Contaminación ambiental
Índice.
1.- Ayudas para enfrentarse a la contaminación del aire
2.- Las vitaminas pueden ayudar
3.- Cuidado de su hígado
4.- ¿Se ha preguntado usted alguna vez . . . ?
¿Puede uno hacer algo en cuanto a la contaminación?
5.- ¿QUÉ PODEMOS HACER COMO INDIVIDUOS?
6.- ¿Qué se puede hacer acerca de la contaminación?
7.- ¿Cuáles son las causas de la contaminación?
8.- Conocimiento insuficiente
9.- Limitaciones y fallos humanos
10.- Más deficiencias graves
11.- Nuestro alimento, agua y aire
12.- El plomo... veneno sutil
13.- Su estilo de vida
14.- “Solo una muestra del gran problema”
15.- ¿Verá usted a toda la Tierra llegar a ser un paraíso?
16.- La mortífera cosecha de la contaminación
17.- La cosecha de la contaminación
18.- ¿Está cerca el fin de la contaminación?
19.- ¿Está diseñada la Tierra para autolimpiarse?
20.- ¿Puede sobrevivir nuestra Tierra?
21.- Se buscan soluciones plausibles
22.- Reducir la emisión de contaminantes
23.- Conducir más despacio
24.- Utilizar bicicletas
25.- Rediseñar
26.- Tan solo una parte del problema
LA CONTAMINACIÓN del aire ha llegado a ser un problema que crece a medida que las ciudades y las industrias han seguido aumentando en tamaño. Según algunas autoridades, la ciudad de Nueva York tiene la mayor contaminación de aire en los Estados Unidos; el 88 por ciento de su aire está contaminado. Se dice que Filadelfia está en segundo lugar con 78 por ciento, y Pittsburg o y Los Ángeles siguen con 75 por ciento del aire contaminado. Los dos factores principales que causan la contaminación del aire son los vehículos motorizados y la industria. Ambos están aumentando en número... el año pasado por primera vez se registraron más de 100 millones de automóviles en los Estados Unidos.
¿Cómo afecta, exactamente, el aire contaminado al hombre? Entre otras cosas, los estudios muestran que puede retardar la acción de los cilios... proyecciones parecidas a pelo de las células que revisten nuestros conductos del aire y que ayudan a echar los gérmenes y la suciedad de las vías respiratorias. La contaminación hasta puede causar pérdida de cilios, constricción de los conductos del aire e hinchazón o crecimiento excesivo de las células que forman el revestimiento de nuestros conductos del aire. Por otra parte, la contaminación del aire hace más difícil la respiración. Y parece que los efectos principales de algunas sustancias contaminantes debilitan las defensas del cuerpo contra diversos virus y bacterias.
Los efectos de la contaminación del aire van desde pesadez hasta enfermedades mortíferas. Un grupo de investigadores, que publicó un informe en el American Journal of Public Health, ha descubierto una asociación estrecha entre la exposición regular a la contaminación del aire y el asma y el eczema en niños de menos de quince años. Algunas pruebas de laboratorio han enlazado ciertas sustancias contaminantes del aire con el cáncer de los pulmones, la pulmonía y el enfisema. Y las enfermedades del corazón pueden ser agravadas, puesto que la carga que lleva el corazón es aumentada por el anhídrido carbónico, que puede hacer que disminuya el contenido de oxígeno en la sangre.
Las estadísticas subrayan el efecto que la contaminación del aire tiene en la salud. Así, el número de muertes por cáncer de los pulmones entre los que viven en las zonas rurales y no fuman es la décima parte del número de las muertes que ocurren en las zonas urbanas, y el número de las muertes similares entre los fumadores que viven en las secciones rurales es la mitad del número de muertes entre los fumadores que viven en las ciudades. Las enfermedades graves de los pulmones entre los carteros de Londres tienen una incidencia de 25 a 50 por ciento mayor que entre los carteros que viven en poblaciones pequeñas. Investigadores que hablan con autoridad dicen que las muertes por bronquitis disminuirían de un 25 a un 50 por ciento si la contaminación del aire en general se redujera a los niveles que imperan en zonas urbanas que tienen aire limpio.—Medical World News, 20 de noviembre de 1970.
¿Qué puede usted hacer en cuanto a ello? Los investigadores creen que hay maneras de enfrentarse a cierto grado a la contaminación del aire.
Varios informes hablan de la eficacia de las vitaminas A y E como ayudas para contrarrestar los efectos de la contaminación del aire. Por ejemplo, en junio de 1970 el Instituto de Investigación Battelle-Northwest patrocinó un simposio sobre la contaminación y la bioquímica de los pulmones al cual asistieron unos 200 científicos. Informando sobre el simposio, Chemical and Engineering News del 29 de junio de 1970 dijo: “Parece que las vitaminas desempeñan un papel mucho más vital en salvaguardar a los pulmones de los estragos de sustancias contaminantes del aire de lo que generalmente se ha comprendido.” Se indicó que las vitaminas A y E “ayudan a mantener la salud de los pulmones... la vitamina E puede proteger a la vitamina A de ser destruida por sustancias contaminantes del aire, mientras que la vitamina A dirige la formación de células saludables en el revestimiento del pulmón.”
Por mucho tiempo los investigadores científicos han sabido que la vitamina A es importante para tener membranas mucosas, paredes celulares y cilios saludables. De hecho, un informe en el Times de Nueva York del 25 de octubre de 1966 mencionó al científico Dr. Umberto Saffiotti, quien descubrió que la vitamina A inhibió el desarrollo del cáncer de los pulmones en pruebas con animales de laboratorio. En las pruebas, sometió a más de cien hamsters [roedores] a benzopireno, un producto extensamente esparcido de la combustión que se halla en el humo y la descarga de los autos. De 53 animales que recibieron únicamente sustancia contaminante del aire, 16 contrajeron cáncer de los pulmones. De 60 animales protegidos por la vitamina A, solo cinco desarrollaron tumores, y cuatro de éstos no eran malignos.
Algunos investigadores creen que la vitamina E puede impedir las enfermedades de las vías respiratorias producidas por la contaminación del aire. El Dr. D. B. Menzel, director tecnológico de nutrición y alimento, dijo en una conferencia científica en Miami: “Las pruebas de laboratorio en ratas muestran que las que se fortalecen con vitamina E viven el doble que las ratas no fortalecidas en un ambiente que simula concentraciones de smog como las que se hallan sobre Los Ángeles o Tokio en un día malo.”
Menzel dijo entonces: “Esta investigación sugiere un efecto protector definitivo de los antioxidantes de la grasa, como la vitamina E, contra el daño biológico por sustancias fotoquímicas contaminantes del aire como el ozono y el bióxido nitroso.”
En consecuencia, los investigadores creen que la vitamina E ayuda a los tejidos del cuerpo a enfrentarse a una falta de oxígeno. Evidentemente produce mejor circulación del oxígeno por los vasos sanguíneos.
Muchos especialistas de la nutrición e investigadores también creen que la vitamina C sirve para combatir los efectos de la contaminación del aire. Un experimento que se llevó a cabo en la Universidad de California reveló que a las células vegetales fortalecidas con vitamina C se les ayudaba a vencer el daño que causa el smog. Se cree que la vitamina C neutraliza los efectos de los venenos.
Además, “algunos venenos del smog pueden ser contrarrestados con la vitamina B,” informa el libro Our Poisoned Earth and Sky. “Se informa que el hígado desecado [rico en vitamina B], restauró completamente, en una semana, la vitalidad de un hombre que había quedado severamente debilitado por un año después de haber sido envenenado por vapores emanados de una elaboración de plástico.”
Por supuesto, no todas las autoridades concuerdan en que estas vitaminas sean útiles para combatir la contaminación del aire, pero muchas creen que la evidencia va apoyando cada vez más el punto de vista de que son provechosas.
De todos los órganos del cuerpo, el hígado desempeña un papel fundamental en remover las toxinas de los muchos venenos que por lo general pueden afectar al hombre, sea que vengan por el conducto digestivo o por las vías respiratorias. De modo que es provechoso cuidar uno su hígado. Los doctores que se especializan en los métodos naturales de curación creen que ciertos alimentos son especialmente provechosos para el hígado. Por ejemplo, mencionan alcachofas, arroz moreno, zanahorias bien ralladas, peras secas, mangos y rábanos. “Probablemente el rábano sea la mejor medicina del hígado que tengamos en casa,” dice uno de estos doctores, que cree que el rábano ayuda al hígado si se come con frecuencia y en cantidades pequeñas.
A menudo también se dice que la vitamina C es valiosa para la salud del hígado. Por ejemplo, un experimento que se llevó a cabo en la Universidad de Cairo envolvió el poner inyecciones de tetracloruro de carbono en unos ratones. Los investigadores descubrieron que ninguno de los ratones que recibió dosis grandes de vitamina C murió. Sin embargo, cinco de los ratones que recibieron tetracloruro de carbono sin vitamina C murieron después de setenta y dos horas. Según estos investigadores, una manera en que la vitamina C protegió a los ratones fue impidiendo la muerte de las células del hígado.
El Dr. Klaus Schwarz, del Instituto Nacional de la Salud, cree que la vitamina E es importante para la buena salud del hígado. Las pruebas demostraron que las ratas privadas de vitamina E padecían de degeneración del hígado.
Diversas autoridades mencionan otras ayudas para enfrentarse a la contaminación del aire. Por ejemplo, una ayuda para respirar mejor, y para mejor salud en general, es cuidar de beber bastante agua. El respirar apropiadamente requiere bastante humedad, y por eso asegúrese de que su cuerpo obtenga suficiente agua.
Otra cosa que uno puede hacer para proteger los pulmones es tratar de mantener una humedad relativa saludable: Aproximadamente 40 ó 50 por ciento. Cuando la humedad es demasiado baja las membranas mucosas se secan, y entonces es probable que sean irritadas por las sustancias que contaminan el aire.
Un artículo alimenticio específico que algunos especialistas de la nutrición dicen que es valioso como antídoto contra la contaminación es el ajo. Según investigación hecha en Alemania, se dice que dilata los vasos sanguíneos y ayuda a remover las toxinas de todo el cuerpo.
También son importantes para vigorizar su resistencia a la contaminación el descansar y dormir lo suficiente, y aprender a aflojar la tensión corporal si usted tiende a estar tenso gran parte del tiempo.
