y de la Tierra del Instituto de Tecnología de Georgia, temen que tal vez ya sea demasiado tarde para salvar el planeta de las consecuencias del calentamiento global. Dickinson opina que aunque la contaminación cesara hoy mismo, los efectos de los abusos perpetrados en el pasado contra la atmósfera perdurarían durante por lo menos otros cien años.
Un artículo de la revista Investigación y Ciencia analizó esta interesante cuestión. Predijo que el calentamiento global incrementará “la aparición y distribución de atentados graves contra la salud”. Por ejemplo, “se prevé que en ciertos lugares el número de muertes asociadas a las olas de calor se duplique de aquí al año 2020”.
Menos obvia es la repercusión del calentamiento global en la proliferación de enfermedades infecciosas. “Las enfermedades causadas por mosquitos figuran entre las que adquirirán creciente prevalecía” ya que los mosquitos “se multiplican mejor y [pican] con mayor frecuencia cuanto más caliente está el aire. [...] Al abarcar el calentamiento zonas extensas, los mosquitos podrían colonizar territorios antaño prohibidos, portando allí la enfermedad”.
Finalmente están los efectos de las inundaciones y las sequías, que en la mayoría de los casos contribuyen a que se contaminen los suministros de agua. Es evidente que la amenaza del calentamiento global merece tomarse en serio.
Figúrese que usted tuviera que caminar todos los días bajo una lluvia ardiente y mortífera. Su única protección es un paraguas, uno que ha sido diseñado a la perfección para repeler las gotas de esa lluvia letal. ¿Puede imaginarse lo inapreciable que sería ese paraguas para usted? ¿Se da cuenta de la terrible locura que supondría estropearlo, quizás hasta el punto de hacerle agujeros? Y, sin embargo, la humanidad se encuentra en una situación similar a escala global.
NUESTRO planeta se ve sometido a una constante lluvia de rayos solares. Aunque la mayoría de esos rayos son beneficiosos, pues traen luz y calor a nuestro mundo, un pequeño porcentaje de ellos son realmente letales. Se les llama rayos ultravioletas B, y si todos ellos llegasen a la superficie de la Tierra, causarían la muerte de toda cosa viva. Por fortuna, nuestro planeta fue diseñado con un “paraguas” que actúa a modo de escudo y nos protege de dichas radiaciones, un paraguas llamado “capa de ozono”. Pero, lamentablemente, el hombre está destruyendo este paraguas.
¿Qué es la capa de ozono? ¿Cómo actúa, y cómo la estamos destruyendo? Pues bien, el ozono es una variedad inestable de oxígeno. Consta de tres átomos de oxígeno (O3) en lugar de los dos usuales (O2). El ozono se encuentra en estado natural en la estratosfera, donde absorbe las peligrosas radiaciones ultravioletas B mientras que deja que pase la luz, necesaria y al mismo tiempo, inocua. Además, aunque el ozono se descompone fácilmente por la acción de otros gases, los rayos del Sol constantemente crean en la estratosfera más ozono. De modo que es un escudo que se autorrepara. ¡Qué diseño tan perfecto!
Los problemas se presentan cuando el hombre empieza a inyectar sus propios gases industriales dentro de este delicado sistema. Entonces, el ozono se destruye más deprisa de lo que los rayos solares pueden producirlo. En 1974 los científicos empezaron a sospechar que los CFC (clorofluorocarbonos) son gases que destruyen el ozono. Y, no obstante, hay CFC por todas partes. Se utilizan para fabricar todo tipo de productos de espuma de plástico: desde el aislante de espuma utilizado en el ramo de la construcción hasta los vasos y envases para la llamada “comida rápida”. Se utilizan como gas impulsor para los espráis de aerosol, como refrigerantes en los aparatos de aire acondicionado y frigoríficos y como disolventes para limpiar equipo electrónico.
Un científico que informó del peligro recordó: “No hubo ningún momento en el que gritase: ‘¡Eureka!’. Simplemente fui a casa una noche y le dije a mi mujer: ‘El trabajo va muy bien, pero parece que será el fin del mundo’”. Desde que en 1930 se inventaran los CFC, muchos los han alabado por carecer de toxicidad y ser sobresalientemente estables. ¿Estaban equivocados?
No, por lo visto estaban demasiado en lo cierto. Precisamente por ser tan estables, su destructividad persiste. Cuando los CFC se escapan de los aparatos de aire acondicionado desechados y de los vasos de espuma de plástico aplastados, son arrastrados lentamente hacia la estratosfera. Allí, al ser bombardeados por los rayos ultravioletas, finalmente se descomponen y liberan un verdadero asesino del ozono: el cloro. Sus moléculas danzan un letal minué con las frágiles moléculas de ozono, a las que destruyen y de las que luego se alejan intactas, dando vueltas hasta encontrar otra desafortunada pareja de baile. Una molécula de cloro puede danzar de este modo por más de un siglo, eliminando unas cien mil moléculas de ozono.
Alarmados, algunos científicos levantaron gritos de protesta contra el principal uso que se da a los CFC: gas impulsor para los espráis de aerosol. Para 1978, Canadá, Suecia y Estados Unidos ya habían prohibido el uso de CFC en los aerosoles, pero pocos países más siguieron su ejemplo. Aún peor, se descubrieron más usos para estos resistentes productos químicos, de modo que su producción siguió aumentando en gran manera. Estados Unidos todavía consume una cuarta parte de la producción anual del mundo.
Respaldados por réplicas de la atmósfera terrestre hechas por ordenador, hubo científicos que siguieron advirtiendo que la contaminación química reduciría gradualmente la capa de ozono, lo que permitiría que más y más radiaciones ultravioletas B atravesaran la atmósfera. Las industrias y los gobiernos desdeñaron las afirmaciones de los científicos: calificaron de insustancial la evidencia que presentaban y dijeron que sus conclusiones no estaban demostradas.
La revista Discover llamó a esta controversia la “guerra del ozono”, e indicó que por años los investigadores habían “considerado esta cuestión como un gigantesco experimento global: anualmente la humanidad arroja otro millón de toneladas de CFC a la atmósfera y espera para ver qué sucede”. Lo que sucedió sorprendió a todos.
En lugar de irse reduciendo poco a poco y en pequeñas proporciones por todo el globo, como todas las réplicas hechas por ordenador habían predicho, la capa de ozono disminuyó radicalmente en el polo Sur. En octubre de 1984 un equipo británico de científicos instalado en la Antártida descubrió que sobre aquella zona la capa de ozono había sufrido pérdidas de aproximadamente un cuarenta por ciento, de modo que se había formado el ahora famoso “agujero de ozono”. Al principio, otros científicos veían el hallazgo con incredulidad. El equipo británico no era muy conocido. Además, otros instrumentos atmosféricos no habían registrado ninguna disminución espectacular en la capa de ozono antártica.
Sin embargo, resultó que los ordenadores que recibían los datos enviados por los satélites habían sido programados para considerar errónea y rechazar cualquier disminución en la capa de ozono superior al 30%. Los instrumentos habían medido el agujero de ozono por años, pero descartaban los datos.
Los científicos tuvieron sus escaramuzas durante un tiempo en cuanto a cuál había sido la causa de la aparición de este agujero. Pero mediante aviones especialmente equipados con un complejo instrumental, se realizaron vuelos dentro del propio agujero de ozono y se identificó al verdadero culpable: el cloro procedente de productos químicos artificiales. Muy por encima del polo Sur hay un enorme vórtice de nubes compuestas de minúsculas partículas de hielo; estas ofrecen al cloro millones de pequeñísimas superficies sobre las que efectuar aún más deprisa su danza letal con el ozono.
Posteriormente, parece que los científicos han encontrado un agujero similar sobre el polo Norte. Ambos agujeros son un fenómeno cíclico que aparece todos los años en cierta época y luego se vuelve a rellenar de ozono. El que está sobre el polo Sur es casi tan grande como Estados Unidos; el que se encuentra sobre el polo Norte es aproximadamente del tamaño de Groenlandia.
¿Cómo le afectan a usted estos agujeros de ozono? Han pasado sobre partes del norte de Europa y han amenazado el extremo sur de Sudamérica, pero uno no necesita estar debajo de un agujero de ozono para que le afecte. Algunos científicos temen que los agujeros estén produciendo un aire pobre en ozono que se está esparciendo por los dos hemisferios. En realidad, la capa de ozono que hay sobre las partes más populosas del hemisferio norte ya ha sufrido pérdidas de entre el 3 y el 7% en los últimos diecisiete años. Anteriormente, los científicos pensaban que se necesitaría un siglo para que el ozono disminuyese en un 3%.
Los efectos del consiguiente incremento de radiaciones ultravioletas B que llegan a la superficie de la Tierra serán de largo alcance. Estos rayos causan cáncer de piel en el ser humano. También dañan el sistema inmunológico del hombre y provocan la aparición de cataratas. La revista Science News calcula que la creciente cantidad de rayos ultravioletas B “matará a tres millones de personas que están vivas hoy o que nacerán antes del año 2075”.
El científico atmosférico doctor Michael Oppenheimer lo expresa con estas palabras: “Estos cambios van a afectar a todo ser humano y a todo ecosistema sobre la faz de la Tierra, y solo tenemos un ligero vislumbre de qué cambios serán”. Una cantidad superior de radiación ultravioleta B destruirá el diminuto krill y otros tipos de plancton que viven en las capas superficiales de los océanos, y así se romperá la cadena alimentaria oceánica. Destrucción en masa de la vida vegetal, pérdidas de cosechas y hasta cambios globales en los vientos y el clima pudieran ser el resultado de la disminución de la capa de ozono. Si alguna de estas amenazas se materializase en las próximas décadas, ciertamente significaría grandes problemas para el hombre y su mundo.
