Armas Nucleares
Índice
1.- La amenaza nuclear no ha terminado
2.- Estado de alerta de disparo inmediato
3.- ¿Hay nuevas armas en perspectiva?
4.- Nuevas potencias en el escenario nuclear
5.- Contrabando nuclear y terrorismo
6.- Amenazas biológicas y químicas
7.- La “congelación” de lo nuclear... ¿puede traer paz y seguridad?
8.- ¿Qué es?
9.- ¿Quiénes la apoyan?
10.- ¿Por qué tan popular?
11.- ¿Qué se espera que logre?
12.- La “congelación” de lo nuclear... ¿quiénes la apoyan?
13.- La guerra nuclear: ¿de dónde proviene la amenaza?
14.- El secreto de la “reducción”
15.- Guerra nuclear por accidente
16.- Los nuevos miembros del club nuclear
17.- Terroristas y “bombas sucias”
18.- ¿Una segunda era nuclear?
19.- ¿Ha terminado por fin la amenaza nuclear?
20.- Los peligros de la proliferación
21.- Se venden bombas
22.- “Bombas de relojería” pacíficas y “trampas mortales”
23.- ¿Dónde debería tirarse la basura?
24.- Residuos nucleares. La basura letal
25.- ¡Catástrofe!
26.- El problema nuclear
27.- Llamamiento para su eliminación
28.- La bomba como elemento disuasorio
29.- LA POTENCIA DE UNA BOMBA DE UN MEGATÓN
30.- Hablan de paz mientras se aprestan para la guerra
31.- ¿Quién va ganando?
32.- La carrera no nuclear
33.- Las carreras de otras armas
34.- Por qué continúa la carrera
35.- Causas subyacentes
36.- La cuestión de las armas nucleares
37.- Creciente tensión mundial... las causas
38.- ¿Cooperación, o confrontación?
39.- Los tratados para el control de armas nucleares
40.- Pensar de forma diferente
41.- El hombre busca soluciones
42.- Perspectivas de desarme
“La proliferación de las superarmas es actualmente el espectro más peligroso que amenaza a este planeta.” (Critical Mass, de William E. Burrows y Robert Windrem.)
EL 25 DE ENERO DE 1995, al despuntar el día, apareció de pronto una señal inquietante en las pantallas de las estaciones de radar de alerta precoz distribuidas por todo el norte de Rusia. ¡Se había lanzado un cohete desde aguas noruegas! Los operadores de los radares alertaron a Moscú de la posible llegada de una bomba nuclear. En cuestión de minutos, el presidente ruso tenía en sus manos una maleta con aparatos electrónicos que le permitirían ordenar un devastador contraataque nuclear. Parecía que en unos momentos estallaría una guerra nuclear total.
Afortunadamente, nadie se precipitó, y pudo comprobarse que la trayectoria del cohete no representaba ninguna amenaza para Rusia. Luego se supo que se trataba de una sonda científica lanzada para efectuar estudios meteorológicos. De todas maneras, un artículo publicado en The Washington Post dijo: “Aquellos momentos posiblemente estuvieron entre los más peligrosos de la era nuclear. La situación permite entrever que, aunque la rivalidad entre las grandes superpotencias haya terminado, sigue vigente el mecanismo de alerta máxima de la Guerra Fría para lanzar misiles nucleares, y las consecuencias podrían ser catastróficas”.
La postura nuclear que mantuvieron durante décadas la ex Unión Soviética y Estados Unidos se basaba en el concepto disuasorio de la destrucción mutua asegurada (MAD, por sus siglas en inglés). Uno de los pilares de la MAD era la estrategia denominada lanzamiento ante alerta, la cual daba a cada bando la seguridad de que, si atacaban, su enemigo lanzaría una salva masiva de misiles en represalia antes de que las ojivas atacantes llegaran siquiera a dar contra sus objetivos. Un segundo pilar de la MAD era la estrategia denominada lanzamiento ante ataque, es decir, la capacidad de contraatacar aun después de que las ojivas enemigas hubieran ocasionado daños.
Pese a la distensión de la Guerra Fría, el espectro de la MAD sigue preocupando a la humanidad. Sí, los arsenales nucleares de Estados Unidos y Rusia han sido reducidos drásticamente —hay quienes dicen que hasta a la mitad—, pero todavía existen miles de ojivas nucleares y, por tanto, la posibilidad de que se produzca un lanzamiento por error o sin autorización. Y dado que ambas naciones todavía temen la eventualidad de que su antiguo adversario lance un primer golpe, mantienen una gran cantidad de misiles en estado de alerta de disparo inmediato.
Es cierto que en 1994 Estados Unidos y Rusia acordaron que dejarían de apuntarse mutuamente con sus misiles estratégicos. “Este gesto, aunque digno de aprecio, no reviste trascendencia militar —comenta Investigación y Ciencia—. Los comandantes a cargo de los misiles pueden recargar en los ordenadores de guiado las coordenadas de los blancos en cosa de segundos.”
Un hecho que no debe pasarse por alto es que la investigación y el desarrollo de armas nucleares continúan adelante. En Estados Unidos, por ejemplo, el presupuesto anual para dichas armas es de unos 4.500 millones de dólares. En 1997, The Toronto Star informó: “Paradójicamente, Estados Unidos gasta más ahora en conservar su maquinaria bélica nuclear que durante la Guerra Fría. Y parte del dinero está destinado a programas ambiguos que, según los críticos, podrían conducir a una nueva carrera armamentista mundial”.
Por ejemplo, surgió mucha controversia en torno al Programa de Administración y Gestión de Arsenales, un proyecto del gobierno estadounidense valorado en miles de millones de dólares. Aunque el aparente objetivo del programa es el mantenimiento de las armas nucleares existentes, los críticos afirman que también cumple un propósito más siniestro. The Bulletin of the Atomic Scientists dice: “Hay proyectos de alteraciones, modificaciones, actualizaciones y reemplazos, no solo para extender la vida del arsenal nuclear [...,] sino también para ‘mejorarlo’”.