Algunas personas que están enfermas de las vías respiratorias encuentran que un filtro para el aire es útil, aunque requiere un desembolso. Muchos filtros para el aire son máquinas pequeñas que hacen circular el aire de la habitación a través de una capa delgada de carbón de leña activado, siguiendo el mismo principio de las máscaras contra gases. Sin embargo, algunas máquinas que han sido anunciadas como ayuda para controlar la contaminación del aire en los hogares producen como derivado ozono, que es una sustancia contaminante del aire en sí. Por eso el Times de Nueva York recientemente publicó una noticia con los titulares “ARTEFACTO PARA ‘AIRE LIMPIO’ EMITE SUSTANCIA CONTAMINANTE. Vendido para los hogares, el precipitante también produce ozono.” El que desee comprar un artefacto de filtrar el aire debe investigar antes de comprarlo.
También, algunas personas que viven en ciudades grandes donde hay mucha contaminación del aire hacen viajes de fines de semana al campo de vez en cuando. El pasar un día y medio o dos días en una granja o en el bosque, puede serle de mucho provecho a uno, aunque no tenga una enfermedad del corazón o de los pulmones.
El aumento constante en el problema de la contaminación hace patente que jamás se resolverá. Pero algunas de las sugerencias ya dadas aquí quizás le resulten provechosas en su batalla personal contra los efectos de la contaminación del aire en su salud.
¿Puede uno hacer algo en cuanto a la contaminación?
LA MAYORÍA de la gente difícilmente disfrutaría de vivir en un basurero. Sin embargo, cuando uno oye de advertencias respecto a la contaminación del aire, derrames de petróleo, lagos “muertos” y precipitación radiactiva causada por accidentes nucleares, o cuando ve calles y parques atestados de basura, razonablemente pudiera preguntarse si nuestra hermosa Tierra no está siendo convertida en eso... en un basurero mundial.
A menudo se piensa que la contaminación o polución es un indeseable, pero inevitable, efecto secundario de la “civilización.” Es cierto que particularmente los países altamente desarrollados están plagados por la contaminación. Sin embargo, no es la industria misma quien tiene la culpa, sino, más bien, la actitud incorrecta que despliegan muchos de los hombres que la controlan. Puede ser que no estén dispuestos a gastar dinero en construir aparatos que combatan la contaminación, o quizás estén renuentes a seguir normas que combatan la contaminación.
Esta misma actitud incorrecta —en resumidas cuentas, renuencia a poner en práctica la “ley de amor al prójimo”— es la causa de los desperdicios esparcidos por las calles y carreteras de algunos países, o en otros lugares públicos. ¿Ha visto usted alguna vez un anfiteatro o parque de pelota después de un evento deportivo? Recuerde que las personas que estuvieron presentes fueron las que hicieron que adquiriera esa apariencia.
Por eso, en realidad, la contaminación es un problema del individuo... un problema del corazón y la mente de éste. Es el resultado de una mente que se ha contaminado con valores falsos, y, posiblemente, con ignorancia; y de un corazón que ha sido contaminado por el egoísmo, la desconsideración y una indiferencia general respecto al bien de otros.
Todo el mundo puede disciplinarse para depositar la basura en el lugar donde corresponde. Adultos que desarrollan un sentido de aprecio por la nitidez y la belleza no necesitan una ley que les diga: “¡No debes arrojar basura!” Al enseñar a sus hijos a valorar esas mismas altas normas, los padres pudieran tener presente lo apropiado del franco proverbio alemán que nos recuerda que “hasta un cerdito todavía es puerco.”
El usar menos el automóvil y evitar dejar encendido el motor de éste innecesariamente puede reducir la contaminación del aire. Aun el dejar de fumar contribuye a mantener el aire limpio y sin contaminación. Claro, puede ser que nuestra contribución sea pequeña, pero el que hagamos nuestra parte promueve una buena conciencia y aumenta nuestra dignidad personal. Y si cada persona hiciera su parte y practicara la regla áuera: ‘Haz a otros lo que te gustaría que te hicieran,’ ¡imagínese lo placentera que podría ser la vida en una Tierra hermosa! Sería como estar viviendo en un parque hermoso y bien cuidado.
Hay muchas cosas prácticas que uno puede hacer para disminuir la contaminación.
Un ofensor principal es el automóvil, especialmente en cuanto a contaminación del aire. Aunque uno compre gasolina no emplomada, su auto todavía despedirá sustancias contaminadoras, en particular si uno no lo mantiene afinado. El hacer menos viajes innecesarios, y viajar en grupos que compartan un solo auto puede disminuir mucho la participación de uno en la contaminación.
El mantener los hornos domésticos en apropiada condición de funcionamiento también ayudará. ¿Y qué hay de las muchas personas que se quejan acerca de la contaminación del aire pero que entonces causan contaminación de sus propios pulmones (y de los de otros) fumando cigarrillos? ¿Qué consistencia hay en eso?
Uno puede ayudar a controlar la contaminación del agua no usándola innecesariamente, no desperdiciándola. Para lavar la ropa, uno quizás pueda comprar productos de limpieza que sean “biodegradables” y estén libres en gran parte de fosfatos, un contaminador principal.
En cuanto al terreno, ¿dónde echa usted sus desperdicios? Quizás no se dé cuenta de ello, pero todo el modo de pensar de uno sobre el problema de la contaminación puede reflejarse en lo que haga con la basura, incluso artículos menores como servilletas de papel o envolturas pequeñas. Es verdad que uno no puede hacer que otros se deshagan apropiadamente de los desperdicios y mantengan limpias las calles y los parques. Pero por lo que uno haga con los desperdicios muestra si respeta a otras personas, la propiedad de ellas, o aun la de uno.
Estas cuantas sugerencias quizás parezcan muy pequeñas en comparación con el vasto problema que existe. Esto, por supuesto, es cierto. Haga uno lo que haga para evitar la contaminación, no afectará mucho el cuadro general. Sin embargo, el hacer lo que las circunstancias de uno le permitan es importante.
ES CIERTO que algunos tenemos nuestro aparato de televisión, nuestro horno de microondas y nuestro ordenador personal. Pero, ¿dónde está nuestro aire puro, nuestro alimento sano y nuestra agua limpia? ¿Cómo es posible que una tecnología capaz de enviar al hombre a la Luna parezca incapaz de suministrarnos estas necesidades, las más básicas que tenemos? ¿A qué se debe que el rastro mortífero de la contaminación se haga cada vez más pronunciado?
A medida que aumenta la cantidad de personas que demanda los artículos facilitados por el conocimiento y la tecnología cada vez más desarrollados, la producción industrial y el comercio también aumentan. Esto significa nuevas fábricas y centrales químicas... nuevas fuentes de contaminación. Y a su vez, estas necesitan energía, de modo que hay que construir nuevas centrales energéticas. Por todo el mundo, casi cuatrocientas de esas centrales son centrales nucleares.
También está aumentando la cantidad de tiempo libre de que dispone la gente, lo que les proporciona mayores oportunidades para invadir el campo, y eso a menudo supone la contaminación del suelo, el aire y el agua, así como una amenaza a la vida vegetal y animal.
En lugar de evitar la contaminación, lo que la civilización moderna en realidad ha hecho ha sido ayudar a crearla, pues ha fomentado un punto de vista materialista que, en el mejor de los casos, simplemente es una bendición paradójica. Muchas personas responsables ahora están advirtiendo a otros de que el aumento desenfrenado conduce a la ruina. G. R. Taylor, en The Doomsday Book (El libro del día del juicio final), dice: “Hasta ahora ha parecido que el punto de vista materialista [...] tiene que triunfar. De repente, empieza a parecer que no puede triunfar”.
Efectivamente, “todo está aumentando —dice el profesor Hamerak—, incluso los problemas”. Pero hay otras razones más fundamentales por las que la lucha contra la contaminación no está dando buenos resultados.
Por ejemplo: no se sabe “prácticamente nada —dice The Doomsday Book— sobre la interacción que tiene lugar entre varios agentes contaminantes presentes al mismo tiempo”. Tampoco se sabe la cantidad de sustancias venenosas o de radiactividad que una persona puede tolerar sin sufrir efectos adversos. El toxicólogo L. Horst Grimme, de la universidad de Brema, afirma que “no es posible determinar el riesgo que resulta de la producción, uso y distribución de agentes contaminantes”. Él opina que no hay manera de determinar definitivamente a qué nivel deja de ser inocuo un agente contaminante y se convierte en perjudicial. “En muchos casos —dice—, los expertos sencillamente carecen del conocimiento suficiente para poder determinar los límites aceptables.” Además, este campo de investigación es tan reciente que nadie sabe en realidad lo que pueden llegar a ser los efectos a largo plazo o hasta los “límites aceptables”.
Una pregunta que también se plantea es cómo deshacerse de los residuos tóxicos. Este no es un problema sin importancia, pues la cantidad de residuos peligrosos generados tan solo en Europa occidental asciende a millones de toneladas al año. Para ello se utilizan seis métodos básicos de eliminación: 1) vertido directo en el mar; 2) terraplenado sanitario; 3) almacenamiento a largo plazo; 4) tratamiento físico, químico o biológico; 5) incineración en tierra o en el mar, y 6) recuperación y reciclado. Ninguno de estos métodos es completamente satisfactorio o infalible.
En una tormentosa noche del mes de marzo de 1978, el superpetrolero Amoco Cádiz perdió el control del timón y embarrancó en la costa francesa de Bretaña. Se vertieron al mar más de 200.000 toneladas de petróleo crudo, lo que causó la muerte de más de 10.000 aves, trastornó la industria ostrera, contaminó más de 160 kilómetros de playa y creó una gigantesca marea negra. Se echó la culpa a la negligencia del hombre.
En abril de 1986 ocurrió un ejemplo aún más aterrador de los fallos humanos. Un grave accidente en un reactor de la central nuclear de Chernobil (URSS) mató a unas 30 personas, puso en peligro a incalculables miles más y obligó a la evacuación de 135.000 ciudadanos soviéticos. The Wall Street Journal informa: “Muchos científicos dicen que los efectos a largo plazo en la salud de soviéticos y europeos, efectos causados por la radiación absorbida después del accidente nuclear, permanecerán sin saberse durante años. [...] [Ellos] esperan un aumento en los casos de leucemia y cáncer de pulmón, pecho y tiroides”. Según un informe aparecido en Pravda, las causas del desastre fueron: “Irresponsabilidad, una gran negligencia en el cumplimiento del deber y falta de disciplina”.
Accidentes similares han ocurrido antes. Der Spiegel dice que varias veces “la humanidad se ha librado de la catástrofe por muy poco”. Esta revista alemana afirma haber tenido acceso a 48 de los más de 250 informes archivados en la Organización Internacional de Energía Atómica sobre accidentes en reactores nucleares que se han producido en lugares tan distantes entre sí como Argentina, Bulgaria y Paquistán. Muchos de estos, así como el peligro de explosión nuclear que hubo en marzo de 1979 en Three Mile Island (Estados Unidos), se achacaron al error humano.