En septiembre de 1987, unas veinticuatro naciones firmaron un acuerdo llamado el protocolo de Montreal. Este exige que las naciones más desarrolladas congelen el uso y la producción de CFC a los niveles de 1986 y además que para el año 1999 reduzcan a la mitad su producción actual. A las naciones en vías de desarrollo se les ha dado un margen de tolerancia, pues se considera que los CFC son decisivos para la modernización.
El acuerdo, que se celebro entro en vigor en 1989 es ratificado por un mínimo de once naciones, ha sido elogiado como un “hito”. Un político estadounidense dijo alborozado: “Por primera vez, las naciones del mundo han concordado en cooperar en un problema del medio ambiente antes de que los efectos dañinos estén muy extendidos”.
Sin embargo, no todos se sentían tan jubilosos. Algunos científicos estaban preocupados por el hecho de que solo dos semanas después de firmar el acuerdo de Montreal, saliese a la luz la prueba más concluyente de que los CFC eran la causa del agujero de ozono. A los que firmaron el acuerdo hasta se les dijo que no tomaran en consideración en sus deliberaciones los agujeros de ozono. Un experto en la materia dijo: “Si los negociadores de Montreal hubiesen tenido delante estos descubrimientos, habrían llegado al acuerdo de eliminar totalmente los CFC”.
Pero lo peor es que los CFC que en la actualidad ascienden a través de la troposfera tardarán de siete a diez años en llegar a la estratosfera. Esto significa que para entonces, a pesar de los acuerdos, los niveles de CFC que hay en la estratosfera se duplicarán. Como se informó en el periódico The German Tribune: “Aunque se impusiese una prohibición inmediata, la atmósfera tardaría ochenta años en volver al estado en que se encontraba en la década de los veinte”.
Mientras tanto, importantes compañías químicas están trabajando arduamente a fin de encontrar sustitutos para los CFC. Algunas ya han conseguido resultados prometedores. Pero probar esas sustancias y decidir cómo producirlas toma tiempo. “Las necesitamos ahora, no mañana —pide con insistencia Joe Farman, el científico que descubrió el agujero de ozono antártico—. Estamos liberando CFC en la atmósfera cinco veces más deprisa de lo que son capaces de eliminarlos los procesos naturales.” Sin embargo, existen buenas razones para no apresurarse a lanzar al mercado cualquier sustancia sustituta. “Nadie quiere verse mezclado con un producto que estará en la cocina de todos para luego descubrir que es tóxico”, dice el director del medio ambiente de una compañía de productos químicos.
De modo que aunque existen esperanzas de solución, los científicos están preocupados. Han aprendido que la atmósfera terrestre es un mecanismo enormemente complejo y delicado que responde a la contaminación humana de modo súbito e imprevisible.
El doctor Oppenheimer resume la situación de la siguiente manera: “Estamos volando a ciegas hacia un futuro sumamente incierto”. El ofrecer soluciones superficiales a una crisis tan grave solo consigue provocar risas. Cuando un funcionario estadounidense recomendó una campaña de “protección personal” consistente en llevar sombrero y gafas de sol, los críticos le preguntaron cómo poner sombreros a las semillas de soja o gafas de sol a los animales silvestres.
EN DICIEMBRE, el mundo observó con especial interés —y tal vez alivio— que los Estados Unidos detenían su fabricación de un familiar artículo doméstico: el atomizador de aerosol de fluoruro de carbono a fluorocarburo. La muy esperada proscripción fue la respuesta del gobierno a los científicos que advierten de posibles cambios climáticas y aumento de cáncer cutáneo en cada continente.
“¿Qué?” quizás pregunte el lector. “¿Puede mi pequeño atomizador verdaderamente dañar el mundo?”
Quizás sí o quizás no. Pero si su atomizador de aerosol usa un gas fluorocarburo como agente propulsor, tres agencias gubernamentales de los Estados Unidos creen que el peligro es demasiado grande para correr el riesgo. Unidamente, la Agencia para la Protección del Ambiente, la Administración de Alimento y Drogas (FDA) y la Comisión de Seguridad de Productos para el Consumidor pondrán en vigor un nuevo reglamento. Después del 15 de diciembre de 1978 ninguna compañía puede usar agentes propulsores de fluorocarburo en productos que no sean esenciales. ¿Por qué? “Porque los fluorocarburos quizás agoten el ozono estratosférico, lo cual podría producir un aumento de cáncer cutáneo, cambios climáticos y otros efectos adversos,” dice el reglamento final.
Detrás de este reglamento está el relato de cómo el hombre aprendió a respetar ese escudo protector que está allá arriba... la tenue capa de oxígeno modificado llamado ozono. Declarado sencillamente, el hombre ve el ozono como el filtro de la Tierra contra la radiación dañina procedente del Sol. Si se destruye el filtro se destruye la vida en la Tierra.
Hablando en general, los gases fluorocarburos son sorprendentemente seguros y no venenosos. Se resisten a unirse químicamente con el alimento, el agua o los tejidos del cuerpo. Pero, debido a que los fluorocarburos no reaccionan con ninguna de las cosas que se encuentran en la atmósfera que no rodea permanecen por largo tiempo. Irónicamente, esta propiedad que hace que este gas propulsor sea tan inofensivo en la superficie de la Tierra le permite persistir y por fin llegar a un lugar donde puede perjudicar al hombre.
En la atmósfera superior, señalan muchos científicos, los rayos de luz solar cargados de energía bien pueden reaccionar con los fluorocarburos y desprender átomos libres de cloro. El cloro, a su vez, puede cambiar el ozono en oxígeno común, y el cloro libre puede usarse vez tras vez casi interminablemente. Se convierte en un agente catalítico... un instrumento en la reacción química que descompone el ozono. Ahí está el peligro potencial.
El tiempo es un gran factor en esta teoría. Se cree que los fluorocarburos pueden demorar de 10 a 15 años en llegar a la estratosfera. Y quizás se requiera un siglo o más para que el ozono se recupere del daño que ya se ha hecho. La amenaza, si es real, es a las generaciones futuras.
La capa natural de ozono a una altura de 16 a 48 kilómetros sobre nosotros filtra parte de los rayos térmicos solares, la luz “infrarroja.” Un exceso de rayos térmicos del Sol podría causar drásticos cambios meteorológicos en la Tierra. De más importancia aún, la capa de ozono también nos escuda de la mayor parte de la luz ultravioleta del Sol. La amigable luz ultravioleta que penetra en la luz solar normal nos da a muchos de nosotros la vitamina D y el bronceado de tez. Pero el exponerse en demasía a los rayos aumenta el peligro del cáncer cutánea, incluso el raro y a menudo fatal melanoma. Algunos expertos en cánceres esperan 2 por ciento más de cáncer por cada uno por ciento menos de ozono. Y si los rayos más intensos mataran pequeñas plantas generadoras de oxígeno que van a la deriva en el océano, las “cadenas de nutrición” oceánicas serían perjudicadas. En verdad la capa de ozono es una protección que la humanidad no puede darse el lujo de desatender.
Los fluorocarburos no tóxicos fueron sintetizados en los años treinta y recibieron el nombre de fábrica de freón y nadie arqueó las cejas sino hasta junio de 1974. Entonces los científicos F. Sherwood Rowland y Mario S. Molina de la Universidad de California dieron la alarma. Otros habían ideado descripciones matemáticas (“modelos”) de cómo el gas se propaga a través del aire. Pero Rowland y Molina mostraron cómo los fluorocarburos en el cielo podían alterar la calidad de la vida en la Tierra. Pronto la Universidad de Michigan, la Universidad de Harvard y el Centro Nacional para la Investigación de la Atmósfera, usando modelos semejantes, llegaron a la misma conclusión.
De modo que usted no es el único que solo llegó a oír hace poco de la amenaza ambiental al ozono. Es nuevo para todos. De súbito, a mediados de los años setenta el hombre aprendió a respetar el ozono.
Ahora vino el problema angustioso. “¿Debemos de cerrar una industria floreciente debido a una amenaza teórica, aunque alarmante?” Sería difícil hallar un sustituto para el uso original del freón como sustancia refrigerante. Pero cada año aproximadamente 227 millones de kilos del freón producido por los EE. UU. se usaban en atomizadores. Noventa por ciento de los atomizadores eran productos personales como cosméticos, desodorantes y atomizadores para el cabello... que estaban creciendo en popularidad por todas partes. Y Estados Unidos, que producía la mitad de los fluorocarburos del mundo, duplicaba su producción cada seis años.
Debido al escaso conocimiento que el hombre tiene de las corrientes de aire y de la fotoquímica en la atmósfera superior, es difícil decir precisamente con cuánta exactitud predicen los modelos el agotamiento del ozono. Pero si lo que dicen siquiera se acerca a ser acertado, hay grave riesgo, y era preciso afrontar esa posibilidad. Se pusieron en uso nuevas técnicas para analizar la capa de ozono. Las medidas de ozono por medio de satélites y cohetes suplementaron el método más antiguo de “Umkehr” de comparar dos longitudes de ondas de la luz solar. Los científicos tenían que interpretar los resultados. ¿Hay menos ozono ahora, y corresponde esto con las cantidades de fluorocarburos liberadas?
Los primeros modelos de cómo los fluorocarburos afectaban el ozono eran unidimensionales. Es decir, describían en forma matemática lo que sucede cuando el gas se eleva verticalmente en la estratosfera. La objeción a esto es que vivimos en un mundo tridimensional. Soplan los vientos, surgen las tormentas de verano e invierno, y no hay gas que se eleve en línea recta. Además, la capa de ozono natural se forma desigualmente: más en el verano y en mayor abundancia hacia el ecuador soleado. Alejándose uniformemente del ecuador, el ozono forma una manta cada vez más densa a medida que se acerca a los polos. Por eso, se sugirieron modelos bi- y tridimensionales que tomaran en cuenta la temporada y la latitud.