En 1997 se produjo un escándalo debido al desarrollo de una bomba nuclear denominada B-61, que puede penetrar en la superficie terrestre antes de detonar y, por lo tanto, es capaz de destruir puestos de mando, fábricas y laboratorios subterráneos. Aunque sus defensores afirman que no es más que una bomba antigua con un nuevo envoltorio, sus oponentes aseguran que se trata realmente de una nueva bomba y, por consiguiente, de un grave incumplimiento de las promesas del gobierno estadounidense de no desarrollar nuevas armas nucleares.
En cualquier caso, Ted Taylor, físico nuclear de la Universidad de Princeton, dijo: “Supongo que el mismo tipo de investigaciones que se llevan a cabo (en Estados Unidos) se realizan también en Rusia, Francia, Alemania y otros lugares, y creo que algunos de nuestros proyectos están conduciendo al mundo a una nueva carrera armamentista”. Los críticos también afirman que los propios diseñadores de armas son quienes promueven activamente la investigación, el desarrollo y el diseño de nuevas armas. El ego herido, la pérdida de prestigio y los problemas económicos pueden ser motivos poderosos para que estos científicos especializados presionen a fin de que se reactive la investigación armamentista.
También están los cambios en la integración política del mundo. Tradicionalmente eran cinco las naciones que componían el club nuclear: China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia. Sin embargo, ya hay otros países que también son potencias nucleares reconocidas. Las recientes pruebas nucleares de la India y Paquistán, por ejemplo, provocaron temores de una intensa carrera armamentista en el sudeste asiático. Entre las otras naciones que parecen tener programas nucleares se cuentan Argelia, Irán, Irak y Corea del Norte. Más de ciento ochenta naciones han firmado el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, que entró en vigor en 1970. Pero hasta la fecha hay varias potencias que no lo han firmado y que, según todo parece indicar, ocultan ambiciones nucleares.
La revista Asiaweek informa: “Los expertos en la proliferación nuclear todavía creen que la verdadera amenaza proviene del creciente número de países cuyos líderes quisieran tener el dedo en el gatillo nuclear”. Algunos observadores opinan que el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares no podrá detener a los gobiernos que, a pesar de las sanciones, están decididos a conseguir la tecnología y los materiales necesarios para desarrollar armas nucleares a escondidas. James Clapper, director de la Agencia de Inteligencia de la Defensa de Estados Unidos, predijo: “Para comienzos del siglo XXI posiblemente haya muchos países con la capacidad de corresponder a una ojiva [química, biológica o nuclear] con un misil de fabricación local”.
Tampoco es probable que todas las naciones sucumban a la presión de prohibir las pruebas nucleares. En 1996, cuando varias naciones se vieron presionadas a firmar el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares, un editorial de Asiaweek hizo esta observación: “A Estados Unidos y Europa no se les hace difícil predicar el evangelio de las prohibiciones de pruebas nucleares, pues ya han detonado suficientes artefactos nucleares y recopilado bastante información como para no necesitar más pruebas”.
Hay quienes opinan que la mayor amenaza radica en que algún grupo terrorista pueda apoderarse de un arma nuclear y decida hacerla explotar —o por lo menos amenazar con hacerla explotar— como medida de presión para conseguir sus fines políticos. También se teme que alguna organización criminal pueda utilizar material radiactivo para extorsionar en gran escala a gobiernos o empresas. Un artículo de la revista Investigación y Ciencia explica: “Para un chantajista nuclear sería bastante sencillo avalar su credibilidad adelantando una muestra para análisis. La amenaza ulterior con contaminar los conductos de aire o las cañerías del agua corriente, e incluso detonar una pequeña arma nuclear, podría ejercer una presión oprimente”. Las fuerzas del orden ya han descubierto tentativas de contrabando de material nuclear, lo que acrecienta los temores de que grupos delincuentes realmente intenten desarrollar armamento nuclear.
Es cierto que algunos analistas descartan la amenaza del contrabando nuclear por considerarla de poca importancia. Dicen que es muy poco el material nuclear del que hay constancia que haya cambiado de manos, y que, además —salvo raras excepciones—, la mayor parte ni siquiera se acerca a la calidad requerida para armas. No obstante, Investigación y Ciencia recuerda a sus lectores que “en el mercado negro de cualquier suerte sólo se ve la punta del iceberg, y no hay razones para suponer que el [contrabando] dedicado al material nuclear constituya una excepción. [...] Caeríamos en la necedad si imagináramos que las autoridades se hacen con más del ochenta por ciento de las transacciones. Por otro lado, cualquier montante escapado del control policial, por pequeño que fuera, podría acarrear vastas consecuencias”.
Aunque las cifras exactas se mantienen en el más riguroso secreto, se calcula que una bomba nuclear necesita de tres a veinticinco kilogramos de uranio enriquecido o de uno a ocho kilogramos de plutonio apto para armas. Un hecho que atrae a los contrabandistas es que siete kilogramos de plutonio ocupan aproximadamente el mismo espacio que una lata de refrescos común. Hay quienes piensan que para fabricar una bomba nuclear rudimentaria, pero todavía destructiva, se podría utilizar incluso plutonio apto para reactores, que es más fácil de conseguir que el apto para armas. Si, como afirman muchos expertos, los arsenales de materiales radiactivos no cuentan con buenos sistemas de seguridad, son más vulnerables al robo de lo que muchos se imaginan. Mikhail Kulik, un funcionario ruso, dijo en tono sarcástico: “Probablemente hoy se custodien las patatas mucho mejor que los materiales radiactivos”.
Es evidente, entonces, que la amenaza nuclear aún pende, cual espada de Damocles, sobre toda la humanidad. ¿Existe alguna posibilidad de erradicarla?