El hombre no solo es proclive al error, sino que también está limitado en su control de los elementos. Debido a que normalmente los vientos del centro de Europa proceden del oeste y se dirigen al este, la República Federal de Alemania tiene que soportar el aire contaminado que viene de Inglaterra, mientras que la República Democrática Alemana y Checoslovaquia reciben los peores efectos del aire contaminado procedente de la República Federal. Pero los vientos pueden ser inestables. Por ejemplo: durante el desastre de Chernobil, estos cambiaron de dirección e hicieron que Polonia, los países del mar Báltico y Escandinavia, sin hablar de la misma Unión Soviética, fueran más gravemente afectados por el aire radiactivo que otras partes de Europa.
Las personas no suelen ser honradas ni objetivas cuando informan los hechos sobre la contaminación. Mientras que los que quieren proteger el medio ambiente posiblemente exageren los aspectos negativos para apoyar sus argumentos, sus opositores quizás exageren el lado positivo. Por ejemplo: una autoridad dice lo siguiente sobre los ríos contaminados: “Una parte considerable del río Elba, vía fluvial europea muy apreciada a principios de siglo por su profusión de peces, lleva mucho tiempo biológicamente muerta”. La misma afirmación se ha hecho del Rin, especialmente después de la tragedia de Sandoz. No obstante un vocero de la industria química afirma que “aun después del incendio de Sandoz, el Rin todavía está en mejores condiciones que hace diez años”.
En sentido estricto, puede que sea verdad, pues en 1983 se vio que la legislación del gobierno contra la contaminación estaba produciendo resultados, y el Rin se estaba recuperando de modo notable. Y sobre el río Támesis, de Inglaterra, la revista National Geographic informa: “En los pasados treinta años se ha reducido la contaminación en un 90%”. Este éxito solo ha sido posible debido al esfuerzo común de todas las partes implicadas. Pero según el periodista Thomas Netter, en muchos países no se ve este esfuerzo, pues “una gran cantidad de personas todavía considera el desastre ecológico como un problema de los demás”.
Sin duda esta es una razón por la que los gobiernos tienen tantas dificultades en adoptar controles internacionales de la contaminación. Por años, Canadá y Estados Unidos no llegaron a ningún acuerdo para luchar contra la lluvia ácida. Finalmente, en 1986 hubo algunos logros. Hasta entonces, según dijo un funcionario canadiense, “la lluvia ácida era un tema que estaba tan muerto como los peces”. Y aunque en 1987 hubo 31 naciones que concordaron en reducir a la mitad la producción de espráis, los cuales parece que están destruyendo la capa de ozono de la Tierra, esta meta no se alcanzará hasta principios del próximo siglo. A fin de promover más cooperación internacional, la Comunidad Europea designó el año 1987 como el “Año del Medio Ambiente”.
Sin embargo, mientras la gente codiciosa contamine deliberadamente el medio ambiente por afán de lucro, o la gente egoísta lo haga por su propia conveniencia, poco se conseguirá. El éxito depende de preocuparse por el bienestar de los demás y estar dispuestos a aceptar la responsabilidad personal. “El control de la contaminación comienza en el hogar, de eso estoy convencido” dice Klaus Töpfer, ministro alemán del Medio Ambiente. De modo que cada ciudadano debe poner su granito de arena. El pequeño puede señalar farisaicamente al grande —las centrales químicas y las fábricas—;
Cantidad aproximada de toneladas de residuos tóxicos producidos en un año reciente
Finlandia 87.000
Suecia 550.000
Suiza 100.000
Gran Bretaña 1.500.000
Noruega 120.000
Francia 2.000.000
Países Bajos 280.000
R. F. de Alemania 4.892.000
Obstáculos en la lucha del hombre contra la contaminación
▪ Crecimiento incontrolado
▪ Conocimiento insuficiente
▪ Fallos humanos
▪ No poder controlar los elementos
▪ Falta de consideración egoísta por el bienestar de los demás
Protección personal contra la contaminación
▪ Cuide su estado de salud general mediante hacer regularmente suficiente ejercicio y obtener el descanso necesario
▪ Evite el fumar, el abuso del alcohol y las drogas y otros hábitos que debilitan los mecanismos de defensa del cuerpo
▪ Evite exponerse excesivamente al sol
▪ Use un filtro para el agua si existe peligro de agua contaminada donde vive
▪ Evite en lo posible alimentos que contengan aditivos químicos
▪ Evite medicación innecesaria, pues casi todos los medicamentos producen efectos secundarios
▪ Coopere con las regulaciones legales destinadas a reducir la contaminación
Gran parte del abastecimiento mundial de alimentos se pierde cada año debido a insectos o animales dañinos. Según un cálculo aproximado, ¡se pierden más de 40% de las cosechas! Por eso, tan solo en 1979 se produjeron unos 2.900 millones de kilogramos de pesticidas... ¡mucho más de medio kilogramo por cada persona que hay en la Tierra! Muchos de esos productos químicos —algunos de los cuales no se descomponen fácilmente— se adhieren a nuestras hortalizas y frutas, o entran en la cadena alimentaria y se acumulan en la carne que comemos. Pesticidas que se han prohibido en los Estados Unidos, debido a que causan defectos congénitos y cáncer en animales de laboratorio, todavía se producen y se venden a otros países; los Estados Unidos los reciben de vuelta en muchos de los alimentos que importan.
Así que prácticamente todo el mundo en la Tierra tiene en el cuerpo una pequeña cantidad de esos agentes contaminadores. Nadie puede decir con certeza cuán peligroso es precisamente esto... especialmente a la larga. Sin embargo, el comer alimento contaminado con pesticidas provoca ataques de asma, erupciones cutáneas y dolores de cabeza a algunas personas.
Aunque casi toda el agua potable se puede beber, experiencias como las de Egg Harbor, Nueva Jersey (E.U.A.), se están multiplicando. En 1981 un vertedero de desechos químicos que tenía un escape había contaminado el agua subterránea cercana. El agua subterránea de Nueva Jersey es uno de los numerosos sistemas de agua potable que se mantienen suspendidos bajo el suelo, y estos sistemas suministran agua potable a más de la mitad de la población del país. Una vez que un sistema de agua como ése se contamina, generalmente no hay manera de limpiarlo.
“NO BEBA DE ESTA AGUA. ESTÁ ENVENENADA. CONTIENE SUSTANCIAS QUÍMICAS.” Este rótulo, que colgaba en la cocina de un hogar de Egg Harbor, fue un doloroso recordatorio de que por todo el estado de Nueva Jersey y demás estados vecinos se han clausurado centenares de pozos. Muchos residentes atribuyen accesos de tos bronquial, dolencias renales, trastornos nerviosos y erupciones cutáneas a las sustancias químicas tóxicas. Algunos de estos síntomas desaparecen cuando las víctimas se van temporalmente de la zona o comienzan a utilizar agua embotellada. Teniendo presente que por todo el país quizás haya miles de vertederos de desechos químicos parecidos al susodicho, un ex funcionario de la Agencia para la Protección Ambiental (E.U.A.), Eckhardt Beck, declaró: “Esto se convertirá en la espeluznante historia ambiental de la década de los ochenta”.
Por todas partes se cree que la contaminación del aire en las ciudades puede causar o agravar las enfermedades crónicas del corazón y de los pulmones, especialmente entre las personas de edad avanzada, los enfermos y los niños recién nacidos. No obstante, todavía es un asunto polémico hasta qué grado es perjudicial dicha contaminación; el aplicar mejores controles ha ayudado en algunas ciudades. Sin embargo, la contaminación del aire contribuye a la tensión nerviosa. Un estudio que se llevó a cabo entre la población de clase media de una ciudad grande de los Estados Unidos reveló que en zonas donde hay un alto grado de contaminación ambiental la cantidad de muertes debido a enfermedades cardíacas causadas por la hipertensión arterial es 80% mayor que la de las zonas donde hay una menor concentración de contaminación.
El Dr. Herbert Needleman analizó los niveles de plomo en los dientes de leche de 2.146 alumnos normales entre las edades de cinco y seis años. Luego hizo que los maestros clasificaran la conducta de cada niño. Los resultados fueron éstos: mientras mayor era el nivel de plomo, ¡peor era la conducta del niño! Se hicieron hallazgos parecidos en Canadá, Alemania e Inglaterra. Hay creciente alarma.
Uno puede ingerir plomo en forma de trocitos o polvo de pintura vieja, puede inhalarlo de los gases de escape producidos por la gasolina con plomo, y el plomo puede hasta mezclarse con nuestro alimento. “La mitad de la cantidad de plomo que hay en el régimen alimentario de los estadounidenses probablemente se origina de latas soldadas con plomo, pues esos envases contaminan su contenido unas diez veces más, y los alimentos enlatados constituyen alrededor de 20% del régimen alimentario”, fue la conclusión a la que llegaron dos científicos de California, E.U.A.
Los adultos absorben 10% del plomo que ingieren; los niños absorben hasta 50% de él. Estos últimos también absorben con mayor rapidez lo que inhalan. El sistema nervioso (en desarrollo) de ellos es especialmente vulnerable. Aunque entre los síntomas de los niños que padecen de un envenenamiento leve con plomo están la torpeza, los dolores de estómago, el que se nieguen a jugar, la irritabilidad, la fatiga y la pérdida de apetito, a menudo los padres los pasan por alto, y el estado de salud puede empeorar.
Muchas veces los efectos de la contaminación ambiental se intensifican grandemente debido a un estilo de vida imprudente. “Las personas que trabajan con asbesto corren un riesgo de morir de cáncer pulmonar siete u ocho veces mayor que la población normal. No obstante, si fuman —reveló el Dr. Selikoff— el riesgo que corren es 92 veces mayor.” El fumar es una de las razones por las que la contaminación del aire dentro de muchos lugares es peor que la contaminación del aire afuera, y a menudo es más peligrosa para la salud.
Sus hábitos de alimentación son también un factor relacionado con el asunto. Los Dres. Lonsdale y Shamberger, de los Estados Unidos, informaron que habían tratado a varios jóvenes que eran más irritables que lo normal y que habían manifestado perturbadores cambios de personalidad. Un régimen continuo de alimentos de poco valor alimenticio había creado una deficiencia de vitamina B1 (tiamina). Los síntomas desaparecieron después de comenzar a ingerir suplementos de tiamina y efectuar cambios en el régimen alimentario de ellos.
Por lo tanto, hay muchos factores relacionados con las respuestas a las siguientes preguntas: ¿Sufre usted debido a la contaminación ambiental? ¿Qué puede hacer usted al respecto?
La historia de una familia que experimentó los peligros de vivir en la zona del notorio canal de Love
CIENTOS de personas esperaban nerviosamente en fila, aguantando el sofocante calor. Apenas había una brisa en la mal ventilada escuela convertida ahora en centro de exámenes físicos de emergencia. Se temía lo peor.