Gradualmente, a medida que comenzaron a llegar los resultados, las agencias gubernamentales se dieron cuenta de que tenían que obrar. La tira cómica de un periódico mostró a dos criaturas extraterrestres en una nave espacial. “Nuestros instrumentos deben andar mal,” le decía una a la otra. “Muestran que con desodorantes están destruyendo su ozono.” La teoría no se ha “probado” conclusivamente. Pero el riesgo parecía demasiado grande para continuar esperando. Estados Unidos ha puesto fin a su uso principal de fluorocarburos como agentes propulsores de atomizadores.
Al anunciar la FDA la proscripción, el Federal Register dijo:
“La agencia ha obrado porque los mejores cálculos que la comunidad científica ha hecho después de un examen cuidadoso muestran que la liberación de los clorofluorocarburos resulta en la reducción del ozono estratosférico, que las consecuencias finales del agotamiento del ozono a los niveles calculados no son aceptables en el buen juicio de la agencia, y que es indefinido cuándo las restantes cuestiones científicas se resolverán de manera conclusiva.”
Algunos negocios serán perjudicados. Según un cálculo se perderán 1.700 trabajos durante el período de 18 meses en que éstos se eliminarán progresivamente. En 1975, seis compañías producían fluorocarburos en 15 centrales de los Estados Unidos. Las compañías que producen el relleno de los aerosoles recibirán la mayor parte del impacto de la proscripción. Las compañías afiliadas con las empresas de cosméticos quizás puedan cambiar bastante fácilmente a propulsores de anhídrido carbónico y de hidrocarburos. Las empresas más pequeñas quizás tengan que cerrar. Estas operan a base de contratos y quizás no tengan los fondos para cambiar a otros agentes propulsores.
Las buenas nuevas para su bolsillo son que posiblemente estén en perspectiva sustitutos más seguros y más baratos. Por algún tiempo los consumidores han estado buscando productos que no vengan en forma de atomizador. Los que hacen, empacan y venden cosméticos y artículos de tocador han introducido productos en barritas y atomizadores que se impulsan con los dedos, por lo general a menor costo para los usuarios.
Además, es interesante que gases más seguros para el ambiente como el anhídrido carbónico y los hidrocarburos que se usan como agentes propulsores son más baratos. En 1977 la FDA calculó que el cambio a estos sustitutos resultaría en un ahorro anual de 58 a 240 millones de dólares para el consumidor. El tiempo dirá cuánto de esto llegará a sus bolsillos.
Pero, de mucha más importancia que cualquier consideración económica es el peligro de la catástrofe gradual a la humanidad y a todo lo que vive en la Tierra. La destrucción de nuestro filtro natural contra los peligrosos rayos solares ciertamente estaría entre los más grandes errores que el hombre ha cometido al ir en pos de la tecnología. ¡Y qué lamentable sería darse cuenta de que ya se ha hecho daño irreparable, y que estamos impotentes para prevenir las consecuencias! El consenso es que el hombre ha aprendido a respetar el ozono a tiempo. Algún día, al reflexionar, quizás nos demos cuenta de que apenas escapamos.
(EN EL SISTEMA ABREVIADO DEL QUÍMICO)
Los científicos calculan que es solo ahora que los fluorocarburos —o, más correctamente, clorofluorocarburos— que fueron expulsados de un atomizador hace tanto como 10 ó 15 años están llegando a la estratosfera.
En altitudes superiores a 25 kilómetros la luz solar tiene suficiente energía para desprender cloro de los fluorocarburos. A esto los científicos llaman “fotólisis,” es decir, la descomposición de sustancias químicas por ondas electromagnéticas (como la luz). Para ver cómo esto funciona, suponga que hace un decenio usted usó un desodorante con el agente propulsor freón 11 (CCl3F). En el sistema abreviado de escribir de los químicos esto es lo que puede estar sucediéndole a ese freón en el cielo:
hv + CCl3F → CCl2F + Cl
Aquí hv es un fotón, un paquetito de energía lumínica. Al chocar contra una molécula errante del freón 11 que usted ha olvidado desde hace mucho, produce (mostrado por la flecha) una molécula más pequeña más un átomo libre de cloro (Cl). ¿Qué sucede entonces?
Los átomos de cloro descomponen las moléculas de ozono desprendiéndoles uno de sus tres átomos de oxígeno. El químico lo escribe de esta manera:
Cl + O3 → ClO + O2
Aquí Cl es un CLORO libre, O3 es el ozono y O2 es el oxígeno ordinario. Pero el óxido de cloro (ClO) remanente no perdura. Se encuentra con átomos de oxígeno aislados, O, que abundan muchísimo allá arriba.
ClO + O → Cl + O2
Note, si sigue las flechas, que de nuevo obtenemos oxígeno ordinario (O2). Pero el cloro (Cl) queda libre para encontrar su próxima víctima O3. Esto es lo que hace del cloro libre un catalizador. Sigue haciendo esto vez tras vez antes de hallar alguna sustancia química rara allá arriba que lo retire de circulación. Así, según la teoría, un poco de aerosol puede agotar una gran cantidad de ozono.
¿SE HA preguntado usted cómo puede salir tanta espuma de afeitar de esos pequeños envases de aerosol? ¡No parecen tener fondo! ¿Pero sabe usted que en realidad no hay espuma alguna en el interior del recipiente?
¿Que cómo es eso posible? Bueno, lo veremos en un momento. Pero por ahora digamos que hay mucho más envuelto en un “envase atomizador” común de lo que salta a la vista.
Estos convenientes y útiles artefactos de aerosol se basan en una tecnología muy refinada. La clave de su buen éxito está en el gas “propulsor” o “propulsante” que se usa para impulsar el producto al exterior del recipiente. Este es importante debido a que tiene que satisfacer varios requisitos especiales a la vez.
El aire comprimido o la mayoría de los gases no efectuarían el trabajo de manera apropiada. El propulsor ideal no debe ser ni venenoso ni inflamable. No debe afectar la calidad, olor o gusto del producto. Tampoco debe corroer el mecanismo del atomizador. Tiene que ser lo suficientemente adaptable como para permitir la cantidad exacta de humedad o sequedad deseadas y también permitir la fina vaporización del producto. Tiene que poder proveer una amplia variedad de presiones a fin de armonizar con la densidad de los diferentes productos. Y debe mantener la presión necesaria hasta la misma última gota.
Es obvio que pocas sustancias conocidas satisfacen todos estos requisitos. Los gases llamados hidrocarburos, como el propano y el butano, satisfacen la mayoría de éstos, pero también son algo olorosos y muy inflamables. Así es que, después de mucha experimentación, se halló que los gases de fluoruros de carbono eran los que mejor satisfacían los requisitos.
A una presión relativamente baja estos gases se convierten en un líquido que se mezcla fácilmente con muchos productos sin afectar la calidad de éstos. Y se pueden usar diversos tipos de fluoruros de carbono ya sean solos o en una mezcla para proveer las propiedades y presiones que se necesitan para cada aplicación individual.
Una ilustración de la adaptabilidad de los fluoruros de carbono es la espuma de afeitar. Como se hizo notar antes, no hay espuma alguna en el interior del envase, sino, más bien, una mezcla a presión del propulsor de fluoruro de carbono líquido y el producto fluido. A medida que esta mezcla líquida llega a la boquilla y de súbito se le quita la presión, el propulsor se evaporiza instantáneamente y forma miles de pequeñas burbujas en el interior del producto que usted ve como espuma.
Así es que, por medio de apretar un botón, usted ya puede limpiar en seco a su perro, aplicarse un vendaje rociado, hacer entremeses instantáneos o hasta intentar protegerse del ataque de los tiburones. De hecho, se dice que en la actualidad más de 300 diferentes tipos de productos se envasan en atomizadores de aerosol, y se afirma que casi cualquier producto se puede “aerosolizar” si se desea.
Es tan grande la adaptabilidad de los fluoruros de carbono que llegaron a usarse como propulsores en más de la mitad de todos los atomizadores de aerosol, mientras que en el resto principalmente se usan hidrocarburos y en unos cuantos otros gases comprimidos. El hecho de que los inflamables hidrocarburos sirven de propulsor en un alto por ciento de atomizadores de aerosol a menudo es la razón de advertencias en los recipientes como: “¡USE SOLO CON VENTILACIÓN APROPIADA!” “¡NO USE CERCA DEL FUEGO!”
Debe notarse que éstas y otras advertencias como “¡MANTÉNGALO ALEJADO DEL CALOR!” “¡NO LO ALMACENE A LA LUZ DIRECTA DEL SOL!” “¡NO PERFORE NI INCINERE EL ENVASE!” pueden tener que ver con el tipo de propulsor en algunos casos y en otros no. Cualquier atomizador de aerosol puede estallar si se le deja cerca del fuego o dentro de un automóvil expuesto a la caliente luz solar.
Aunque no hay legislación uniforme mundial acerca de la seguridad de los atomizadores de aerosol, la mayoría de los recipientes se prueban a altas temperaturas y presiones, a fin de garantizar relativa seguridad. De hecho, ¡a la temperatura normal de una habitación puede haber menos presión en el interior de un envase de aerosol que en muchos recipientes de bebidas no alcohólicas!
Sin embargo, a pesar de todas sus virtudes, la popularidad de los gases de fluoruros de carbono como propulsores ha sido estropeada en años recientes por una cuestión científica que aún es controversial.
Se dice que existe posible daño cada vez que usted aprieta el botón de un atomizador de aerosol. El culpable no es el artefacto mismo ni el producto en él, sino los propulsores de fluoruros de carbono que hacen que los atomizadores funcionen tan bien. Se dice que la acumulación de estos gases en los últimos 30 años está afectando la “capa de ozono” de la estratosfera.