Las naciones agresivas que son demasiado pobres para crear arsenales nucleares pudieran recurrir a misiles de alcance medio armados con gas venenoso o con armas biológicas, lo que se ha dado en llamar las armas nucleares del pobre. De hecho, muchos analistas temen que tales artefactos se conviertan también en las armas preferidas de los grupos terroristas.
Las armas biológicas y químicas no precisan un sistema de lanzamiento de alta tecnología para causar estragos. William Cohen, secretario de Defensa de Estados Unidos, dijo lo siguiente en noviembre de 1997: “Hoy día, con los avances tecnológicos y un mundo más pequeño de fronteras fácilmente penetrables, la posibilidad de desencadenar enfermedad, muerte y destrucción masivas es mucho mayor. Un solo demente o un grupo de fanáticos que tenga en las manos un frasco de sustancias químicas, una cepa de bacterias capaz de provocar una epidemia, o una bomba nuclear rudimentaria, puede amenazar o matar a decenas de miles de personas en un solo acto de malevolencia”. Tales temores resultaron válidos cuando una secta terrorista utilizó gas nervioso sarín para atacar a los pasajeros del metro de Tokio en marzo de 1995. Doce personas perdieron la vida y 5.500 resultaron gravemente afectadas.
“Si un ataque químico es algo terrible, mucho peor lo es uno biológico —dice Leonard Cole, profesor de Ciencias Políticas—. Los agentes químicos son inanimados, pero las bacterias, los virus y otros agentes vivos pueden ser contagiosos y reproducirse: una vez establecidos en un ambiente, se multiplican. A diferencia de cualquier otro tipo de armamento, el biológico incrementa su peligrosidad con el tiempo.”
La Convención sobre Armas Biológicas y Tóxicas, de 1972, y la Convención sobre Armas Químicas, de 1993, se organizaron con miras a frenar la proliferación de armas químicas y biológicas. No obstante, la revista The Economist indica que, pese a las buenas intenciones, “ningún régimen de control de armamentos es perfecto. [...] No pueden descubrir todo incumplimiento”. La misma fuente añade: “Y, de todas formas, es poco probable que los verdaderos transgresores entren en un acuerdo”.
Como una ola marina que va creciendo y ganando ímpetu, el movimiento pro “congelación” de lo nuclear ha aumentado en tamaño e intensidad, y ha atraído a millones de personas. A medida que este movimiento se ha ido difundiendo por Europa, el Japón y los Estados Unidos, los esfuerzos de sus partidarios ya han influido en políticos y han alterado la actitud nacional tocante a la guerra. Dicho movimiento es poco común en varios sentidos.
El objetivo del movimiento en pro de la “congelación” de lo nuclear es detener, o congelar, la producción, las pruebas y el despliegue de toda arma nuclear. Hace un llamamiento para que se congelen todos los arsenales de armas nucleares, es decir, que se interrumpa la acumulación de armas al nivel actual. No se trata meramente de un movimiento de protesta. Un portavoz prominente del movimiento dijo que su objetivo principal es “congelar la producción de armas para que éstas no quemen a la gente”.
Los comienzos del movimiento pro “congelación” nuclear tuvieron lugar en Europa occidental en 1979. Varios ciudadanos holandeses que estaban preocupados ejercieron presión en el gobierno holandés para que prohibiera los mísiles nucleares en su país. Entonces recibieron apoyo de Noruega y Dinamarca para que ni siquiera se abrigara la idea de tener mísiles nucleares en estos países. En la primavera de 1980 aparecieron pequeñas olas del movimiento cuando Inglaterra despertó tocante a la cuestión de los mísiles nucleares, y para otoño de ese año este asunto llevó a 80.000 manifestantes a la Plaza de Trafalgar.
El movimiento llegó a conocerse como END (siglas que en inglés significan Desarme Nuclear Europeo), y ha crecido hasta convertirse en una ola, pues hay poderosos comités de END en Francia, Alemania Occidental, Grecia, Finlandia y Portugal, además de otros movimientos de apoyo en la mayoría de los demás países europeos. END exige que haya una zona, desde Polonia hasta Portugal, donde no haya armas nucleares, ningún arma nuclear. Esta ola llegó hasta Europa oriental, donde grupos se reunieron clandestinamente. Para el fin de 1981, el apoyo que se daba en Europa occidental a manifestaciones a favor de una “congelación” de lo nuclear alcanzó los siguientes totales de personas:
● Alemania Occidental—100.000 en Hamburgo, junio de 1981.
● Sicilia—30.000 en Comiso, octubre de 1981.
● Francia—40.000 en París, octubre de 1981.
● Inglaterra—175.000 en Londres, octubre de 1981.
● Italia—200.000 en Roma, octubre de 1981.
● Alemania Occidental—300.000 en Bonn, octubre de 1981.
● Países Bajos—400.000 en Amsterdam, noviembre de 1981.
● España—400.000 en Madrid, noviembre de 1981.
En los Estados Unidos, las semillas de la propuesta de una “congelación” de lo nuclear se plantaron en 1979 y, para 1980, brotaron en forma de grupos de ciudadanos encargados de hacer que los estadounidenses estuvieran conscientes del peligro y horror de una guerra nuclear. Aumentó la cantidad de personas que apoyaban el movimiento y éste se extendió a otros países, junto con sus manifestaciones, y hubo los siguientes resultados:
● E.U.A.—100.000 personas en 150 recintos universitarios, noviembre de 1981.
● Alemania Oriental—6.000 personas en Dresden, febrero de 1982.
● Japón—200.000 personas, en tres reuniones, en Tokio, mayo de 1982.
● E.U.A.—700.000 personas en la ciudad de Nueva York, junio de 1982.