Algunas mujeres gemían. Unos niños gritaban mientras se les perforaba la piel con agujas para sacarles muestras de sangre. Todos temían los resultados. ¿Se hallaría que su sangre estaba contaminada con sustancias químicas?
Entre estas personas estaban Jean Guagliano y sus cuatro hijos. Su esposo, críticamente enfermo, había sido sometido a cirugía mayor y se hallaba en un hospital. Dos de sus hijos estaban llorando. Frankie, de cinco años de edad, decía repetidas veces en tono de ruego: “¡Tengo miedo, mamá, tengo miedo!” El día antes, se había declarado que el vertedero con escapes de sustancias químicas —el canal de Love— situado al lado de su casa, “representaba un peligro grande e inminente a la salud [de ellos].”
“Era como un sueño... como una horrible pesadilla,” dijo Jean.
No obstante, mientras pasaba aquellas cinco horas esperando en el calor y la confusión, Jean no podía menos que rememorar los extraños acontecimientos que habían tenido lugar durante los ocho años de su vida en el canal de Love.
Sucesos extraños
A los niños les encantaba jugar en el vertedero. “¿Recuerdas aquellas ‘rocas de fuego’?” pregunta la madre. “Claro que sí,” contesta Michael. “Las tirábamos contra el concreto y creaban un brillante resplandor. Nos divertíamos haciendo aquello. Pero en realidad lo más extraño del vertedero era la manera en que parte de la tierra continuamente cambiaba de color. Era rosada, luego roja, color púrpura, anaranjada, verde... ¡hasta azul!”
Pero había peculiaridades más graves... los olores sofocantes que ahogaban a Jean cuando ella cruzaba el canal con los niños al llevarlos a la escuela; el moho negro que atravesaba las paredes sin que se le pudiera contener; el pobre perrito vecinal cuya nariz negra se le había quemado hasta que solamente quedó un pequeño fragmento de color rosado nauseabundo; los niños cuyos pies siempre tenían ampollas y se les pelaban después que caminaban descalzos en el vertedero; y ella misma, que constantemente tenía terribles dolores de cabeza.
Su hijita de ocho años de edad entraba y salía del hospital... y frecuentemente tenía que recibir cuidado intensivo. Con el tiempo tuvo que someterse a cirugía debido a un grave problema de los riñones y la vejiga. Frankie también tuvo problemas: mientras dormía cerca de un conducto para la calefacción por el cual subían vapores desde el sótano, repentinamente dejó de respirar y se le detuvo el latido del corazón. Lo único que lo salvó fue la acción rápida de un equipo de médicos.
Los vecinos de Jean sufrieron también. Los abortos, los defectos congénitos, el asma, erupciones crónicas de la piel, el cáncer y los tumores se convirtieron en temas corrientes de conversación. Por fin se llegó a una crisis.
Se declara una emergencia
El 2 de agosto de 1978, el comisionado de Sanidad declaró que había un estado de emergencia relacionado con la salud de los habitantes del canal de Love. Esta decisión resultó en que se llevaran a cabo los análisis de sangre. Al regresar a casa después de esta penosa experiencia, Jean y los niños reflexionaron sobre el futuro. La orden relacionada con la salud recomendaba que toda mujer que estuviera encinta y personas que tuvieran hijos de menos de dos años de edad “se mudaran de sus hogares tan pronto como fuera posible.” Pero Frank, el esposo de Jean, todavía estaba hospitalizado.
Pruebas del aire que la familia estaba respirando confirmaron que había peligro. ¡En su hogar se hallaron nueve diferentes vapores de los cuales se sospechaba que causaban cáncer! “Pero, ¿cuánto hay de estos vapores?” preguntó Jean a manera de ruego. El funcionario respondió impasiblemente: “Los instrumentos registran más de 300 para su hogar.”
“Y, ¿qué significa eso?” preguntó Jean, sintiéndose tan asustada ahora que apenas podía contener las lágrimas. “Bueno,” admitió el funcionario, “‘cero’ es la medida que no encierra ningún peligro, ¡pero en los hogares de algunos de sus vecinos el registro es de más de 1.000!”
La familia se dio cuenta de lo que sería inevitable para ellos. Pero, como muchas otras personas, los Guaglianos no tenían adónde ir. Además, debido a la hipoteca que la mayoría de estas personas estaban pagando sobre sus hogares no podían pagar alquiler en otro lugar. No parecía que tuvieran esperanza alguna de poder vender sus casas... ¿quién las compraría? Estaban viviendo encima de un pozo negro de desechos químicos que ya habían invadido sus hogares y posiblemente sus cuerpos.
Para impedir el pánico, los funcionarios gubernamentales organizaron reuniones con los residentes. Para entonces, Frank ya no estaba en el hospital y por lo tanto asistió a las reuniones con Jean.
“¡Nos están dejando morir!”
Podía sentirse la tensión a medida que llegaban los funcionarios del gobierno. El temor tenía en perplejidad y aturdidas a muchas personas. La gente tenía los ojos rojos del llanto. Algunas madres, abrazando a sus hijos, gemían abiertamente. Un hombre corrió para hablar a un funcionario y rogarle que hiciera arreglos para mudar a sus hijos de allí. Cuando no se le dio ninguna seguridad de que esto se haría, el hombre cayó al suelo y se puso a llorar histéricamente.
“Algunas personas gritaban y les mostraban los puños a los funcionarios,” dijo Frank, “mientras que otras les imploraban.” Los funcionarios trataban de tranquilizarlas diciéndoles que sus vidas no estaban en peligro inmediato. Una mujer señaló al canal y chilló: “¡Sea lo que sea que esté allí, está dentro de nosotros ahora!” Un funcionario fue atacado. La mujer que lo atacó había abortado cuatro veces debido al efecto de aquel ambiente.
“¡Ustedes nos están dejando morir!” gritó un hombre. “¡Van a quedarse allí contemplándonos mientras morimos!” Sin embargo, sí llegaron fondos del gobierno para comprar aproximadamente 240 casas, las cuales serían evacuadas.
Pronto, primero en cantidades pequeñas y luego en masa, la gente se fue. Los Guaglianos estuvieron entre los últimos en irse, y se encontraron detrás de una cerca de cadenas eslabonadas que medía unos 2,5 metros, erigida por el gobierno para aislar una zona que abarcaba seis manzanas. “Por dos meses vivimos detrás de aquella cerca verde,” agregó Jean. “Era espantoso saber que el peligro todavía estaba presente y que no podíamos alejarnos de él.”
Una por una las casas de sus vecinos se vaciaron y las puertas y ventanas fueron condenadas con tablas de madera. Dijo Frank: “Antes, había mucho bullicio en el vecindario —el ruido de niños que jugaban, cortadores de césped, automóviles— pero repentinamente vino un silencio profundo, demasiado profundo. Parecía que estábamos en la calle de la muerte.” Con todo, todavía no se había hecho el descubrimiento más horrible.
¿Qué hay, realmente, en el canal?
Se cavaron pozos de prueba, no solo para analizar el contenido químico del canal, sino también para vaciar parte de su contenido en unas zanjas. Más de 80 diferentes sustancias químicas fueron identificadas inmediatamente. En su libro Laying Waste: The Poisoning of America by Toxic Chemicals (1980) (Asolamiento: El envenenamiento de los Estados Unidos por sustancias químicas tóxicas), Michael Brown, periodista de la localidad, describe el peligro de aquellos compuestos químicos:
“Hemos llegado a saber que los toneles que se echaron en el canal contenían una mezcla de sustancias químicas verdaderamente parecida a una cocción de brujas, mezclas químicas que tienen un grado de toxicidad realmente asombroso. Había disolventes que atacan el corazón y el hígado, y residuos de pesticidas que son tan peligrosos que el gobierno en años posteriores ha restringido o prohibido del todo su venta comercial; hay fuertes sospechas de que algunos de éstos causan cáncer.”
La empresa química Hooker, según se informa, admitió que había echado allí 200 toneladas de triclorofenol, un residuo químico que resulta de la fabricación de ciertos herbicidas. Usted quizás piense: ‘Pues, es simplemente otro producto químico.’ “Pero nosotros pronto nos hicimos ‘peritos en la química,’” dijo Jean. “Llegamos a saber que cuando se elabora el triclorofenol uno de los productos secundarios de esa elaboración suele ser una dioxina.”
Frank interpuso: “Esta dioxina es tan venenosa que con 85 gramos de este tóxico en el agua de la ciudad de Nueva York ¡se eliminaría a todos los habitantes de la ciudad!” Si se pone en contacto con la piel, este gas invisible e inodoro causa lesiones, y aun en cantidades microscópicas puede originar cáncer y defectos congénitos. No se conoce remedio alguno que pueda curar los males que causa este gas, ni antídoto alguno para evitarlos. La situación se hizo muy tirante a medida que los obreros se pusieron a cavar zanjas de drenaje y éstas se fueron acercando al canal mismo. ¿Llegarían los obreros a perforar un barril viejo y hacer que subiera una nube explosiva de sustancias químicas venenosas?
“La encontramos.” Esta fue la espantosa comunicación del Dr. David Axelrod, uno de los peritos de sanidad. “La dioxina está en una zanja de drenaje detrás de la calle 97”... ¡la calle donde vivían los Guaglianos! Era particularmente escalofriante saber que parte de los 59 kilogramos de dioxina había salido del vertedero. Pues como los brazos de un gigantesco pulpo, corrientes o crecidas subterráneas habían conducido los residuos químicos, incluso la dioxina, a una distancia considerable del canal y, en algunos casos, en altas concentraciones. “Y nosotros vivíamos precisamente encima de una de esas zonas ‘mojadas,’” dijo Jean.
¿Cuántos otros casos como el del canal de Love se van desarrollando?
“HAY miles de estos vertederos por todas partes del país. Lo que sucedió en el canal de Love bien pudiera ser el primero de muchos casos futuros parecidos.” Así informó el Dr. Clark Heath, del Centro Federal para el Control de las Enfermedades. “La situación en el canal de Love es solo una muestra del gran problema.” ¿Es una exageración lo que él dijo? Considere lo siguiente:
LUISIANA... pantanos mortíferos. El pantano del Diablo, que antes abundaba en fauna, casi fue destruido cuando se vertieron en él millones de litros de sustancias químicas mortíferas. Los pastos cercanos se contaminaron, lo cual resultó en la muerte de 149 reses. Más de 220 hectáreas de terreno fueron totalmente envenenadas. La gente de un sector residencial cercano a otro pantano despertaba de noche asfixiándose. Los perros que corrían por los bosques salían con porciones del pelo cayéndoseles. En uno de los 40.000 vertederos que, según informes, hay en el estado, un camionero encargado de disponer de desechos químicos murió como resultado de los vapores tóxicos.