El ozono es una forma muy activa del oxígeno que es producida en nuestra atmósfera por la acción de la radiación ultravioleta (uv) sobre el oxígeno atmosférico. El ozono aparece en cantidades apreciables a alturas aproximadas de entre 10 y 50 kilómetros sobre la Tierra, y alcanza sus concentraciones máximas entre los 20 y 25 kilómetros de altura. Esta capa creada por la radiación actúa como un escudo contra la mayor parte de la dañina radiación uv del Sol. Se culpa a los aumentos en esta radiación de ocasionar un mayor número de cánceres cutáneos.
Se dice que las vastas cantidades de gases de fluoruros de carbono liberados en el transcurso de los años se elevan lentamente hasta que por fin penetran la capa de ozono. Una vez que están más arriba de la protección de esta capa, la radiación uv del Sol puede descomponer los fluoruros de carbono, liberando átomos de cloro y óxido de cloro. A su vez, estos elementos destruyen pequeñas cantidades de ozono al convertirlo catalíticamente en oxígeno corriente. Se cree que así el ozono protectivo está disminuyendo gradualmente.
También se están estudiando otros posibles efectos de esta disminución del ozono. La capa de ozono convierte la radiación uv en calor, y de esa manera influye directa o indirectamente en la temperatura y los modelos metereológicos de la Tierra. Por lo tanto se cree que cualquier variación en la capa de ozono podría afectar muchas cosas en la Tierra: la producción de cosechas, el crecimiento de plantas, los bosques, los océanos, peces y animales.
Algo que complica aun más la investigación de este asunto es el hecho de que los niveles de ozono pueden variar hasta 25 por ciento sencillamente entre el día y la noche. Estos niveles también parecen seguir un ciclo de 11 años que pudiera ser afectado por la actividad de las manchas solares. Y aunque la mayor parte del ozono es producido cerca del ecuador bañado por el Sol, el gas gradualmente se dirige a los polos. Así es que la densidad y el grosor del ozono en los polos es un poco mayor que en el espacio entre el polo y el ecuador.
Debido a que hay envueltos tantos factores interdependientes, los científicos dicen que les tomará de cinco a 10 años antes que puedan confirmar, rechazar o ajustar con algún grado de certeza sus hallazgos preliminares. Sin embargo, algunos calculan que si se continúan liberando los fluoruros de carbono en la medida actual, con el tiempo se podría reducir el nivel del ozono en un 7 por ciento, pero hay un gran margen de error en estos cálculos.
Mientras tanto, debido a que el gas se eleva tan lentamente, los científicos calculan que aun si se detuviera completamente el uso de los fluoruros de carbono ahora mismo, ¡el gas que ya está en la atmósfera continuaría elevándose y afectando la capa de ozono por otros 10 años! ¡Aun entonces, calculan que tomaría aproximadamente otros 65 años sencillamente para recobrar la mitad de la pérdida máxima, y más de un siglo para regresar a lo normal!
La mayoría de los investigadores concuerdan en que los fluoruros de carbono tienen algún efecto adverso sobre la capa de ozono, y que esto, a su vez, afecta la frecuencia del cáncer de la piel. Pero no todos concuerdan en que la disminución del ozono sea el mayor peligro del cáncer de la piel. Desde la I Guerra Mundial la enfermedad ha aumentado mucho más rápidamente que el crecimiento de la población, y algunos científicos creen que la disminución del ozono solo ha desempeñado un papel pequeño, si es que lo ha hecho, en este aumento.
Señalan al hecho de que el cáncer de la piel ha aumentado durante períodos en que el nivel del ozono también ha aumentado. Dicen que el aumento de la enfermedad más probablemente sea el resultado del cambio en los estilos de vida. La gente pasa más tiempo de asueto al aire libre, viajan a climas más calientes y están más dispuestas a quitarse la ropa cuando están de vacaciones o hasta trabajando.
Los críticos dicen que estos cambios han expuesto a la gente a más radiación uv que en el pasado, y que esto ha aumentado la frecuencia del cáncer de la piel mucho más que la disminución de la capa de ozono. Para ilustrar: Señalan que debido al aumento de la densidad del ozono entre el ecuador y los polos, el predicho aumento que el aerosol ha ocasionado en la radiación uv que cae sobre la Tierra no es mayor que el que experimentaría una persona que se mudara del norte al sur de Inglaterra. Estos críticos también afirman que se combatiría más eficazmente el cáncer de la piel si se requiriera que los aceites y lociones para broncear la piel incluyeran ingredientes que filtraran más eficazmente las dañinas longitudes de onda uv.
La proscripción de todos los fluoruros de carbono afectaría muchas cosas que damos por sentado. Estos gases forman parte de las mezclas frigoríficas que se usan para casi toda la refrigeración por todo el mundo. Otros gases no darían buenos resultados en los sistemas actuales.
Los fluoruros de carbono también son el agente impulsor que se usa para fabricar muchos productos familiares de plástico esponjoso, como los materiales ligeros para empacar, los forros de alfombra, los materiales para piso, el cuero hecho por el hombre y los tapizados, el material de flotación, las tazas para beber, las cajas de hielo, el aislamiento térmico y muchos otros artículos. Aún no se ha hallado un sustituto satisfactorio. O el riesgo de fuego con otros gases es demasiado alto y/o el producto es inferior.
La eliminación de los fluoruros de carbono afectaría la industria de los alimentos, la del camionaje, la textil, electrónica, automotriz, óptica, la de la pintura, la de la imprenta, la fotográfica y la del acero, para mencionar unas cuantas. Hasta los hospitales y los abastecedores de farmacias se verían afectados por la pérdida.
Sin embargo, el uso de los fluoruros de carbono en los atomizadores es responsable de aproximadamente tres cuartas partes del total, y solamente la cuarta parte se divide principalmente entre la refrigeración y los plásticos. Así es que se está dando énfasis principalmente a reducir el uso de los atomizadores de aerosol que no sean esenciales. Muchos expertos recomiendan firmemente la reglamentación selectiva de los fluoruros de carbono más bien que la proscripción completa. El estado de Oregón, E.U.A., fue selectivo al proscribir los atomizadores de fluoruros de carbono a partir del 1 de marzo de 1977.
Como se hizo notar antes, los hidrocarburos tienen algunos de los rasgos que se requieren del propulsor ideal, pero son muy inflamables y olorosos. Algunos también son tóxicos a los seres humanos y no siempre permiten un rocío uniforme hasta la última gota. Ya se les usa extensamente, donde es posible, en cosas como limpiadores, ceras, pinturas y productos automotrices. Pero no hay garantía de que no se descubrirá que ellos también tienen efectos nocivos en el ambiente.
También se están usando gases comprimidos cuando se desea un flujo sólido o un rocío muy húmedo en los productos, como en los insecticidas, la pasta dentífrica, productos alimenticios y atomizadores para artículos de cocina. Pero la presión en el interior del recipiente disminuye a medida que éste se va vaciando y no es posible mezclar estos gases con la diversa variedad de productos con que se pueden mezclar los fluoruros de carbono.
Los émbolos de bombeo a mano que ya se usan en muchos productos pocas veces igualan la eficacia de los atomizadores de aerosol. El rocío no es tan fino ni uniforme, y ocasiona goteos y chorreos. A veces se salen, y no es insólito que no den en el blanco. Los escapes de aire pueden descomponer algunos productos, y muy a menudo los sistemas de émbolo sencillamente no impulsan el rocío lo suficientemente lejos.
Se está efectuando una investigación muy extensa para desarrollar nuevos productos y cambiar las fórmulas químicas de algunos de los productos actuales a fin de lograr que trabajen mejor con los propulsores de hidrocarburos inflamables. Los consumidores tendrán que decidir si este cambio perjudica la calidad de los productos futuros. Pero sin duda tales artículos serán más costosos.
Hoy día por casi cada producto de aerosol se puede obtener un sustituto más o menos eficaz. Con algunos artículos es posible que usted opte por renunciar a las ventajas de la aplicación de aerosol, mientras que con otros quizás opte por continuar usando esta conveniente añadidura a nuestro modo de vivir moderno. Sin embargo, por el momento, en la mayoría de los casos la decisión queda con usted.
Las investigaciones muestran que la reducción de la capa de ozono está agravándose tanto en el hemisferio Norte como en el Sur. Según el periódico The Diplomatic World Bulletin, los nuevos hallazgos de un grupo de 80 científicos procedentes de 25 países indican que durante los pasados diez años se ha reducido en un 3% la capa de ozono sobre Europa y América del Norte. Se calcula que para finales de siglo se habrá reducido otro 3% más. La reducción de la capa de ozono sobre la Antártida, que antes solo se producía en invierno, ahora también se produce en otras estaciones. Los científicos creen que la reducción del ozono, provocada mayormente por causas humanas, podría resultar en cambios climáticos importantes, daños en las cosechas y en un aumento del cáncer de piel.
El satélite de la NASA que vigila la concentración del ozono registró en septiembre de 2000 el mayor agujero que hasta ahora se haya observado sobre la Antártida, según informó el periódico Clarín, de Buenos Aires (Argentina). Abarca una superficie de 28.300.000 kilómetros cuadrados, cantidad que excede en más de un millón la anterior cifra récord. Su enormidad ha dejado sorprendidos a los científicos. El doctor Michael Kurylo, de la NASA, explicó que dichas observaciones “refuerzan la preocupación acerca de la fragilidad de la capa de ozono terrestre”. Rubén Piacentini, físico de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales, de la Argentina, comentó que, si bien el agujero se encuentra sobre la Antártida, que se halla deshabitada, “podría llegar a pasar sobre la zona austral de [la Argentina]”. El Clarín señala que el ozono actúa como un escudo protector al reducir la fuerza destructiva de la radiación ultravioleta del Sol.