El 12 de junio, mientras las Naciones Unidas celebraba en Nueva York la Segunda Sesión Especial sobre el Desarme, 700.000 defensores del movimiento marcharon ante las oficinas centrales de la O.N.U., culminando así una semana de manifestaciones. Durante la misma semana, en Europa, casi un millón de personas participaron en manifestaciones en Amsterdam, Amberes, Berlín, Bonn, Copenhague, Dublín, Londres, Madrid y París.
El rápido crecimiento y la mobilización de apoyadores de este movimiento que está extensamente difundido en la Tierra, marca este movimiento como poco común. Pero ¿quiénes son sus apoyadores?
Una amplia gama de ciudadanos, no solo los jóvenes, han suministrado la fuerza a este movimiento. Los apoyadores son personas de toda condición: amas de casa, empleados de fábricas, abogados, educadores, comerciantes, artistas, profesionales en la medicina, clérigos, científicos y hasta militares de todo rango.
Esta ola de seres humanos recibe su apoyo principalmente de tres secciones de la sociedad —a las cuales se considera conservadoras y estables— la científica, la médica, y especialmente las comunidades religiosas. La revista U.S. News & World Report dice: “La fuerza principal tras la cruzada antibélica estadounidense consiste en líderes de la mayoría de las iglesias de la nación”. Se dice lo mismo en el caso de Europa.
El bloque oriental de naciones apoya activamente al movimiento que pide la “congelación” de lo nuclear, no solo en sus respectivos países, sino también en otros países. Dicha participación franca es poco común. Grupos comunistas auspiciaron algunas de las manifestaciones europeas, y uno de los auspiciadores de la manifestación del 12 de junio de 1982 en la ciudad de Nueva York fue el Partido Comunista, E.U.A.
El que una variedad tan grande de personas de diversos antecedentes, ocupaciones y puntos de vista políticos estén envueltas en el movimiento es otra cosa que marca dicha campaña como poco común. ¿Por qué se han unido tan rápidamente a este movimiento millones de personas?
La gente tiene miedo, en realidad, se siente aterrorizada. Tiene “fobia nuclear”... temor a la guerra nuclear. Súbitamente se enfrentaron a la realidad de una guerra nuclear y la posibilidad de una destrucción total.
Sucesos recientes han aumentado el temor de la gente. Ahora se están poniendo en tela de juicio las normas de procedimiento internacionales que, durante los pasados 25 años, han mantenido estables los asuntos entre las potencias nucleares. Anteriormente, un “equilibrio de terror” había mantenido bajo control la amenaza de una guerra nuclear. Cada nación sabía que el atacar a otra resultaría en un contraataque de parte de la nación atacada, lo cual significaría la destrucción total de ambas naciones... tal vez de todas las naciones.
Este punto de vista ha cambiado. He aquí lo que alarma a la gente:
● Desde el verano de 1980 empezó a salir a luz información de que líderes mundiales habían aprobado planes de largo alcance para pelear una guerra nuclear a escala limitada. Se ha oído a representantes de las superpotencias hablar francamente sobre pelear, sobrevivir y hasta ganar una guerra nuclear a escala limitada o prolongada.
● Los desarrollos tecnológicos han hecho posible que los mísiles nucleares den en el blanco con precisión casi exacta. Con tal precisión, los mísiles pueden destruir casi todos los mísiles del enemigo que estén estacionados en tierra antes de que éste pueda usarlos para un contraataque, lo cual hace que sea más creíble lo que se dice en cuanto a pelear y ganar una guerra nuclear a escala limitada.
● No se ratificó el SALT II de 1979 (siglas en inglés que significan Tratado para la Limitación de Armas Estratégicas), que proponía la limitación de las armas nucleares.
● Los presupuestos militares están aumentando considerablemente, mientras muchos países sufren de una severa recesión económica.
● Los científicos, médicos y clérigos están trabajando celosamente para hacer que el público esté cada vez más consciente de lo devastador que un ataque nuclear sería para los humanos, el ambiente y generaciones futuras.
Una vez que el movimiento haga que la gente esté consciente de los efectos mortíferos de una guerra nuclear, ¿cuál es su meta?
Se espera que el movimiento no solo persuada a su favor a la mayor parte de la gente, sino que también cambie las normas políticas tocante a las armas nucleares. El periódico The New York Times hizo este comentario respecto a la meta del movimiento: “Ellos creen que la cuestión principal es si pueden convertir la preocupación del público respecto a la carrera de armamentos nucleares, la cual va creciendo rápidamente, en votos en el Congreso”.
¿Han tenido éxito? La presión política de los apoyadores del movimiento influyó en gobiernos europeos de modo que revisaron sus normas sobre las armas nucleares. Helmut Schmidt, quien entonces era canciller de Alemania Occidental, advirtió que no se pasara por alto el movimiento, pues dijo que sus apoyadores “están enviando señales claras a los líderes políticos”.
En los Estados Unidos hay representantes elegidos que sienten la presión. Por ejemplo, en agosto del año pasado una resolución que pedía que se aprobara inmediatamente una “congelación” de los arsenales nucleares estadounidenses y soviéticos, presentada a la Cámara de Representantes, perdió por un escaso margen de 204 a 202 votos. No obstante, esto pintó un cuadro vívido de la fuerza que ha ganado esta cuestión en poco tiempo.
Rusia también está consciente del poder que tiene este movimiento. Por primera vez, que se recuerde, Rusia permitió que personas del exterior marcharan por la paz. En julio del año pasado un grupo de 300 manifestantes procedentes de Escandinavia encabezaron una marcha de casi un kilómetro por el centro de Moscú, llamada Marcha de Paz 82, en protesta por las armas nucleares, y llevaban un letrero grande que decía: “Quiten las armas nucleares de todo el mundo”.