IOWA... ‘La situación local hará que el canal de Love parezca agradable.’ Cerca de la ciudad de Charles, los Laboratorios Salsbury vertieron un sinnúmero de toneladas de desechos químicos en un sitio de donde anteriormente se extraían arena y guijos. Se informa que estos desechos constaron de 28.300 metros cúbicos de mortíferos residuos de arsénico. ¡Ya se ha hallado contaminación química en las aguas subterráneas de las cercanías, en un río cercano y en los pozos de la ciudad de Waterloo, a una distancia de 80 kilómetros! “El número de casos de cáncer de la vejiga es más alto de lo normal” en esa zona. Pero el peligro inmediato está relacionado con el cercano estrato acuífero (aguas subterráneas naturales) que proporciona agua a unas 300.000 personas. Charles Miller, funcionario del Departamento de Calidad Ambiental, advirtió: “Si esta materia se mete en el estrato acuífero y se extiende, la situación local hará que, en comparación, el canal de Love parezca agradable.”
TENNESSEE... 300.000 barriles de veneno. Se informa que la Corporación de Productos Químicos Velsicol, del condado de Hardeman, enterró esa cantidad de barriles en zanjas bajo un metro de tierra. Pesticidas que están proscritos, y que son 40 veces más poderosos que el DDT, se separaron de otras sustancias por lixiviación y entraron en el agua subterránea. Pozos cercanos fueron cegados cuando los residentes se quejaron de mareos, caída del cabello, dolor en los riñones, desórdenes del hígado, problemas respiratorios, náuseas, entumecimiento de las extremidades y hasta malformaciones congénitas.
NUEVA JERSEY... “Uno de los lugares más peligrosos de los Estados Unidos,” es como un funcionario describió el sitio cerca de Elizabeth donde la Corporación de Control Químico almacenó 34.000 barriles de residuos químicos cuyo contenido estaba escapándose. Recientemente se evitó un desastre de alcance monstruoso cuando se removieron 10.000 de estos barriles, los que contenían los desechos químicos más mortíferos. El 22 de abril de 1980 aconteció lo peor. Estalló en llamas este sitio, que dista solo unos cuantos minutos de la ciudad de Nueva York, donde viven 8 millones de personas. El calor intenso hizo que algunos de los barriles saltaran disparados como cohetes hasta la altura de 60 metros. A medida que se fue formando una inmensa nube negra, se temía que la contaminación química se extendiera sobre una gran área. Gracias a vientos favorables, no sucedió así. “Nos salvamos por un pelo del desastre,” declaró el director de Sanidad, Bienestar y Viviendas de la ciudad de Elizabeth. En menos de una semana, otro fuego de sustancias químicas ocurrió en Bayonne. Desde entonces ha habido fuegos en otros sitios. Se informa que la proporción de cáncer entre los residentes de estas áreas es una de las más elevadas de la nación.
Inglaterra, México, el Japón y el Canadá también han informado que están teniendo problemas con el almacenamiento y el vertimiento ilegal de desechos tóxicos. Actualmente se considera que los residuos químicos son los peores contaminantes del agua porque resisten los procesos naturales de descomposición y tienden a acumularse en el cuerpo de los animales y los seres humanos.
Sin embargo, “en muchas ciudades el agua potable contiene centenares de sustancias químicas,” informa un funcionario federal de sanidad. “No sabemos cómo reaccionan estas sustancias cuando se combinan. ¿Es suma, multiplicación o cancelación?” Los efectos de largo plazo de estas sustancias se producen tan gradualmente que es difícil detectarlos, hasta que se hace obvio el daño —cáncer, defectos congénitos y así por el estilo— ¡entonces, por lo general, es demasiado tarde!
Miles de hectáreas de tierra por todo el mundo han quedado contaminadas. “Es como una pesadilla,” se lamentó David Evill, residente de Luisiana. “Pero la pesadilla es una realidad, y la tierra es la nuestra, y ha sido destruida para siempre.”
Sin embargo, ¿habrá modos de resolver el problema de tratar con los desechos químicos? ¿Qué se puede hacer? ¿Habrá alguna solución satisfactoria para esta crítica situación?
Según la EPA, en los Estados Unidos hay de 32.000 a 51.000 depósitos de desechos químicos. Más de 2.000 contienen barriles en estado de descomposición y rotos y pudieran convertirse en “peligros inminentes para la salud”
MÉTODOS TENIDOS POR MÁS SEGUROS PARA LA ELIMINACIÓN DE RESIDUOS
INCINERACIÓN A ALTA TEMPERATURA Algunas sustancias químicas se hacen inocuas al quemarlas a temperaturas muy elevadas... hasta de 1.300 grados centígrados.
FIJACIÓN QUÍMICA Se puede hacer que algunos residuos reaccionen con otra sustancia química y se pongan duros como el cemento; entonces, en esta forma, según se dice, pueden enterrarse sin peligro.
LABRANZA DE DESECHOS Algunos residuos de compuestos orgánicos han sido enterrados al arar tierra; en el terreno, ciertas bacterias pueden hacerlos inocuos.
DESINTOXICACIÓN POR MICROONDAS Y PLASMA Se dirigen microondas a intensidad elevada hacia un gas portador, usualmente oxígeno, y se crea una masa incandescente. El desecho se descompone al inyectarse en este plasma.
NO CABE duda de ello: la Tierra tiene tremendas y casi inagotables reservas dentro de sí para restaurarse si solo se le da la oportunidad de hacerlo. E, igualmente, hay poca duda de que el hombre con sus medios científicos y tecnológicos pueda cooperar con las fuerzas de la Tierra para restaurar y mantener un equilibrio ecológico. Pero ¿hace esto que los hombres de ciencia, como los biólogos y ecólogos, contemplen el futuro con optimismo? ¡De ninguna manera!
Así sucede que el Dr. Szent-Gyorgyi, uno de los principales biólogos norteamericanos, dice que el hombre puede escoger qué proceder quiere seguir: “¿Hacia un futuro brillante, o hacia el exterminarse? Ahora mismo estamos en camino a la exterminación.” Sí, según lo que dice él, la perspectiva es “muy sombría.” Y habla como científico eminente con más de 50 años de experiencia. El biofísico Dr. John Platt se expresa de modo similar. Él insta a que se consiga la ayuda de eruditos, como los científicos naturales y sociales, médicos, ingenieros, maestros y personas de habilidad inventiva a fin de salvar el ambiente. Pero advierte que aun con la ayuda de todos éstos, “no hay garantía de que se puedan resolver estos problemas, o resolverlos a tiempo, prescindiendo de lo que hagamos.”
¿Por qué son tan pesimistas estos hombres? Porque el hombre está perdiendo en su lucha contra la contaminación. Se están arrojando cada vez más productos nocivos en los océanos, y la contaminación de éstos causada por los derrames de petróleo aumenta. En algunos casos los esfuerzos por disminuir una causa de la contaminación del aire han resultado en otra contaminación, y ésta de una clase aun más grave. Un ejemplo es la lucha que California ha desempeñado contra la contaminación del aire. Aunque tiene las leyes más estrictas del país, los informes noticieros dicen que está “perdiendo la lucha contra la contaminación en todos los frentes,” y “la triste realidad es que la contaminación del aire” allí “está peor que nunca.”
¿Por qué?
¿Por qué es tan triste, tan desfavorable la perspectiva total? ¿A qué se debe? Sin duda una razón es que el asunto de mantener habitable el ambiente del hombre no es simplemente asunto de interés nacional, sino de interés internacional. Los autores Ward y Dubos, en su libro Only One Earth, explican: “El problema de la contaminación global del aire es tal que los gobiernos individuales no están capacitados para proveer protección eficaz.” Según ellos, “la interdependencia global del hombre ha llegado al punto en que requiere . . . una nueva capacidad para tomar decisiones globales y para proporcionar cuidado global,” es decir, “requiere un comprometimiento nuevo a responsabilidades globales.” ¿Pero qué esperanza hay de que se asuman estas responsabilidades globales y de que haya cooperación global? Realmente muy poca, al juzgar por el registro pasado.
La Encyclopædia Britannica (1974) explica por qué es así. Después de decir que el hombre tiene el conocimiento tecnológico para impedir el arruinamiento de la Tierra, sigue mostrando que los problemas del decenio actual “no son problemas de la ciencia y tecnología sino de los arreglos y funcionamiento de instituciones humanas y de las actitudes de individuos.”
J. F. Cassel, escribiendo para Environmental Ethics, lo expresa más francamente: “El problema básico de la ecología humana contemporánea es el egoísmo... y el egoísmo ha echado raíces. El sueldo del pecado es la muerte. ¡El mundo biótico está muriendo!” ¡Y qué egoísmo más falto de perspicacia es éste! El científico Szent-Gyorgyi llega a la conclusión de que la dificultad se debe a que la gente “está bajo la terrible tensión de idiotas que gobiernan al mundo y [se está] moviendo inexorablemente e insensatamente hacia la calamidad final.”
Por lo que usted ha observado, probablemente concuerde con cierto funcionario estadounidense, eminente y preocupado, que declaró: “Si un hombre, por medio de un acto egoísta, puede beneficiarse a sí mismo aunque perjudique a la comunidad, es muy probable que ejecute ese acto.” Sirve para ilustrar la realidad de eso un informe que mostró por qué las empresas de servicios públicos cumplían tan lentamente con las órdenes gubernamentales de instalar equipo para controlar la contaminación. Cada año que una de esas empresas demoraba la instalación de un millón de dólares de esa clase de equipo ahorraba un cuarto de millón de dólares. ¡Esto nos ayuda a entender por qué las empresas de servicios públicos en los Estados Unidos gastan ocho veces más dinero en publicidad que en investigación destinada a ayudar a resolver los problemas de contaminación a los cuales ellas mismas contribuyen! Acertadamente dijo el lord Ritchie-Calder: “La contaminación es un crimen compuesto de ignorancia y avaricia.”
En la Encyclopædia Britannica (1974) se hace notar: “La Tierra es un medio ambiente idóneo para la vida. Está precisamente a la debida distancia del Sol para no recibir demasiada ni muy poca luz solar. La velocidad con que gira sobre su eje es suficientemente rápida para permitir que su lado del día se caliente al Sol y para que su lado de la noche se enfríe. Su masa —y por lo tanto su gravedad— es tal que retiene una amplia variedad de moléculas, incluso las más livianas que de otro modo se deslizarían al espacio. Su campo magnético desvía la radiación sumamente enérgica del Sol y la hace volver al espacio, pues de otro modo destruiría la vida.”