“Los niveles atmosféricos de clorofluorocarbonos (CFC) por fin han comenzado a descender”, informa la revista ECOS, publicada por la institución australiana Commonwealth Scientific and Industrial Research Organization (CSIRO). Esos compuestos químicos de la atmósfera dañan la capa de ozono que protege nuestro planeta. Durante más de cincuenta años, el número de CFC presentes en la parte alta de la atmósfera ha aumentado a un ritmo constante hasta el año 2000. Desde entonces, la concentración de CFC se ha “reducido a razón de casi un 1% anual”, afirma la revista. Según el informe, el descenso “permite esperar que el agujero de la capa de ozono pueda cerrarse a mediados de siglo”. No obstante, estos productos todavía causan daño. “A pesar del descenso, el agujero de la Antártida ha alcanzado este año una extensión de casi 29.000.000 de kilómetros cuadrados, más de tres veces el tamaño de Australia”, dice el mismo informe.
En la antigüedad se creía que la atmósfera estaba compuesta de una sola sustancia. A finales del siglo XVIII, los científicos descubrieron que está constituida principalmente por dos gases complementarios: nitrógeno y oxígeno. El primero se encuentra en una proporción del 78%, y el segundo, del 21%; el restante 1% está formado por otros gases, como argón, vapor de agua, dióxido de carbono, neón, helio, criptón, hidrógeno, xenón y ozono.
El oxígeno es, como sabemos, el gas vital que absorbemos mediante la respiración. El nivel de oxígeno atmosférico es el idóneo para la vida terrestre. Una disminución significativa resultaría en que nos diera sueño y acabáramos perdiendo el conocimiento. Por otro lado, en caso de un aumento excesivo, se afirma que hasta las ramitas húmedas y la hierba del bosque entrarían en combustión.
El nitrógeno es el diluyente perfecto del oxígeno. Pero no se limita a desempeñar un papel pasivo en el mantenimiento de la vida. Todos los organismos dependen de él para vivir. Las plantas lo obtienen de la atmósfera gracias a la acción de los rayos y de un tipo especial de bacteria. Los seres humanos lo obtenemos, a nuestra vez, del alimento que ingerimos.
Es un prodigio que nuestra atmósfera mantenga la proporción adecuada de nitrógeno y oxígeno. El nitrógeno regresa a ella con la valiosa ayuda de los microorganismos. ¿Y el oxígeno? El fuego y la respiración de los seres humanos y los animales consumen grandes cantidades. Pese a todo, el nivel de oxígeno se mantiene en un 21%. ¿Cómo? Mediante el proceso químico que tiene lugar en las hojas verdes y las algas, llamado fotosíntesis, que libera más de mil millones de toneladas de oxígeno diarias.
La fotosíntesis no puede producirse sin dióxido de carbono, gas que constituye únicamente el 0,03% de la atmósfera. Gracias a él, las plantas crecen y producen frutos y semillas aprovechando la energía lumínica. El dióxido de carbono también impide el enfriamiento del planeta al devolver a la superficie terrestre parte del calor irradiado por esta. Pero si aumentara la concentración de este elemento como consecuencia de una combustión excesiva de madera, carbón, gas natural y petróleo, la Tierra se calentaría hasta el punto de que la vida desaparecería. Por otro lado, si el nivel disminuyera considerablemente, se interrumpiría la fotosíntesis y nos moriríamos de hambre.
El ozono es otro gas presente en minúscula proporción del que depende la vida en la Tierra. El ozono de la capa alta de la atmósfera, llamada estratosfera, absorbe la radiación ultravioleta del Sol, protegiéndonos así a los habitantes de la Tierra de sus perniciosos efectos.
Verdaderamente, cuanto más aprendemos sobre la atmósfera, más razones tenemos para maravillarnos. La proporción en que se hallan el nitrógeno, el oxígeno y otros gases menos abundantes es la correcta. El tamaño de nuestro planeta es asimismo el adecuado para mantener el equilibrio. Si fuera más pequeño y ligero, su fuerza gravitatoria sería tan débil que nuestra valiosa atmósfera se escaparía hacia el espacio.
“Por otra parte —afirma el libro de texto científico Environment of Life (Entorno de la vida)—, en caso de que la masa terrestre fuera ligeramente mayor, la fuerza gravitatoria, al ser correspondientemente mayor, retendría grandes cantidades de gases. [...] El delicado equilibrio entre los gases atmosféricos se alteraría.”
Lamentablemente, este “delicado equilibrio” se está alterando a causa del estilo de vida del hombre actual. ¿Es grave la situación? ¿Qué esperanza hay de que nuestra preciosa atmósfera se salve del desastre?
SEGÚN algunos informes publicados, han nacido mil setecientos millones de niños desde 1970. Si formaran una nación, esta sería la mayor del mundo. Por ello, es justo preguntarse: ¿Qué clase de mundo les estamos dejando?
Hace más de veinticinco años, un afamado doctor del Servicio de Sanidad de los Estados Unidos dijo: “Todos vivimos bajo el temor obsesivo de que algo pueda corromper el ambiente hasta el extremo de que el hombre, al igual que los dinosaurios, llegue a ser una forma de vida obsoleta”.
Desde aquel entonces, este temor se ha intensificado. El año pasado, un foro nacional de casi cien biólogos advirtió que se acercaba una ola de extinción en masa como la que barrió a los dinosaurios, solo que esta vez no debida a causas naturales, sino “a las actividades del hombre”.
Este año, el Instituto Worldwatch publicó su informe State of the World 1987 (El estado del mundo en 1987). En él se decía: “Una sociedad que quiera perpetuarse satisface sus necesidades sin perjudicar las perspectivas de la siguiente generación. De muchas maneras, la sociedad contemporánea no ha seguido este criterio. En todos los continentes están surgiendo problemas de perpetuación ecológica. La trascendencia de las actividades del hombre ha empezado a amenazar la habitabilidad de la misma Tierra”.
El informe de este instituto decía que las demandas de más de cinco mil millones de personas —número que está creciendo a un ritmo de ochenta y tres millones por año— están desbordando la capacidad de regeneración de los sistemas biológicos de la Tierra.
La contaminación química está debilitando la capa de ozono de la atmósfera, lo que puede dar lugar “a una mayor incidencia de cánceres cutáneos, perjudicar el sistema inmunológico del hombre y afectar el crecimiento de las cosechas”.
Si sigue la lluvia ácida, no solo morirán más bosques y lagos, sino que el suelo se acidificará en demasía y “pueden requerirse décadas, si no siglos, para su recuperación”.
La intensificación de la labranza “ha hecho que la pérdida de suelo agrícola sea mayor que la formación de nuevo suelo”.
La deforestación y la quema de combustibles fósiles desprenden más dióxido de carbono que el que pueden absorber la restante vegetación y los océanos, lo cual resulta en un efecto de invernadero que, con el tiempo, puede derretir los glaciares e inundar las ciudades costeras.
La pérdida de selvas tropicales significa que se recicla menos agua para la lluvia, lo que a su vez supone la formación de más desiertos.
Productos químicos tóxicos, aguas residuales sin depurar, crudos, accidentes nucleares, radón, microondas, asbesto... la lista de los pecados del hombre contra el ambiente sería interminable.
El informe State of the World 1987 advierte: “Nunca se han desequilibrado simultáneamente tantos sistemas vitales para la habitabilidad de la Tierra. Los nuevos problemas ambientales afectan períodos de tiempo y zonas geográficas que escapan a la autoridad de las instituciones políticas y sociales existentes. Por sí sola, ninguna nación puede estabilizar el clima de la Tierra, proteger la capa de ozono, conservar los bosques y suelos del planeta o desacidificar los lagos y ríos. Solo podría lograrlo un esfuerzo internacional constante”.
Este esfuerzo tarda en realizarse, y el tiempo se está acabando. Se están gastando miles de millones de dólares en la carrera armamentista, mientras que, en comparación, se está invirtiendo una miseria en conservar el medio ambiente del que dependemos y cuyo descuido puede acabar con nosotros. Tan solo Estados Unidos ha dedicado desde 1983 nueve mil millones de dólares al programa de Iniciativa de Defensa Estratégica, y otros treinta y tres mil millones entre 1986 y 1991; pero se vuelve mezquino cuando hay que pensar en el medio ambiente. En el informe State of the World 1987 se sintetiza del siguiente modo la causa fundamental de la crisis: “Ha llegado el tiempo de hacer la paz entre nosotros para que después podamos hacer la paz con la Tierra”.
“Para que la vida se perpetúe —dice este informe— es necesario que todos simultáneamente detengamos la emisión de dióxido de carbono, protejamos la capa de ozono, restauremos los bosques y los suelos, detengamos el crecimiento de la población, aprovechemos mejor los recursos energéticos y desarrollemos fuentes renovables de energía. Ninguna generación se ha enfrentado antes a un conjunto tan complejo de cuestiones que requieren atención inmediata. Las generaciones anteriores siempre se han preocupado por el futuro, pero la nuestra es la primera que se enfrenta a decisiones que determinarán si la Tierra que van a heredar nuestros hijos será habitable.”
El siguiente artículo trata sobre la crisis causada por los productos químicos tóxicos.
Aunque se disputan estas opiniones, hay centenares de ciudades en Europa, Rusia, el Canadá y el Japón que prefieren otros métodos de desinfectar su agua. Por ejemplo, hace más de sesenta años que Niza, Francia, usa ozono en vez de cloro; París lo ha usado desde 1968. El ozono es una forma inestable del oxígeno que unido al agua reacciona en un frenesí químico, oxidando rápidamente las impurezas sin dejar un residuo de ozono.