¿Obligará este movimiento a los líderes gubernamentales a tomar medidas que garanticen alguna forma de paz mundial? ¿O se oirá esta proclamación solo de la boca de las masas? ¿Ejercerá el gobierno su poder para reprimir este movimiento por medio de acallar a uno de los instigadores principales del movimiento... el clero? Hace algunos años el presidente estadounidense Ronald Reagan se dirigió a un grupo internacional de miembros de alto rango de la jerarquía católica durante la celebración del centenario del Concilio Supremo de los Caballeros de Colón, y habló sobre este mismísimo asunto. Hizo un llamamiento a los católicos romanos para que rechazaran la “congelación” de lo nuclear.
La comunidad científica
● El concilio de Pugwash, que se celebró en el Canadá en agosto de 1981, y al que asistieron científicos de 40 países, llegó a la siguiente conclusión:
“Recomendamos que se imponga una “congelación” inmediata a todo lo que se relacione con los presentes arsenales nucleares de los Estados Unidos y la Unión Soviética”. (The Bulletin of the Atomic Scientists.)
La comunidad médica
● Durante mayo de 1982, la organización llamada Físicos Internacionales para la Prevención de una Guerra Nuclear, cuyos miembros provienen de 19 países, celebró su segunda conferencia anual en Inglaterra. El vocero de la organización declaró:
“Sea cual sea nuestra patria y sean cuales sean nuestras ideologías políticas, todos concordamos totalmente en que una guerra nuclear será la epidemia final... Los médicos han querido hacer algo acerca de la locura de acumular enormes armamentos nucleares, pero no ha habido una fuerza eficaz que esté a la altura del problema. Ahora está apareciendo dicha fuerza. Si ésta recibiera la participación activa de la mayor parte de los médicos del mundo, podría convertirse en una fuerza incontenible”. (Medical World News.)
La comunidad religiosa
● La participación de los católicos romanos:
El mensaje papal sobre el desarme nuclear que se presentó a las Naciones Unidas en junio de 1982 declara: “La enseñanza de la Iglesia Católica al respecto es inequívoca y consecuente. La iglesia ha deplorado la carrera de armamentos; ha hecho un llamamiento para que se disminuyan los armamentos mutua, progresiva y verificablemente”. (United Nations General Assembly Verbatim Record.)
En el “Testimonio de Diferentes Confesiones Religiosas para Poner Fin a la Carrera de Armamentos Nucleares”, que se celebró en la ciudad de Filadelfia, E.U.A., en junio de 1982, el cardenal Krol “hizo un llamamiento a los gobiernos del mundo ‘para que desmantelaran las armas nucleares existentes’”. (The New York Times.)
● La participación de los protestantes:
El grupo asociado con la iglesia protestante de Alemania Occidental llamado Arbeitsgemeinschaft Dienst fur Frieden, AGDF (Grupo de Acción en el Servicio de la Paz), ayudó a organizar una manifestación en contra de las armas nucleares en Bonn, Alemania, en 1981. (The Christian Century.)
Desde 1980, el Concilio Británico de Iglesias ha aprobado unánimemente una moción que apoya la Campaña Mundial para el Desarme. (Carta sobre la Campaña Mundial para el Desarme.)
El Concilio de Iglesias de los Estados Unidos, las Iglesias Bautistas de Norteamérica, la Iglesia Unida de Cristo y la Iglesia Reformada de Norteamérica apoyaron la manifestación pro “congelación” que se celebró en la ciudad de Nueva York en junio de 1982. (Boletín del comité de la manifestación del 12 de junio.)
● La participación de la iglesia ortodoxa:
La Iglesia rumana ortodoxa sirvió de huésped a representantes de confesiones cristianas, judías y musulmanas provenientes de 16 países: Conferencia para el “Llamamiento al Desarme y la Paz”, que se celebró en Bucarest en 1981. El propósito de ésta fue: “Les instaremos [a los miembros de la iglesia] a participar más activamente en el servicio de la paz y a favor de la esperanza de un futuro pacífico para la humanidad. [...] a fin de impedir y eliminar de una vez para siempre el peligro de una guerra nuclear”. (Romanian Orthodox Church News, Quarterly Bulletin.)
Durante mayo de 1982, la Iglesia rusa ortodoxa patrocinó la “Conferencia Mundial de Obreros Religiosos para Salvar el Don Sagrado de la Vida de una Catástrofe Nuclear” e invitó a 600 clérigos distinguidos de todas partes del mundo. (La revista Time.)
● Participación budista:
En el Japón, “tanto los budistas como los cristianos están organizando muchas otras clases de movimientos [en contra de las armas nucleares]”. (Asahi Evening News.)
“La posibilidad de una hecatombe nuclear es real. Puede producirse hoy mismo [...] aunque la Guerra Fría terminó hace más de diez años.”—Robert S. McNamara, ex secretario de Defensa estadounidense, y James G. Blight, profesor de Relaciones Internacionales del Instituto Watson de Estudios Internacionales.
CUANDO en 1991 terminó la Guerra Fría, las manecillas del famoso reloj del fin del mundo se atrasaron a diecisiete minutos antes de la “medianoche”. Este reloj, que aparece en la portada del Bulletin of the Atomic Scientists, se utiliza para representar lo cerca que se encuentra la humanidad de una guerra nuclear (la “medianoche”). En aquel entonces, el minutero se situó lo más lejos de la medianoche que jamás ha estado desde la primera aparición del reloj en 1947. Sin embargo, desde 1991, el minutero ha ido avanzando. Por ejemplo, en febrero del año 2002 se colocó a siete minutos de la fatídica hora, lo que supuso el tercer avance desde el fin de la Guerra Fría.
¿Por qué decidieron adelantar el reloj los editores de esa revista científica? ¿Por qué creen que la guerra nuclear sigue siendo una amenaza? ¿Y de dónde proviene la amenaza contra la paz?