CUANDO en la década de los sesenta el humorista y músico Tom Lehrer cantó acerca de la contaminación y aconsejó a los que visitaban Estados Unidos que no bebiesen el agua ni respirasen el aire, con ello pretendía ser gracioso.
Hoy en día nadie se ríe, pues, en realidad, la contaminación no es cosa de risa. Nuestro aire está contaminado por las emisiones de gases nocivos que producen las calefacciones y las industrias, por los gases de escape de los vehículos motorizados y las precipitaciones radiactivas; nuestra agua, por el vertido de productos químicos y petróleo, y nuestro suelo, por la lluvia ácida y los vertederos de basuras tóxicas. Hubo un tiempo cuando pronunciar nombres como Chernobil, canal de Love, Amoco Cádiz y Bhopal solo hubiese provocado una mueca de perplejidad. Actualmente esas mismas palabras provocan miradas de preocupación. La civilización anda a la deriva, amenazando a millones de personas con la dudosa alternativa de contraer una enfermedad crónica o de sufrir muerte repentina.
Lo que particularmente aterra de la contaminación es que la mayoría de las veces no se ve. El aire puede parecer fresco y puro, y, sin embargo, ser radiactivo; el alimento y el agua pueden parecer sanos, y, sin embargo, ser portadores de venenos químicos. A decir verdad, a menudo la contaminación es un asesino invisible.
Aunque la contaminación puede ser invisible, sus mortíferos efectos no lo son. Uno puede verlos dondequiera que mire: personas que mueren de cáncer y dolencias respiratorias, edificios y monumentos deteriorados, la fauna y la flora diezmadas, ríos sin peces, así como bosques muertos y otros agonizantes.
Ahora ha hecho su aparición otro fenómeno que al parecer lleva el sello de la contaminación. Los científicos han descubierto un agujero en la capa de ozono que rodea la Tierra. Y cada vez se hace mayor. Hay quienes piensan que una de las causas es la contaminación por clorofluorocarbonos, debida al uso extendido de los espráis. ¿Aumentará la incidencia del cáncer de la piel el deterioro de esta capa de ozono, que ayuda a filtrar la radiación solar perjudicial? ¿O causará, quizás, algo todavía peor?
La contaminación ha aumentado a proporciones tan catastróficas, que si se quiere evitar una tragedia global, hay que hacer algo, y hacerlo deprisa. Una mayor concienciación sobre la seriedad del problema ha resultado en la formación de grupos ecologistas, y hasta ha ayudado a catapultar a nuevos partidos políticos hacia posiciones de poder. En la República Federal de Alemania, por ejemplo, el grupo de orientación ecologista llamado Los Verdes captó el 8,3% del voto popular en las elecciones federales de enero de 1987.
¿Podemos esperar que la inquietud humana pueda ser convertida con éxito en acciones positivas capaces de librar a nuestro planeta de la contaminación: el asesino invisible? ¿Podemos protegernos personalmente de sus mortíferos designios?
Nuestro contaminado planeta
Brasil: “Las personas que viven [en Cubatao] lo llaman ‘el Valle de la Muerte’. [...] Los árboles y el suelo están muertos, y cada vez son más los niños que nacen muertos o mueren poco después. Lo que prospera es la contaminación”. (Latin America Daily Post.)
China: “En el aire de la mayoría de las ciudades nororientales de China [existe] una contaminación tan penetrante, que a últimas horas de la tarde solo pueden caminar por las calles sin que les ardan los pulmones o les lloren los ojos aquellos habitantes de la localidad más resistentes”. (Time.)
Dinamarca: “Lo único que podría salvar la costa danesa de una catástrofe ecológica sería una serie de veranos fríos y ventosos con frecuentes tormentas procedentes del noroeste. [...] [En cierta zona, debido a la] falta de oxígeno, no van a poder sobrevivir ni los peces ni otras especies de vida marina”. (Basler Zeitung.)
República Federal de Alemania: “Una mezcla de residuos venenosos vertidos en el Rin [procedentes de un incendio en una nave donde se almacenaban productos químicos cerca de Basilea (Suiza)] ha echado a perder quince años de rehabilitación del Rin [y toneladas de peces]. [...] El accidente de Sandoz ha causado graves daños ecológicos a una sección de 280 kilómetros del río Rin”. (Der Spiegel.)
Unión Soviética: “El desastre del reactor nuclear de Chernobil [...] fue un punto de viraje en la historia de la civilización moderna. Y fue una catástrofe que nos afectará sustancialmente durante siglos. [...] El hecho de que 570 millones de europeos estuvieron, están y seguirán estando expuestos a diversos grados de radiactividad adicional durante trescientos años tendrá unas consecuencias imprevisibles”. (Psychologie Heute.)
Estados Unidos: “Algunos científicos [...] [han] expresado nuevos temores de que la lluvia ácida, además de matar los lagos, haya impedido el crecimiento de los bosques y posiblemente haya puesto en peligro la salud humana al contaminar el agua potable”. (Maclean’s.)
LA PERSPECTIVA de una Tierra limpia es verdaderamente agradable, pero ¿es realista? Pues bien, algunos países se están esforzando mucho por mejorar la situación relacionada con la contaminación. Ahora se informa que ha disminuido la contaminación atmosférica gracias a que se han tomado medidas estrictas para controlar el contenido de plomo en los gases de escape de los automóviles. En algunas zonas la contaminación industrial también parece haber disminuido, aunque esto no siempre se debe a controles estrictos. Más bien, a veces obedece a la reestructuración de la industria como consecuencia de la crisis económica por la que atraviesa el mundo.
Además, la Tierra cuenta con una serie de mecanismos naturales para autolimpiarse. Por ejemplo, según el doctor Aubert del Centro de Oceanografía Médica de Niza (Francia), el fitoplancton es uno de los principales agentes marinos anticontaminantes. Estos minúsculos organismos secretan antibióticos naturales que destruyen la infección, pero lamentablemente no dan abasto. Venecia y el cercano mar Adriático (Italia) se están llenando de algas. En el Adriático, la contaminación produce “algas, una gelatina hedionda y viscosa, de color amarillo, pardo y gris, que se extiende hacia el sur por cientos de kilómetros” en el verano. (The Globe and Mail, Toronto [Canadá].) Un factor que contribuye a este problema es que el río Po vierte al mar las “aguas negras de más de quince millones de personas, los residuos de muchas industrias importantes de Italia [...] y el estiércol de más de cinco millones de cerdos”.
¿Qué puede decirse de la contaminación del suelo? Las investigaciones que llevó a cabo una compañía grande de productos químicos conjuntamente con el Departamento de Energía de Estados Unidos reveló la presencia de muchos tipos de bacterias, hongos y amebas en la Tierra, y algunos de esos organismos a profundidades de hasta 260 metros. El doctor David Balkwell, de la universidad de Florida, comentó: “Es muy posible que los organismos que están a esas profundidades purifiquen el acuífero [aguas subterráneas naturales]”. El doctor Balkwell también espera que mediante la ingeniería genética se pueda inducir a estos organismos subterráneos a “digerir contaminantes específicos”.
¿Tiene fundamento esta pregunta? ¿Refleja pesimismo? ¿O está la Tierra a punto de ser destruida? ¿Cuál es la realidad?
“NAVEGAMOS a través de agua llena de grumos de petróleo durante 43 de los 57 días que duró el viaje. Las grandes ballenas y los muchos peces que nadan con la boca abierta, y filtran su alimento, están tragándose esta contaminación. Nosotros quizás comamos algunos de esos peces.
“Algunos individuos nos dicen que . . . el mar puede absorber y recircular toda esa contaminación. Yo los llamo arrulladores... quieren arrullarnos con palabras sosegadoras. ¡No les escuche! A menos que usted y yo —todos nosotros— obremos ahora para lograr que se deje de sobrecargar a los mares con desperdicios venenosos, los mares se sofocarán y morirán.”
Esa fue la descripción que dio Thor Heyerdahl de su segundo viaje a través del Atlántico en una embarcación de papiros. Para muchas personas, es una descripción atemorizante, y Heyerdahl no es el único que ha dado la alarma.
Un estudio científico que se publicó en el periódico brasileño O Estado de S. Paulo no es menos categórico: “Quizás sea demasiado tarde para restaurar lo que se ha destruido. De los componentes fundamentales de la vida —aire, agua, tierra y luz— solo el último queda sin contaminar.”
En todas partes la gente se queja de las condiciones del tiempo. ¿Por qué están ocurriendo cambios climáticos y tiempo anormal en todas partes del mundo?
Un investigador de condiciones meteorológicas, el Dr. Reid A. Bryson, llama al efecto total de las actividades del hombre —el humo de sus cigarrillos, el polvo de sus tractores, los gases de escape de sus reactores, el humo mezclado con niebla de sus ciudades— el “volcán humano.” “Ciertamente somos un factor en la ecuación del clima,” dice él. “Quizás seamos el factor decisivo.”
Y en un artículo de National Geographic se llegó a la siguiente conclusión: “El anhídrido carbónico procedente de la combustión de los combustibles fósiles —carbón y petróleo— se ha estado concentrando en la atmósfera de la Tierra desde el principio de la revolución industrial. El que haya niveles más altos de este gas incoloro e inodoro propende a calentar el planeta por medio del llamado efecto de invernadero, es decir, la retención de la radiación infrarroja —el calor— que de otro modo se escaparía al espacio.”
Recientemente se han mencionado otros factores perturbadores en las noticias. Por ejemplo, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informó que la contaminación de la atmósfera estaba agotando la capa de ozono de la Tierra que elimina parte de los nocivos rayos ultravioletas procedentes del Sol. Mientras tanto, según Rumen Bojkov, director de la división de ciencia atmosférica de la OMM, ya se ha establecido conexión entre el aumento de la radiación ultravioleta y el aumento del cáncer de la piel.
Además, Leon S. Dochinger, patólogo del Departamento de Agricultura de los EE. UU., dice que la “lluvia ácida” es otro asesino potencial. Esa lluvia es el resultado de quemar combustibles fósiles que tienen un alto contenido de sulfuro, especialmente el carbón. El viento propaga las partículas y gases contaminadores, los cuales regresan al terreno con la lluvia en forma de ácidos sulfúricos y nítricos. Estos ácidos ponen en peligro, directamente, la vida de los peces, los animales y la vegetación. Además, la “lluvia ácida” puede liberar metales venenosos en el suelo. Estos metales pueden llegar hasta ríos y lagos y de ese modo convertirse en un peligro para la salud.
Un estudio médico realizado en São Paulo dijo que, después del fumar, la contaminación del aire en esa ciudad es el factor principal entre los que son responsables de las enfermedades de los órganos respiratorios y de que éstas sean la segunda causa de muerte allí. Además, según un informe de la O.N.U., muchos cánceres “están relacionados con el aire que la gente respira o el agua que bebe, el ambiente en que la gente trabaja o vive, la dieta personal o el modo de vivir.”