Otros abogan por el uso de gránulos de carbón activado en vez de, o además de, la arena tradicional en los filtros. El carbón activado tiene una “viscosidad” química singular que “absorbe” las impurezas. Ahora en los Estados Unidos muchos peritos insisten cada vez más en que se adopten estos otros métodos
♦ Recientemente los Estados Unidos se retiraron de la competencia que existe en cuanto a presentar en el mercado una línea aérea de aviones supersónicos para pasajeros. Solo hay planes para los aviones que la Gran Bretaña y Francia producirán juntas y el que Rusia producirá. Ya están volando los modelos de prueba de cada uno de estos países. Los oponentes a los SST han expresado temores acerca de los efectos perjudiciales que estos aviones supersónicos pudieran tener en el ambiente. Recientemente el Dr. Harold Johnston, el primer hombre que midió la proporción a la cual el óxido nítrico descompone el ozono, añadió su voz a la de los oponentes. Calculó que, debido a la altura en la cual éstos vuelan, una flota de 500 SST, que funcionara siete horas al día como promedio, podría afectar gravemente las capas protectoras de ozono que resguardan a la Tierra contra los rayos ultravioletas. Dijo que el óxido nítrico que los aviones expelen reduciría a la mitad el contenido de ozono de la atmósfera en el transcurso de un año. Dijo que el resultado sería que “todos los animales del mundo quedarían ciegos si vivieran al aire libre durante el día.” Esto sería debido al gran aumento de rayos ultravioletas. Sus asociados fueron más allá y dijeron que los rayos ultravioletas serían tan intensos que matarían toda la vida vegetal con excepción de la que crece debajo del agua. La opinión de él ha aumentado la preocupación de muchos acerca de la producción de este avión.
El rotativo español El País tituló así uno de sus artículos: “La contaminación atmosférica causa 310.000 muertes en Europa cada año”. Los expertos están especialmente preocupados por dos contaminantes: el ozono a baja altura y las partículas en suspensión que hay en el aire. Dichas partículas son resultado de la utilización de combustibles fósiles, principalmente en automóviles, centrales térmicas e industrias. Los peores niveles de Europa se dan en los países del área del Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo), seguidos del norte de Italia y Europa oriental. El periódico añade: “Además de la salud, la contaminación atmosférica afecta al medio ambiente. Es una fuente de acidificación de bosques, lagos y ecosistemas. El ozono perjudica las cosechas, y la contaminación afecta negativamente a los edificios”.
El ozono atmosférico se forma en un 90% por la radiación ultravioleta del Sol, mientras que el 10% restante, por las tormentas eléctricas. Pues bien, una región donde abundan los relámpagos es el estado venezolano de Zulia, y más concretamente el Parque Nacional Ciénagas del Catatumbo, en cuyo delta fluvial hay cada año “de ciento cuarenta a ciento sesenta días de tormentas eléctricas”, según datos del diario caraqueño The Daily Journal. Se cree que el metano, gas producido al descomponerse vegetales y otra materia orgánica procedente de lagunas y pantanos de las cercanías, se combina con las nubes bajas y el mal tiempo para desencadenar los rayos. Otra característica peculiar de las tormentas del Catatumbo es que se encuentran tan lejos que no se oye el trueno. Se trata de “un fenómeno natural sin paralelo en otras latitudes”, de acuerdo con el sitio de Internet Lost World Adventures.
CUANDO los astronautas contemplan la Tierra desde el espacio —señala el libro Antarctica: The Last Continent (La Antártida, el último continente)—, les llama particularmente la atención el casquete polar antártico, el cual, según su descripción, “es como una gran linterna blanca que irradia luz por toda la parte inferior del globo”.
Con 30.000.000 de kilómetros cúbicos de agua sólida, constituye una colosal máquina de hacer hielo a escala continental. La nieve que cae se compacta y solidifica para formar hielo, al que la gravedad obliga a fluir lentamente hacia la costa, donde penetra en el mar y crea enormes plataformas
Pero en los últimos años se ha acelerado la fusión, con la consiguiente reducción de algunas plataformas y la desaparición de otras. En 1995 se desplomó una sección de aproximadamente 1.000 kilómetros cuadrados de la plataforma de Larsen, que tiene casi 1.000 kilómetros de longitud, la cual, según informes, se escindió formando miles de icebergs.
La única región afectada hasta la fecha por la recesión del hielo es la península antártica. Localizada a continuación de la cordillera de los Andes (Sudamérica), esta península con forma de ese ha registrado una subida de 2,5 °C en los últimos cincuenta años. El retroceso indicado posibilita la circunnavegación de la isla de James Ross, que antaño estaba rodeada de hielo, y ha ocasionado un drástico aumento de la vegetación.
Debido a que el deshielo se ha limitado a la península antártica, hay científicos que dudan que sea indicio del calentamiento del planeta. Sin embargo, según un estudio noruego, el hielo ártico también se está reduciendo. (Dado que el polo Norte no está situado sobre tierra firme, buena parte del agua sólida del ártico es marina.) De acuerdo con el citado estudio, todos estos cambios encajan con las predicciones de un calentamiento del globo.
Pero la Antártida no solo reacciona ante los cambios de temperatura. Se ha dicho de este continente que es, “en muchos aspectos, el motor vital del clima del mundo”. Siendo este el caso, los modelos climáticos tal vez se alteren si la Antártida sigue sufriendo cambios.
Entretanto, se ha formado sobre ella, a gran altura, un agujero en la capa de ozono que duplica el tamaño de Europa. El ozono, una variedad del oxígeno, protege la Tierra de la nociva radiación ultravioleta, que ocasiona lesiones en los ojos y cáncer de piel. En vista del aumento que ha habido en la radiación solar, los investigadores que trabajan en la Antártida se protegen la piel y llevan gafas de esquí o de sol con una capa reflectante especial para no sufrir daños oculares. El tiempo dirá hasta qué grado resulta afectada la fauna estacional de la zona.
Este encabezamiento sería un buen letrero para recibir a quienes visitan la Antártida. ¿Por qué? Como indica la División Antártica Australiana, por varios motivos. Primero, las relaciones ecológicas simples que allí existen propician un ambiente sumamente sensible a las perturbaciones. Segundo, la vegetación crece con tal lentitud, que las pisadas sobre un lecho de musgo pudieran observarse hasta diez años después. Las plantas dañadas o debilitadas están a merced de fuertes vientos, capaces de destruir comunidades vegetales enteras. Tercero, el frío extremo hace que los desechos tarden décadas en descomponerse. Cuarto, el ser humano pudiera traer sin darse cuenta organismos microscópicos ajenos a este continente aislado y, por ende, vulnerable. Por último, los turistas y los científicos suelen frecuentar las franjas costeras, las zonas más propicias para la flora y la fauna. Puesto que estas regiones comprenden tan solo un 2% de la tierra firme, no cuesta entender que sería muy fácil que en poco tiempo se superpoblara la Antártida. De ahí que se suscite la pregunta de quién controla este enorme continente.
Aunque hay siete naciones que reclaman para sí porciones del territorio, este posee la distinción, como conjunto, de no tener ni soberanía ni ciudadanos. “Es el único continente terrestre gobernado enteramente por un acuerdo internacional”, señala la División Antártica Australiana.
Con estas palabras se hace referencia al Tratado Antártico, que suscribieron doce gobiernos y que entró en vigor el 23 de junio de 1961. Hoy, el número de países participantes supera los cuarenta. El acuerdo persigue que la Antártida, “en interés de toda la humanidad [...] continúe utilizándose siempre exclusivamente para fines pacíficos y que no llegue a ser escenario u objeto de discordia internacional”.
En enero de 1998 entró en vigor el Protocolo de Protección Ambiental del Tratado Antártico. Este protocolo prohíbe las explotaciones mineras por un mínimo de cincuenta años. También designa como “reserva natural dedicada a la paz y la ciencia” todo el continente y sus ecosistemas marinos dependientes. Quedan vedadas las actividades militares, las pruebas de armamento y el almacenamiento de residuos nucleares. Hasta se proscriben los perros de trineo.
El Tratado Antártico ha sido aclamado como “ejemplo sin precedentes de cooperación internacional”. Pero quedan muchos problemas por resolver, entre ellos el de la soberanía. Por ejemplo, ¿quién velará por el cumplimiento del tratado y cómo? Y ¿de qué manera harán frente las naciones miembros al auge del turismo, potencial amenaza para la delicada ecología antártica? En los últimos años han llegado en barco a la Antártida más de siete mil turistas anuales, y se prevé que la cifra se duplique en breve.
Es posible que el futuro traiga otros desafíos. Por ejemplo, ¿qué sucedería si los científicos encontraran valiosos yacimientos mineros o petrolíferos? ¿Impediría el tratado la explotación comercial, con la consiguiente contaminación que suele acarrear? El Tratado Antártico, como los demás, es susceptible de alterarse. El artículo 12.° dice que “podrá ser modificado o enmendado, en cualquier momento, con el consentimiento unánime de las Partes Contratantes”.
Es patente que ningún tratado puede salvaguardar a la Antártida de los vertidos del mundo industrializado. Sería toda una lástima que la hermosa “linterna blanca” de la base del globo se contaminara a consecuencia de los abarcadores efectos de la codicia y la ignorancia del hombre. Causar daño a la Antártida resulta en perjuicio para la humanidad. La enseñanza fundamental que nos transmite este continente es que toda la Tierra, como el cuerpo humano, constituye un sistema interrelacionado, coordinado a la perfección.
Desde lugares altos en el interior de la Antártida, corrientes de hielo, producto de las nieves que han caído, se abren camino con dirección a la costa. Estas fluyen a una velocidad de hasta 800 metros por año, según recientes imágenes de radar obtenidas mediante satélites. Muchas de estas corrientes se unen, como si fueran afluentes, para constituir los glaciares, enormes ríos helados que, al llegar al mar, flotan en el agua y crean plataformas de hielo. La mayor de ellas, la de Ross., que recibe hielo de al menos siete glaciares, iguala en extensión a Francia y alcanza en algunos puntos casi un kilómetro de espesor.