“Todavía hay más de treinta y un mil armas nucleares”, afirma el Bulletin of the Atomic Scientists. Y añade: “El 95% está en Estados Unidos y Rusia, y más de dieciséis mil están listas para utilizarse”. Puede que algunos perciban una aparente contradicción en la cantidad de cabezas nucleares. ¿Acaso no han declarado estas superpotencias que ya han reducido su arsenal a 6.000 unidades cada una?
Pues bien, he aquí el secreto de la “reducción”. Un informe de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional explica: “El inventario de 6.000 ojivas se basa en unas reglas específicas aceptadas en el tratado START [siglas en inglés de las Conversaciones para la Reducción de Armas Estratégicas]. Ambos países pueden conservar miles de armas tácticas y de reserva” (cursivas nuestras). Según el Bulletin of the Atomic Scientists, “muchas, por no decir la mayoría, de las ojivas que Estados Unidos ha retirado de su arsenal activo no van a ser desmanteladas, sino que se almacenarán junto a las 5.000 que ya están en reserva”.
Así que además de los miles de armas nucleares estratégicas que todavía hay en reserva listas para su uso —y que pueden lanzarse directamente de un continente a otro—, existen miles de ojivas nucleares más, así como armas nucleares tácticas diseñadas para alcanzar objetivos más cercanos. No cabe la menor duda: los arsenales de las dos superpotencias nucleares todavía tienen capacidad de sobra para aniquilar varias veces a la población mundial. Semejante cantidad de armamento presenta además otro peligro: el lanzamiento de misiles nucleares por error.
Según indican Robert S. McNamara y James G. Blight, citados anteriormente, “el arsenal nuclear de Estados Unidos está controlado por una estrategia llamada ‘lanzamiento ante alerta’”. ¿En qué consiste? “Nuestras ojivas están listas para ser lanzadas mientras las rusas se hallan en el aire —explican—. De acuerdo con esta estrategia, nuestros misiles tienen que salir en menos de quince minutos desde la primera alerta de ataque ruso.” Un oficial estadounidense que estuvo a cargo del lanzamiento de misiles nucleares estratégicos afirmó: “Casi todos los misiles instalados en tierra pueden lanzarse en dos minutos”.
En este estado de alerta de disparo inmediato, una falsa alarma puede provocar el lanzamiento de misiles por accidente. “No sería la primera vez —explica la revista U.S.News & World Report— que durante unas maniobras con armamento nuclear realizadas por Estados Unidos se ordene por error un lanzamiento real.” Este tipo de falsas alarmas también se han producido en Rusia. Cuando un cohete de investigación noruego provocó una falsa alarma en 1995, el presidente ruso comenzó a activar los códigos de lanzamiento de misiles nucleares.
Esta estrategia de lanzamiento inmediato coloca una enorme presión en quienes toman las decisiones. Afortunadamente, hasta ahora, tales personas se han dado cuenta de las falsas alarmas y no se ha iniciado una guerra nuclear. Aludiendo a un incidente de 1979, cierto investigador dijo: “Lo que detuvo [el lanzamiento de] los misiles estadounidenses fueron nuestros satélites de observación, según los cuales no había misiles soviéticos en el aire”. Sin embargo, tales satélites se deterioran con el tiempo. A los investigadores y analistas les preocupa que “la mayoría de los satélites de observación rusos hayan dejado de funcionar o se hayan desviado de su órbita”. Por consiguiente, como señaló hace unos años cierto vicealmirante estadounidense retirado, “el riesgo de que un malentendido, un accidente o un oficial poco competente provoque un ataque preventivo o un lanzamiento de misiles sigue siendo tan elevado como siempre”.
Aunque los principales arsenales nucleares pertenecen a Estados Unidos y Rusia, existen otras naciones con un poderío similar: China, Francia y Gran Bretaña. A estas potencias nucleares declaradas, que forman el club nuclear, recientemente se les unieron dos nuevos miembros: India y Paquistán. Además de estos países, existen otros, como Israel, de los que se rumorea que van tras la posesión de armas nucleares o que estas incluso ya obran en su poder.
Un conflicto político en el que estuviera implicado uno de los socios del club, incluido cualquiera de los nuevos miembros, podría desencadenar un conflicto nuclear. “La crisis entre la India y Paquistán [...] ilustra lo cerca que han estado dos países de la guerra nuclear desde la crisis de los misiles cubanos”, señala el Bulletin of the Atomic Scientists. La tensión mundial de principios del año 2002 hizo que para mucha gente, el estallido de un conflicto nuclear se convirtiera en una posibilidad muy real.
La fabricación de otras armas de destrucción masiva también ha aumentado las posibilidades de usar la bomba nuclear. Al comentar un informe secreto del Pentágono, The New York Times mencionó que “el empleo de armas nucleares para acabar con el armamento de destrucción masiva del enemigo, como las armas biológicas y químicas”, puede que forme parte de la estrategia nuclear estadounidense.
Los atentados terroristas perpetrados en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001 revelaron al mundo otra amenaza nuclear. Muchos creen que las organizaciones terroristas están tratando de desarrollar armas de ese tipo, si es que no las tienen ya en sus manos. ¿Cómo es posible?
¿Puede construirse una bomba nuclear con material conseguido en el mercado negro? Según la revista Time, sí es posible. Esta informó sobre un equipo creado para prevenir el terrorismo nuclear, el cual, hasta ahora, “ha montado más de una docena” de bombas caseras utilizando “componentes obtenidos en tiendas de electrónica y el tipo de combustible nuclear que se vende en el mercado negro”.
Debido al desarme y al desmantelamiento de armas nucleares, ha aumentado el peligro de que se produzcan robos de material nuclear. “Los miles de armas nucleares rusas que se extraen de misiles, bombarderos y submarinos muy vigilados y se guardan en otros lugares menos seguros suponen una tentación para los ambiciosos terroristas”, señala la revista Time. Si las piezas de tales armas caen en manos de un pequeño grupo que las vuelve a ensamblar, dicho grupo pronto podría formar parte del club nuclear.