Sin agua, no hay vida humana. ¿Pero cuán inocua es nuestra agua potable? ¿Cuán inocuos son los ríos y océanos?
En una reciente visita al Brasil, Jacques Cousteau halló que la famosa bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, está más contaminada que el Mediterráneo alrededor de Venecia, Cannes y Génova. Él dijo que le preocupaba profundamente la contaminación destructora que producen los derramamientos de petróleo y los desechos químicos y nucleares.
¿Y qué hay de los ríos? Bajo el encabezamiento “Agonizan las aguas,” la revista brasileña Veja declaró que las emisiones de los ingenios de azúcar y las destilerías de ron, la sosa de las fábricas de celulosa, las aguas residuales de las ciudades e industrias crecientes y otros desechos eran culpables de la muerte de los ríos brasileños. En otros países reina una condición semejante.
Lo que es más, la demanda siempre creciente de agua está poniendo en duda la disponibilidad de ésta. El delegado sirio Saub Kaule declaró ante los expertos en una Conferencia de las Naciones Unidas sobre el agua, realizada en Mar del Plata, Argentina: “Una gota de agua costará más que una gota de petróleo.”
¿Por qué? El Time hace el siguiente comentario: “En la actualidad, entre 30% y 40% de la producción mundial de alimento depende de la irrigación. . . . Además, la industria está usando cantidades cada vez mayores de agua... para generar electricidad, enfriar reactores nucleares y fabricar sustancias químicas y metales. Como resultado de esto, la agricultura y la industria —así como los desechos de la creciente cantidad de seres humanos— han contaminado de tan mala manera tantos lagos y ríos, que ya no se les puede usar a menos que reciban un tratamiento costoso. A pesar de las medidas de purificación, la necesidad de tomar de fuentes contaminadas el agua que se usa para beber ha ocasionado la propagación de enfermedades. La Organización Mundial de la Salud calcula que se puede deducir que hasta el 80% de los casos de enfermedades del mundo están relacionados con el agua inmunda.”
Esa es una revelación escalofriante. ¿Pero es eso todo? No realmente.
Un grupo de agrónomos se reunió en Brasilia y condenó el “uso creciente y sin distinción bien pensada de los insecticidas, herbicidas y fungicidas, lo cual ha llevado a un aprieto ecológico que pronto pondrá en peligro la producción agrícola misma.” ¿Y por qué este uso excesivo? Solo “para obtener ventajas monetarias e inmediatas del terreno,” dicen los especialistas.
Otro enemigo que adelanta subrepticiamente fue desenmascarado en una conferencia que se celebró en Nairobi, África. En ella se hizo notar que en muchas partes de la Tierra los desiertos están avanzando. La revista Time declaró: “Actualmente, en gran parte gracias a la propia insensatez del hombre, el avance de los desiertos amenaza la frágil existencia de los aproximadamente 630 millones de personas que moran en esas regiones.”
No sorprende que Kurt Waldheim, secretario general de la O.N.U., se haya sentido impulsado a hacer la sombría declaración de que “ciertos países pudieran desaparecer de la faz del mapa.”
¿Y qué razones pudiera haber para esto? Los expertos en el ambiente que se reunieron en México llegaron a la siguiente conclusión: “Los métodos primitivos de desmonte, los incendios, la erosión, los métodos agrícolas deficientes y los insecticidas colaboran con las causas naturales para acelerar la proliferación de los desiertos.” O Estado de S. Paulo hizo notar que el Brasil tiene “todo lo necesario para formar uno de los más grandes desiertos del mundo dentro de los siguientes 25 ó 30 años si continúa ocupando la zona del Amazonas de manera desorganizada.”
De hecho, el ecólogo brasileño José Lutzenberger dijo a un grupo de especialistas: “Los patrones de desarrollo de la actual sociedad de consumidores . . . descansan sobre el desperdicio excesivo de recursos limitados e irremplazables. Significan la destrucción de todos los sistemas que funcionan para el mantenimiento de la vida en la Tierra.”
Este ecólogo añadió lo siguiente: “Hemos desequilibrado todos los sistemas fluviales grandes y pequeños, ocasionando sequías destructivas e inundaciones catastróficas; por la contaminación desenfrenada, pronto perderemos el valor práctico de la última fuente de agua y aceleraremos la eliminación de todas las formas de vida en el agua, incluso en los océanos.”
Este es un cuadro sombrío. Pero, ¿no se han hecho esfuerzos por hacer frente a la situación? Afortunadamente, sí se han hecho. Considere algunos de éstos.
Los científicos y otras personas levantan un clamor cada vez más alto pidiendo que se tomen medidas drásticas para la preservación de la Tierra. ¿Están dando resultados positivos sus planes? Algunos sí lo están.
La revista Veja entrevistó a Hideo Oguri, que está a cargo de la lucha contra la contaminación de los ríos de Tokio. Éste declaró: “Por medio de hacer leyes más severas y hasta ordenar el cierre de industrias hemos logrado algo. Pero lo que está produciendo mejores resultados es la acción constante de centenares de grupos ecológicos que abogan por la protección del ambiente.”
Luiz Roberto Tommasi, del Instituto Oceanógrafo de la Universidad de São Paulo, Brasil, cree que es posible salvar los ríos con tal que se eliminen los factores contaminantes de la actualidad o que por lo menos se reduzcan a un nivel que permita la autopurificación. Pero también dijo: “No hay tiempo que perder. . . . En Inglaterra las autoridades comenzaron a mostrar interés en el río Támesis hace cincuenta años y no ha sido sino hasta ahora que el salmón ha regresado al río.”
Hablando en Curitiba, Brasil, Jacques Cousteau dijo que iba a sugerir a las Naciones Unidas “una norma mundial para el uso del océano, establecida por acuerdos internacionales, a fin de retardar la destrucción de la vida marina.” Pero añadió que “ni siquiera los países más desarrollados tienen norma alguna que tenga como mira la preservación del sistema ecológico marino.”
De manera semejante, Thor Heyerdahl escribió: “Para comenzar, deberíamos crear zonas protegidas, zonas de reserva naturales en las cuales el ecosistema local pudiera reconstruirse y mantenerse. Sin embargo, es igualmente importante establecer y poner en vigor leyes en las zonas que se hallen fuera de las reservas naturales y donde el equilibrio ecológico ya haya sido afectado.”
Es obvio que la respuesta a la contaminación del aire no está en sencillamente construir chimeneas más altas. Tome por ejemplo la presencia de ácidos peligrosos en los lagos del Parque Nacional de Adirondack, en el estado de Nueva York. Los peces se estaban muriendo. Con el tiempo se descubrió que la fuente de la contaminación era el distrito metalúrgico de Sudbury, Canadá, a centenares de kilómetros de distancia. Los vientos transportaban la contaminación a Nueva York.
En Escandinavia, donde se presta mucha atención a los problemas ecológicos, se halló que el suelo de las montañas estaba contaminado. La “lluvia ácida” se relacionó directamente con la campaña que se efectuaba en Gran Bretaña en contra de la contaminación. Las altas chimeneas fabriles lanzaban los agentes contaminantes a gran altura en la atmósfera y los vientos los transportaban hasta Escandinavia.
El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos ha estado coordinando información de una cadena nacional de estaciones experimentales de los EE. UU. y estaciones experimentales del Canadá, Escandinavia y otros países europeos. El pensamiento urgente detrás de este proyecto es una campaña mundial para poner sobre aviso a todo el mundo en cuanto al problema, como un paso inicial en camino a la solución final. Puesto que el problema es mundial, hay que tratarlo en escala mundial.
Se han puesto en marcha esfuerzos loables. Los Estados Unidos y otros países ya han prohibido el uso de sustancias venenosas como el DDT, los fluorocarburos y otras, o están aconsejando contra el uso de éstas.
Pakistán ha introducido un programa de repoblación forestal para luchar contra la erosión del suelo en ese país. La Arabia Saudita ha plantado 10 millones de árboles de acacia, eucaliptos y tamariscos a fin de refrenar los médanos o dunas que están cerca del oasis de al-Hasa. El Brasil está plantando eucaliptos y pinos en varias zonas. Se han hecho esfuerzos semejantes por contener el avance del páramo o recobrar el terreno en el desierto de Gobi, en Mongolia.
Pero, ¿yace la solución en plantar bosques homogéneos, es decir, bosques de una sola clase de árboles? El profesor Celio Vale, de la Universidad Federal de Minas Gerais, Brasil, está en contra de sustituir los bosques naturales con plantaciones homogéneas. Dice que las consecuencias son, “primero, la destrucción del suelo por erosión. Entonces la [destrucción de] la fauna típica de los bosques, pues los animales no pueden sobrevivir en un bosque homogéneo. Por fin, ocurren cambios drásticos en el microclima de la región desforestada, pues la radiación solar aumenta considerablemente debido a que no hay protección ambiental.”
¿Qué conclusiones podemos sacar de nuestra consideración de la legislación internacional que se ha recomendado y de los esfuerzos que se han hecho hasta ahora? Sean eficaces o débiles, la mayoría de esos esfuerzos son simplemente esfuerzos locales. Según Time, la O.N.U. “advierte que esos movimientos unilaterales no bastan para eliminar las amenazas al bienestar del hombre, y pide colaboración internacional ‘en escala todavía no vista en la historia de la humanidad’ a fin de evitar que el ambiente sufra daño irreparable.”
Sin embargo, hay obstáculos casi infranqueables en el camino al éxito. Time reconoce lo siguiente: “Aun así, hay muchos obstáculos que vencer. Para comenzar, será preciso cambiar los estilos de vida tradicionales. . . . Tal vez el mayor obstáculo sea la cuestión política que sigue manteniendo una división entre las naciones ricas y las naciones pobres del mundo.”
Se reconoce, pues, que cosas como el orgullo y los prejuicios nacionales y raciales, las hostilidades abiertas y las injusticias sociales son claramente un obstáculo a la unificación. La avaricia y a menudo la ignorancia del hombre, su falta de perspicacia y frecuentemente su malicia cabal, se oponen a que pueda progresar. Jacques Cousteau declaró: “No hay duda de que el reducir todos los valores a un denominador común —el dinero— no da resultados. Es exactamente eso lo que ha llevado a nuestra civilización a los problemas del día actual.”
Pero, ¿tenemos prueba moderna de que exista un sistema de auto-recuperación en la Tierra?