En circunstancias normales, las plataformas no se repliegan. Cuanto más hielo aportan los glaciares a la plataforma, más se adentra su borde en el mar, como si fuera la pasta de dientes que sale al apretar el tubo. Con el tiempo se desgajarán grandes fragmentos: los icebergs. Algunos “alcanzan los 13.000 kilómetros cuadrados”, señala The World Book Encyclopedia. Sin embargo, las escisiones se han acelerado en los últimos años y las plataformas se han retraído, algunas hasta han desaparecido. Con todo, el nivel del mar no sube. ¿Por qué? Porque las plataformas ya se hallan a flote y desplazan su peso en el agua. Pero si los hielos que cubren la Antártida se derritieran, sería como vaciar en el océano 30.000.000 de ki- lómetros cúbicos de agua. El nivel de los mares subiría unos 65 metros.
Estas plataformas no deben confundirse con las banquisas, cuyo origen son témpanos relativamente pequeños que se forman en el mar durante el invierno, cuando se congela el agua de la superficie. Dichos hielos se fusionan para formar las banquisas, mientras que en el verano ocurre el proceso contrario. Los icebergs no se originan de las banquisas, sino de las plataformas.
CASI todos dependemos de muchas maneras de los combustibles a base de carbono. Conducimos automóviles y otros vehículos impulsados por motores de gasolina o diesel; utilizamos la electricidad producida por centrales térmicas que consumen carbón, gas natural o petróleo; quemamos madera, carbón vegetal, gas natural y carbón mineral para cocinar o calentarnos. Todas estas actividades aumentan la concentración atmosférica de dióxido de carbono, un gas que atrapa el calor del Sol.
Además, aportamos otros gases de efecto invernadero a la atmósfera. Los fertilizantes nitrogenados que se utilizan en la agricultura emiten óxido nitroso; los arrozales y los corrales de engorde de ganado emanan metano; de la fabricación de espumas plásticas y de otros procesos industriales resultan los clorofluorocarbonos (CFC). Estos últimos compuestos no solo atrapan el calor, sino que también destruyen la capa estratosférica de ozono de la Tierra.
Con la excepción de los CFC, cuyo uso está regulado, los gases de invernadero se vierten a la atmósfera en cantidades cada vez mayores debido, en parte, al rápido aumento de la población humana y al incremento del consumo energético, la actividad industrial y la agricultura. De acuerdo con la Agencia de Protección del Medio Ambiente, con sede en la ciudad de Washington (E.U.A.), en la actualidad los seres humanos arrojan todos los años a la atmósfera seis mil millones de toneladas de dióxido de carbono y otros gases de invernadero, los cuales, en vez de disiparse, perduran durante décadas.
Los científicos en general están convencidos de dos cosas. Primero, que la concentración atmosférica de dióxido de carbono y otros gases de invernadero ha aumentado en los últimos decenios y siglos. Segundo, que en la pasada centuria la temperatura media en la superficie de la Tierra se ha incrementado entre 0,3 °C y 0,6 °C.
Cabe preguntarse: ¿Existe conexión entre el calentamiento del planeta y la acumulación de gases de invernadero inducida por el hombre? Algunos científicos opinan que probablemente no, y arguyen que el aumento térmico se halla dentro de la escala de variación natural y que pudiera deberse al Sol. No obstante, muchos climatólogos convienen en lo que dice un informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, según el cual el incremento de la temperatura “no parece que se deba enteramente a causas naturales” y que “el balance de las pruebas sugiere que existe una influencia humana apreciable sobre el clima global”. Con todo, aún persiste la incertidumbre de si la actividad humana está recalentando el planeta y, sobre todo, a qué velocidad se calentará el mundo en el siglo XXI y exactamente con qué repercusiones.
Las predicciones de los estudiosos del clima sobre el efecto invernadero se basan en modelos climáticos generados por las computadoras más rápidas y potentes del mundo. No obstante, el clima terrestre está determinado por la interrelación extremadamente compleja de la rotación de la Tierra, la atmósfera, los océanos, el hielo, el relieve y el Sol. La intervención de tantos factores a una escala tan vasta hace imposible que una computadora vaticine con precisión lo que ocurrirá de aquí a cincuenta o cien años. La revista Science comentó hace poco: “Muchos expertos en clima advierten que aún no está del todo claro que las actividades humanas hayan comenzado a calentar el planeta, ni cuál será la gravedad del calentamiento que se producirá a consecuencia del efecto invernadero”.
Estas incertidumbres hacen fácil negar el peligro. Los científicos que se muestran escépticos frente al citado fenómeno, al igual que las poderosas industrias que tienen interés económico en que las cosas continúen como están, alegan que el conocimiento actual del tema no justifica emprender lo que supondría costosas medidas correctivas. Después de todo —dicen—, el futuro quizás no sea tan malo como algunos creen.
Los ecologistas replican que las incertidumbres de los científicos no deben hacer que los responsables de formular las políticas se duerman sobre los laureles. Si bien es cierto que el clima futuro tal vez no sea tan malo como algunos temen, también es posible que sea incluso peor. Además —argumentan—, el no saber con seguridad qué pasará en el futuro no significa que no deba hacerse nada para minimizar el riesgo. Por ejemplo, las personas que dejan de fumar no piden primero pruebas científicas de que si continúan haciéndolo, contraerán sin falta cáncer pulmonar dentro de treinta o cuarenta años. Abandonan el vicio porque reconocen el riesgo que corren y desean minimizarlo o eliminarlo.
En vista de la gran controversia en torno a la magnitud del problema del calentamiento mundial —e incluso en torno a si existe o no dicho problema—, no sorprende que haya diferentes opiniones sobre lo que debe hacerse. Por años, los grupos ecologistas han promovido el uso generalizado de fuentes energéticas limpias, como el Sol, el viento, los ríos y las reservas subterráneas de vapor y agua caliente.
Los ambientalistas también han instado a los gobiernos a promulgar leyes para reducir las emisiones de gases de invernadero, y estos han respondido sobre el papel. Por ejemplo, en la Cumbre de la Tierra, celebrada en 1992 en Río de Janeiro (Brasil), los representantes de unas ciento cincuenta naciones suscribieron un tratado en el que se comprometían a reducir las emisiones de gases de invernadero, en especial las de dióxido de carbono. El objetivo era que para el año 2000 los países industrializados redujeran dichas emisiones a los niveles de 1990. Si bien algunos han progresado en esa dirección, la mayor parte ni siquiera está cerca de cumplir su modesto compromiso. En vez de reducir las concentraciones de tales gases, la mayoría de ellos producen más que nunca. Para citar un ejemplo, se calculo que para el año 2000 las emisiones de dióxido de carbono en Estados Unidos probablemente serian un 11% mayores que en 1990.
Últimamente se han dado pasos para fortalecer los acuerdos internacionales. En vez de que las reducciones sean voluntarias, como en el acuerdo de 1992, se está pidiendo que las metas que se fijen respecto a la emisión de gases sean de carácter vinculante.
Los dirigentes políticos anhelan que se les vea como amigos de la Tierra, pero al mismo tiempo son conscientes del impacto económico que tendría dicho cambio. Dado que, según la revista The Economist, el 90% del mundo depende de los combustibles a base de carbono como fuente de energía, abandonar su consumo provocaría grandes modificaciones, y el costo del cambio es objeto de agrias polémicas.
¿Cuánto costaría reducir las emisiones de gases de invernadero para el año 2010 a un 10% por debajo de los niveles de 1990? La respuesta depende de a quién se le pregunte. Examine lo que opinan en Estados Unidos, el país que más gases de invernadero lanza al espacio. Los asesores de la industria creen que tal reducción le costaría a la economía nacional miles de millones de dólares anuales y dejaría sin trabajo a 600.000 personas. En cambio, los ecologistas aseguran que le economizaría al país miles de millones de dólares anuales y generaría 773.000 puestos de trabajo.
Pese a los llamamientos de los grupos ecologistas para que se tomen medidas inmediatas, hay industrias poderosas —fábricas de automóviles, compañías petroleras y empresas explotadoras de carbón, para nombrar solo unas pocas— que emplean sus importantes fondos e influencias para minimizar el peligro del calentamiento mundial y para exagerar el impacto económico que tendría el dejar de usar los combustibles fósiles.
El debate prosigue. Sin embargo, si los seres humanos están alterando el clima y lo único que hacen es hablar de ello, el dicho de que todo el mundo habla del tiempo, pero nadie hace nada por mejorarlo, adquirirá un significado amenazador para nosotros.
En diciembre de 1997 se dieron cita en Kyoto (Japón) más de dos mil doscientos delegados de 161 países para negociar un acuerdo, o protocolo, que reduzca la amenaza del calentamiento mundial. Tras más de una semana de conversaciones, las delegaciones decidieron que para el 2012 los países industrializados deberán reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 5,2%, como promedio, por debajo de los niveles de 1990. Posteriormente se determinarán las sanciones que se impondrán a los infractores. Suponiendo que todos los países cumplan los términos del tratado, ¿cuánto puede lograr una reducción del 5,2%? Evidentemente muy poco. La revista Time informó: “Se necesitaría una reducción del 60% para mermar considerablemente los gases de efecto invernadero que se han concentrado en la atmósfera desde el comienzo de la revolución industrial”.
49.- El efecto invernadero: La atmósfera terrestre atrapa el calor del Sol como la cubierta de vidrio de un invernadero. La luz solar caldea la Tierra, pero el calor generado —propagado en forma de radiación infrarroja— no puede escapar fácilmente de la atmósfera. Los gases de invernadero bloquean la radiación y devuelven parte de ella a la Tierra, contribuyendo así al recalentamiento de la superficie.