La revista Peace asegura que no hace falta ni siquiera montar una bomba para ingresar en el club. Todo lo que se necesita es suficiente uranio o plutonio fisionable. Dicha publicación señala: “Los terroristas que posean uranio apto para armas modernas pueden causar fácilmente una explosión dejando caer una mitad del material sobre la otra mitad”. ¿Cuánto material nuclear enriquecido se necesita? Según la revista, “basta con tres kilos”. Pues bien, esta fue aproximadamente la cantidad que se confiscó en 1994 a unos contrabandistas detenidos en la República Checa.
Los desechos nucleares pueden convertirse en otra clase de armamento nuclear. “Lo que de veras preocupa a los especialistas es la combinación letal de residuos radiactivos y explosivos convencionales”, afirma la revista The American Spectator. Este tipo de armas de dispersión radiactiva se conocen como bombas sucias. ¿Qué peligro conllevan? Tales bombas utilizan “potentes explosivos convencionales para esparcir material muy radiactivo con el fin de contaminar el objetivo y no de destruirlo con la explosión y el calor”, explica el rotativo IHT Asahi Shimbun. Y añade: “Los efectos en el ser humano pueden variar desde una enfermedad por radiación hasta una muerte lenta y agonizante”. Aunque hay quienes aseguran que la utilización de residuos nucleares de fácil acceso no causaría mucho daño, el hecho de que en el mercado negro exista material nuclear enriquecido preocupa a muchas personas. Según una reciente encuesta mundial, más del sesenta por ciento de los entrevistados creen que en los próximos diez años se producirá algún acto de terrorismo nuclear.
Sin lugar a dudas, la amenaza nuclear sigue siendo real en el mundo de hoy. El semanario británico The Guardian Weekly, del 16 al 22 de enero de 2003, señaló: “La posibilidad de que Estados Unidos recurra a su arsenal nuclear es mayor que nunca desde los días más sombríos de la Guerra Fría. [...] Esta nación está cada vez más inclinada a iniciar una guerra nuclear”. Por consiguiente, es razonable preguntar: ¿Puede evitarse una guerra de este tipo? ¿Existe alguna esperanza de librar al mundo de la amenaza nuclear? El próximo artículo analizará estas cuestiones.
El columnista Bill Keller (actual editor ejecutivo de The New York Times) dijo en The New York Times Magazine que las naciones han entrado en una segunda era nuclear. La primera terminó en enero de 1994, cuando Ucrania aceptó entregar las armas que heredó de la ex Unión Soviética. ¿Por qué habló Keller de una segunda era nuclear?
“La segunda era nuclear fue anunciada por el estruendo que provocaron en el desierto de Rajastán las cinco bombas de prueba detonadas en 1998 por el recién nombrado gobierno nacionalista de la India. Dos semanas después, Paquistán hizo lo mismo.” ¿Por qué fueron diferentes estos ensayos a los de la anterior era nuclear? “Eran armas nucleares destinadas a un blanco específico”, explicó el columnista.
¿Puede sentirse el mundo más seguro al contar con dos nuevos miembros del club nuclear? Keller añadió: “Cada vez que un nuevo país cuenta con armamento nuclear, se incrementa el peligro de guerra con otro estado nuclear” (“The Thinkable” [Lo imaginable], The New York Times Magazine, 4 de mayo de 2003, pág. 50).
La situación se agrava con las noticias de que Corea del Norte tal vez cuente con “suficiente plutonio para fabricar en breve seis nuevas bombas atómicas. [...] Cada día aumenta el riesgo de que este país consiga sus armas nucleares e incluso pruebe una para demostrar su eficacia” (The New York Times, 18 de julio de 2003).
“LA PAZ en la Tierra parece ahora más factible que en cualquier otro momento después de la II Guerra Mundial.” Esta optimista apreciación de un corresponsal, que data de finales de los años ochenta, se fundó en el hecho de que los importantes acuerdos de desarme y las inesperadas convulsiones políticas habían acabado por fin con la Guerra Fría. Pero ¿había finalizado también la amenaza nuclear, tan característica de la anterior confrontación de las superpotencias? ¿Eran ahora posibles la paz y la seguridad duraderas?
Durante la Guerra Fría, las superpotencias confiaron en el equilibrio del terror para mantener la paz, y concordaron en permitir el desarrollo de los conocimientos nucleares con propósitos pacíficos, así como restringir su uso en la fabricación de armamento nuclear. En 1970 entró en vigor el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, posteriormente ratificado por unas ciento cuarenta naciones. No obstante, algunas posibles potencias nucleares, como Argentina, Brasil, India e Israel, se han negado hasta el presente a firmar el tratado.
Ahora bien, en 1985 firmó otra posible potencia nuclear, Corea del Norte. De modo que cuando el 12 de marzo de 1993 anunció su retirada del tratado, fue lógico que el mundo reaccionara con inquietud. El semanario alemán Der Spiegel dijo: “La noticia de la retirada del Tratado de No Proliferación crea un precedente: existe ahora la amenaza de una carrera armamentista nuclear que empiece en Asia y que sea más peligrosa que la rivalidad nuclear entre las superpotencias”.
Como el nacionalismo está dando a luz nuevas naciones a gran velocidad, es probable que aumente el número de potencias nucleares.
El periodista Charles Krauthammer advierte: “El fin de la amenaza soviética no significa el fin del peligro nuclear. El peligro real es la proliferación, y esta no ha hecho más que empezar”.
Las posibles potencias nucleares desean conseguir el prestigio y el poder que ofrecen estas armas. Se dice que un país ha comprado al menos dos cabezas nucleares a Kazajstán. La anterior república soviética declara oficialmente “desaparecidas” estas armas nucleares.