Se ha logrado un ejemplo asombroso de recobro de la tierra en la moderna nación de Israel. Un informe dijo: “Los israelíes han restaurado algunos de los sistemas de acequias de distribución que los antiguos nabateos habían dejado en el desierto del Néguev, y están usando el agua sobrante para alimentar frondosos huertos de almendras y pistachos. Otras tácticas que han devuelto su lozanía al Néguev: sistemas de irrigación por gotas, que suministran pequeñas cantidades de agua directamente a las raíces de las plantas con la ayuda de monitores de computadoras; invernaderos para hortalizas y flores en los que hasta la circulación del agua es accionada por medio de la energía solar; cultivo de algas ricas en proteínas en albercas salobres, para alimentar a los animales.”
Es una restauración sorprendente de una tierra que estaba desolada. Se han realizado restauraciones semejantes en otras zonas, como en los desiertos de China. Pero, ¿qué hay del terreno que ha sufrido destrucción por la acción bélica? ¿Puede la Tierra enfrentarse con éxito a una carga tan pesada?
Durante la II Guerra Mundial, el puerto de la isla de Truk se convirtió en un vasto cementerio submarino de barcos de guerra japoneses. “Al estudiar aquella flota hundida más de un cuarto de siglo después,” dice National Geographic, “la bióloga Sylvia A. Earle y el fotógrafo Al Giddings hallaron un sobresaliente despliegue del poder sanador de la naturaleza.”
Una persona que ha buceado allí con escafandra autónoma, y que recuerda la batalla, dijo: “Durante más de dos años después el petróleo de las naves y los aviones cubrió las playas y los arrecifes. Pero ahora el mar se ha sanado.”
¿Quién sanó aquel lugar? No se necesitó mano humana alguna. El “sistema de saneamiento” que la naturaleza incorporó en la tierra y en los mares efectuó la tarea, en poco más de solo 30 años. La sobreabundancia de corales, plantas y animales que cubre los buques naufragados es un testimonio maravilloso acerca de la sabiduría y el poder de la Naturaleza.
. ¿Es éste el único ejemplo de que la Tierra puede sanarse a sí misma? Considere lo que ha sucedido en el Atolón de Eniwetok, en el Pacífico. Los Estados Unidos eligieron ese sitio como terreno de prueba para bombas nucleares. En 1977 los isleños comenzaron a regresar a los hogares que anteriormente habían ocupado. ¿Qué hallaron después de 20 años sin bombas?
Un conocedor de biología marina escribe: “Hoy día los peces y los corales prosperan en los cráteres producidos por las explosiones atómicas, lo cual es testimonio de que la naturaleza puede recobrarse de casi cualquier clase de perturbación.” Los científicos han quedado pasmados ante la asombrosa capacidad recuperativa del terreno.
¡Estas son noticias excitantes! Es patente que la Tierra contiene en sí misma un sorprendente sistema de restauración. Desde luego, se necesita un cambio de asuntos que sea de alcance mundial.
LOS VEHÍCULOS DE MOTOR no son los únicos que contaminan. Las casas, las industrias y las centrales eléctricas comparten la culpa. Sin embargo, la principal fuente de la contaminación mundial es el empleo de automóviles.
El libro La Tierra: un planeta para la vida aventura esta opinión: “Si hubiéramos de tener en cuenta todos estos costos y, sobre todo, los graves daños y perjuicios que se producen en el clima por las emanaciones de dióxido de carbono, probablemente no se construiría un solo coche”. Sin embargo, también admite que esa “sería una eventualidad que ni los fabricantes de automóviles, los constructores de carreteras, las instituciones gubernativas, ni tampoco el gran público, si queremos ser profundamente sinceros, estarían dispuestos a considerar”.
¿No debería ser capaz la tecnología que puso al hombre en la Luna de fabricar un automóvil que no contamine? Sin embargo, una cosa es decirlo y otra muy distinta hacerlo, así que, en tanto se superan los obstáculos para la fabricación del auto que no contamine, habrá que encontrar otras soluciones viables.
En los años sesenta, Estados Unidos introdujo la ley que exigía la instalación de controles en los vehículos de motor con el fin de reducir las emisiones tóxicas. Desde entonces, los gobiernos de otros países han hecho lo mismo.
En la actualidad se utilizan ampliamente los convertidores catalíticos o catalizadores —que funcionan con gasolina sin plomo— para retener los contaminantes más dañinos. Entre 1976 y 1980, después de que un gran número de conductores empezó a utilizar la gasolina sin plomo, se redujo en una tercera parte la concentración de este metal en la sangre de los estadounidenses. Aquello fue un progreso, pues el exceso de plomo afecta el sistema nervioso y reduce la capacidad de aprender. Lamentablemente, en las naciones menos desarrolladas no se ha observado la disminución que ha tenido lugar en muchos países del primer mundo.
Si bien se ve con satisfacción el éxito de los convertidores catalíticos, su empleo sigue siendo polémico, pues desde que dejó de añadirse plomo a la gasolina, trató de subsanarse la pérdida de rendimiento cambiando la mezcla de hidrocarburos; esta medida ha ocasionado la emisión de otros cancerígenos como el benceno y el tolueno, compuestos que los convertidores catalíticos no retienen.
Por otro lado, los convertidores funcionan con platino, lo que, según el profesor Iain Thornton del Imperial College de Gran Bretaña, ha ocasionado la concentración de este metal en el polvo de las carreteras. El catedrático ha advertido del peligro de que “compuestos solubles de platino entren en la cadena alimenticia”.
Prescindiendo del éxito que hayan tenido los “reactores catalíticos en América del Norte, Japón, Corea del Sur y algunos países europeos —admite la obra La Tierra: un planeta para la vida—, [...] el aumento imparable del parque móvil [o la cantidad de vehículos] mundial ha anulado completamente los efectos beneficiosos de este dispositivo”.
Otra medida para reducir las emisiones vehiculares consiste en conducir más despacio. Sin embargo, algunos estados de la unión americana han aumentado el límite de velocidad. En Alemania, no se ven con buenos ojos las medidas restrictivas. Es obvio que los fabricantes de autos, cuyas ventas dependen del montaje de motores potentes que permitan alcanzar velocidades superiores a 150 kilómetros por hora, se oponen a ellas, así como muchos conductores. No obstante, parece que cada día son más los alemanes que están dispuestos a aceptar los límites de velocidad, no solo por motivos ecológicos, sino por su propia seguridad.
En algunos países, cuando se alcanzan niveles inadmisibles de contaminación, se exige reducir la velocidad o incluso no usar el auto. Un sondeo realizado en 1995 reveló que el 80% de los alemanes aceptaría la implantación de límites de velocidad si el ozono alcanzara niveles altos. Varias ciudades, como Roma y Atenas, han dado pasos para limitar el tránsito vehicular en determinadas circunstancias, y otras piensan hacer lo mismo.
Con el fin de reducir el tráfico, algunas ciudades han abaratado las tarifas de autobuses; otras ofrecen transportación gratuita a las personas que pagan una módica cuota por dejar sus autos en estacionamientos; y otras más han reservado carriles exclusivos para autobuses y taxis con la mira de agilizar estos medios de transporte.
Hace poco el periódico The European mencionó una novedad para combatir el problema: “Inspirados en una campaña holandesa de los años sesenta, los ingeniosos daneses han elaborado un plan para reducir la contaminación del aire y los embotellamientos: persuadir a la gente a desplazarse sobre dos ruedas en lugar de cuatro”. En puntos estratégicos de las calles de Copenhague hay bicicletas sujetadas a un dispositivo que las libera al depositar una moneda. Cuando se devuelve la bicicleta al centro más cercano, se recupera el depósito. Aún queda por verse si esta medida será práctica y gozará de aceptación.
Para fomentar que se use la bicicleta en vez del automóvil, algunas ciudades alemanas permiten que en las calles de un solo sentido, los ciclistas circulen en sentido contrario. Ya que una tercera parte de los trayectos urbanos y más de la tercera parte en las zonas rurales son de menos de tres kilómetros, muchos ciudadanos podrían recorrerlos fácilmente a pie o en bicicleta. De ese modo, se reduciría la contaminación y las personas realizarían el ejercicio que necesitan.
25.- Rediseñar
Siguen diseñándose automóviles que no contaminen. Aunque ya se han fabricado autos eléctricos que funcionan con baterías, están limitados por la velocidad que alcanzan y el tiempo de funcionamiento autónomo. Lo mismo puede decirse de los vehículos solares.
Otra posibilidad que se está investigando es el uso de hidrógeno como combustible. La combustión del hidrógeno no emite prácticamente ningún contaminante, pero su costo es prohibitivo.
Reconociendo la necesidad de reinventar el automóvil, el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, anunció en 1993 un proyecto conjunto del gobierno y la industria automovilística estadounidenses para diseñar el auto del futuro. Dijo: “Trataremos de poner en marcha el programa tecnológico más ambicioso que jamás haya tenido nuestra nación”. Queda por ver si se logra “crear el vehículo ecológico de eficiencia perfecta para el siglo XXI”. Aunque a un costo enorme, se espera fabricar un prototipo en el lapso de una década.
Algunos fabricantes están trabajando en modelos que combinan el uso de gasolina y electricidad. En Alemania ya existen costosos automóviles deportivos eléctricos capaces de alcanzar la velocidad de 100 kilómetros por hora en nueve segundos, y se espera llegar a 180 kilómetros por hora; sin embargo, cuando han recorrido 200 kilómetros hay que recargar las baterías al menos durante tres horas. Se espera que la investigación progrese mucho más en este campo.
Deshacerse de las emisiones tóxicas solo resolvería parte del problema. Toda persona que vive junto a una avenida transitada sabe bien que los vehículos también producen contaminación acústica. Este aspecto básico del problema también exige una solución, pues el ruido persistente del tráfico puede minar la salud.
Los amantes de la naturaleza también se quejan de que la prístina belleza de muchos parajes quede arruinada por kilómetros de feas autopistas, sin mencionar los negocios y carteles antiestéticos que las flanquean. Sin embargo, el incremento de automóviles conlleva inevitablemente la construcción de más carreteras.
Algunos vehículos que han contaminado por años al servicio de sus dueños, continúan contaminando post mortem. Los cacharros abandonados, que dan mal aspecto, se han convertido en un problema tan grande que en algunos lugares ha sido necesario promulgar leyes que impidan que estos se acumulen donde afean el paisaje. ¿Se fabricará algún día el automóvil ideal de materiales de fácil reciclaje?
No se vislumbra tal vehículo. “Aunque a la mayoría de los alemanes les preocupa mucho el medio ambiente —señaló hace poco un periódico—, pocos actúan en consecuencia.” Un funcionario del gobierno dijo: “Nadie se considera culpable ni cree que deba responder por la situación”. Así es, en un mundo caracterizado por hombres “amadores de sí mismos” y “no dispuestos a ningún acuerdo”, los problemas no pueden resolverse fácilmente.
De todos modos, siguen buscándose soluciones.
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