Para entender el actual debate sobre el calentamiento global, es necesario entender cuáles son algunas de las impresionantes fuerzas que definen el clima. Analicemos ciertos elementos básicos.
1. El Sol: fuente de luz y calor
La vida en la Tierra depende del inmenso horno nuclear al que llamamos Sol. Con un volumen más de un millón de veces el de la Tierra, el Sol es una fuente inagotable de luz y calor. Un descenso en su rendimiento sumiría al planeta en un estado glacial; un aumento del mismo lo convertiría en un horno. Puesto que la distancia media de la Tierra al Sol es de 150 millones de kilómetros, esta solo recibe la mitad de una mil millonésima parte de su energía, pero es justo la cantidad que necesita a fin de producir el clima idóneo para que prospere la vida.
2. La atmósfera: envoltura cálida de la Tierra
El Sol no es el único factor que determina la temperatura terrestre; nuestra atmósfera también desempeña un papel vital. La Tierra y la Luna se hallan a igual distancia del Sol, por lo que ambas reciben proporcionalmente la misma cantidad de calor. No obstante, mientras que la temperatura media de la Tierra es de 15 °C, la Luna tiene una temperatura media muy fría de 18 °C bajo cero. ¿A qué se debe la diferencia? A que la Tierra posee atmósfera, y la Luna no.
Nuestra atmósfera —la envoltura de oxígeno, nitrógeno y otros gases que rodea la Tierra— retiene una parte del calor solar y deja escapar el resto. El proceso se compara a menudo con un invernadero. Como probablemente sepa, un invernadero es una estructura con paredes y techo de vidrio o plástico. La luz solar entra fácilmente y calienta el interior; al mismo tiempo, el techo y las paredes retardan la salida del calor.
Del mismo modo, la atmósfera permite el paso de la luz solar para que caliente la superficie terrestre. La Tierra, a su vez, irradia de vuelta a la atmósfera energía térmica en forma de radiación infrarroja. Gran parte de esta radiación no va directamente al espacio porque ciertos gases atmosféricos la absorben y la envían de nuevo a la Tierra, contribuyendo así al recalentamiento de esta: es el llamado efecto invernadero. Si la atmósfera no retuviera el calor solar de esta manera, la Tierra estaría tan desprovista de vida como la Luna.
3. Vapor de agua: el principal gas de efecto invernadero
El 99% de la atmósfera está constituida por dos gases: nitrógeno y oxígeno. Aunque estos gases juegan un papel esencial en los complejos ciclos que sostienen la vida en la Tierra, casi no inciden de forma directa en la regulación del clima. Esta labor recae sobre el 1% restante de los gases de efecto invernadero de la atmósfera, entre los cuales están el vapor de agua, el dióxido de carbono, el óxido nitroso, el metano, los clorofluorocarbonos y el ozono.
El gas de efecto invernadero más importante —el vapor de agua— no es considerado por lo regular un gas, pues estamos acostumbrados a pensar en el agua en su estado líquido. Con todo, cada molécula de vapor de agua presente en la atmósfera encierra en su interior energía térmica. Cuando el vapor de una nube se enfría y se condensa, libera calor y causa poderosas corrientes de convección. El movimiento dinámico del vapor de agua en la atmósfera desempeña un papel vital y complejo en la determinación tanto del tiempo como del clima.
4. Dióxido de carbono: esencial para la vida
El gas que más suele mencionarse en las conversaciones sobre el calentamiento mundial es el dióxido de carbono. Es erróneo calificar el dióxido de carbono de simple contaminante. Este gas es un elemento imprescindible en el proceso de la fotosíntesis, gracias al cual las plantas verdes fabrican su propio alimento. Los seres humanos y los animales inhalan oxígeno y exhalan dióxido de carbono; las plantas toman el dióxido de carbono y liberan oxígeno. El dióxido de carbono es, de hecho, una de las provisiones que permiten la existencia de la vida en la Tierra. Sin embargo, una concentración demasiado elevada en la atmósfera sería como añadir otra manta a la cama: daría más calor.
En vista de que la destrucción del medio ambiente es un problema de gran magnitud, se necesitaría la colaboración de todos los gobiernos para que la solución fuese efectiva. En algunos casos, los representantes gubernamentales han demostrado el valor necesario para recomendar cambios positivos que beneficiarían al medio ambiente, lo cual es encomiable. Pero las auténticas victorias han sido contadísimas.
Un ejemplo de ello lo tenemos en la cumbre internacional celebrada en Japón en 1997. Las naciones debatieron sobre los términos de un tratado para reducir las emisiones que provocan el calentamiento global. Finalmente, para sorpresa de muchos, se llegó a un acuerdo: el Protocolo de Kioto. Según este, las regiones desarrolladas —como la Unión Europea, Japón y Estados Unidos— reducirían sus emisiones en un 5,2% como promedio para el año 2012, lo cual parecía prometedor. No obstante, a principios de 2001, Estados Unidos comunicó que abandonaba dicho protocolo, decisión que ha desconcertado a muchos, pues esta nación, pese a tener menos del 5% de la población mundial, produce alrededor de una cuarta parte de las emisiones. Además, se ha observado cierta lentitud por parte de los demás países en ratificar el acuerdo.
Este ejemplo indica lo difícil que les resulta a los países encontrar buenas soluciones. No es fácil reunir a varios gobiernos para entablar una negociación, y, además, a estos les cuesta llegar a un acuerdo sobre la manera de abordar las cuestiones ecológicas. Aun cuando se suscriben tratados, hay firmantes que acaban retirándose. A otros se les hace difícil cumplir con lo estipulado. En ocasiones, los gobiernos o las empresas creen que no pueden asumir los gastos implicados en la limpieza del medio ambiente. En algunos lugares no es más que una cuestión de codicia por parte de las grandes empresas, que presionan a las autoridades para que no pongan en vigor las medidas que reducirían sus ganancias. La experiencia ha demostrado que las compañías quieren sacar el máximo rendimiento posible al terreno sin preocuparse por las consecuencias.
Para complicar más las cosas, no todos los científicos se ponen de acuerdo en cuanto a la gravedad de los daños que ocasionará la contaminación. Por ello, puede que los políticos no sepan hasta qué grado reducir el crecimiento económico a fin de controlar una situación de la que se desconoce su magnitud.
La humanidad está en apuros. Se sabe que existe un problema y que hay que hacer algo, pero aunque algunos países ya han adoptado diversas medidas, la mayoría de los trastornos medioambientales están empeorando. ¿Acabará siendo la Tierra un lugar inhabitable? Veamos.
Existe un tipo de contaminación que no se percibe con la vista, sino con el oído: la contaminación acústica. Los especialistas indican que es preocupante porque puede ocasionar sordera, estrés, hipertensión, insomnio y una merma en la productividad. Los niños que asisten a clases en un entorno ruidoso pueden tener problemas con la lectura.
Fuentes del gobierno filipino señalaron que la deforestación provocó la gran plaga de ratas que padecieron quince municipios de la isla de Samar. La disminución de masa forestal redujo la cantidad de depredadores de ratas, así como de alimento para estos roedores, que se dirigieron a las zonas más pobladas en busca de comida.
Cuando Michael tenía tres meses y medio de edad, le diagnosticaron un tipo de cáncer conocido como neuroblastoma. De haber sido un caso aislado no habría despertado sospechas, pero más tarde se descubrió que un centenar de niños de la misma pequeña región también padecían cáncer. Muchos padres se alarmaron, y hubo quienes pensaron que el desproporcionado número de casos guardaba relación con las empresas químicas de la zona. Las investigaciones revelaron que un transportista independiente de residuos había trasladado barriles llenos de un líquido tóxico desde una empresa hasta una antigua granja avícola, produciendo algún que otro vertido. Se encontraron restos de un contaminante en varios pozos de la zona. Los padres no pueden menos que preguntarse si eso contribuyó a que sus hijos enfermaran de cáncer.
Después de la II Guerra Mundial se cargaron varios barcos con 120.000 toneladas de sustancias tóxicas, mayormente gas mostaza y fosgeno, y fueron hundidos en el mar (algunos al noroeste de Irlanda del Norte). Según ciertos científicos rusos, los contenedores podrían tener fugas en cualquier momento.
La Organización Mundial de la Salud asegura que entre el 5 y el 6% de las muertes anuales en el mundo se deben a la contaminación del aire. Tan solo en Ontario (Canadá), este tipo de contaminación produce pérdidas de más de 1.000 millones de dólares en concepto de gastos médicos y absentismo laboral.
Algunos pescadores del sudeste asiático aturden a los peces con una solución de cianuro para facilitar su captura. Sin embargo, aunque los peces pueden comerse porque expulsan el veneno, este permanece en el agua y provoca la muerte de los arrecifes coralinos.
La revista Asiaweek informa que gran parte de la contaminación atmosférica de las ciudades asiáticas procede de las emisiones de los vehículos. Los motores diésel y de dos tiempos son generalmente los peores, pues expulsan grandes cantidades de diminutas partículas que quedan en suspensión y ocasionan numerosos trastornos de salud. La misma revista señala: “El doctor Chan Chang-chuan, el mayor experto de Taiwan en los efectos de la polución, afirma que el humo procedente del gasóleo es cancerígeno”. ¿Son útiles las mascarillas que lleva la gente en algunas ciudades asiáticas? El doctor Chan responde: “No son eficaces. Una simple mascarilla no puede filtrar la mayor parte de los gases y las partículas contaminantes. Además, [...] no son herméticas. Así que dan un falso sentido de seguridad”.
Fernando Malchán Rosas.
ã Copyrigth México., D.F. 25/03/2011.
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