En octubre de 1992 se arrestó a varios hombres en Frankfurt (Alemania) con 200 gramos de cesio muy radiactivo, suficiente como para envenenar toda el agua de una ciudad. Una semana más tarde se detuvo a siete contrabandistas en Munich con 2,2 kilos de uranio. El descubrimiento de dos redes de contrabando en el plazo de dos semanas asustó a las autoridades, pues solo se habían denunciado cinco de estos casos por todo el mundo a lo largo del año anterior.
No se sabe si esas personas intentaban vender su mercancía a grupos terroristas o a gobiernos. Sea como fuere, está aumentando la posibilidad del terrorismo nuclear. El Dr. David Lowry, del Centro de Información Europeo de Proliferación, explica el peligro: “Lo único que tiene que hacer un terrorista es enviar una muestra de uranio enriquecido a una autoridad respetada para que lo analice, diciendo que tiene tanto y que ahí está la prueba. Es como el secuestrador que manda la oreja de la víctima”.
A principios de 1992 había 420 reactores nucleares dedicados a la producción de electricidad, y se estaban construyendo otros 76. Pero también hay que decir que en el transcurso de los años se ha informado un número creciente de casos de enfermedades, abortos y defectos de nacimiento como consecuencia de los accidentes que han ocurrido en los reactores. Uno de estos informes dice que los incidentes que se habían producido en una planta de plutonio soviética habían provocado para 1967 una emisión de radiactividad tres veces mayor que la catástrofe de Chernóbil.
Este último accidente de Chernóbil (Ucrania), ocurrido en abril de 1986, recibió una amplia publicidad en los medios de comunicación. Grigori Medvédev, ingeniero nuclear y subdirector de la planta de Chernóbil durante la década de los años setenta, explica que se ha formado una “colosal balsa atmosférica de radionúclidos de vida larga [...] que equivale a diez bombas como las de Hiroshima” en lo que se refiere a efectos a largo plazo.
En el libro La verdad sobre Chernóbil, Medvédev incluye once graves accidentes de reactores nucleares ocurridos en la anterior Unión Soviética para mediados de los años ochenta y otros doce en Estados Unidos. Entre estos últimos se cuenta el horrible accidente de Three Mile Island, ocurrido en 1979. Respecto a este, Medvédev dice: “Asestó el primer golpe serio a la energética nuclear e hizo añicos las ilusiones que muchos tenían sobre la absoluta seguridad de las C[entrales] N[ucleares]. Pero no de todos”.
Esto explica por qué siguen ocurriendo desgracias. En Rusia aumentaron en casi un 20% durante 1992. Después del accidente que tuvo lugar en marzo del año pasado en la planta de Sosnovy Bore, de San Petersburgo (Rusia), los niveles de radiación se elevaron en un 50% en el noreste de Inglaterra y alcanzaron un nivel doble del máximo permisible en Estonia y en el sur de Finlandia. El profesor John Urquhart, de la Universidad de Newcastle, admite: “No puedo demostrar que el aumento se debiera a Sosnovy Bore, pero si no fue Sosnovy Bore, ¿qué fue entonces?”.
Algunas autoridades alegan que los reactores como los que hay en Chernóbil tienen un defecto de diseño y son demasiado peligrosos. No obstante, se están utilizando más de doce de ellos para satisfacer la enorme demanda de energía. Incluso se acusa a algunos operadores de reactores de desactivar los sistemas de seguridad para conseguir una mayor productividad. Informes de esta índole aterrorizan a países como Francia, que produce el 70% de su electricidad en centrales nucleares. Otro “Chernóbil”, y es posible que se le obligue a cerrar permanentemente muchas de sus centrales.
Incluso los reactores “seguros” pueden convertirse en inseguros con el tiempo. A principios de 1993 se hallaron durante una revisión rutinaria más de cien fracturas en las tuberías de acero del reactor de Brunsbüttel, uno de los más antiguos de Alemania. Se han encontrado fisuras similares en reactores franceses y suizos. En 1991 se produjo el primer accidente serio en una planta nuclear japonesa, posiblemente debido a sus años. Ese incidente es un mal presagio para Estados Unidos, donde aproximadamente las dos terceras partes de los reactores comerciales tienen más de una década.
Los accidentes en reactores nucleares pueden suceder en cualquier lugar y en cualquier momento. Cuantos más reactores, mayor la amenaza; cuanto más viejo el reactor, mayor el peligro. No sin razón un periódico los llamó bombas de relojería y trampas mortales radiactivas.
Hace poco la gente se sorprendió al ver vallado y protegido por la policía un lugar de los alpes franceses situado a la orilla de un río frecuentado por los excursionistas. El periódico The European explicó: “Comprobaciones rutinarias ordenadas después de la muerte de una mujer de la localidad por envenenamiento de berilio hace dos meses, descubrieron en el lugar frecuentado por los excursionistas niveles de radiactividad cien veces más altos que en las zonas vecinas”.
El berilio es un metal sumamente ligero producido mediante diferentes procesos y utilizado en la industria aeronáutica. Una vez irradiado, se emplea también en las centrales nucleares. Parece ser que una fábrica que producía berilio había tirado los desechos del peligroso proceso de irradiación en ese lugar de excursión o cerca de él. “El polvo de berilio, aunque no esté irradiado —dijo The European—, es uno de los desechos industriales más tóxicos que se conocen.”
Por otra parte, se dice que durante un período de treinta años se echaron unos diecisiete mil contenedores de desperdicios radiactivos a las aguas de la costa de Novaya Zemlya, zona que los soviéticos utilizaron para pruebas nucleares a principios de los años cincuenta. También se arrojaron a ese accesible basurero secciones radiactivas de submarinos nucleares y partes de al menos doce reactores.
Sea intencional o no, la contaminación nuclear es peligrosa. La revista Time dijo sobre un submarino que se hundió en las costas noruegas en 1989: “El submarino ya está arrojando al mar cesio-137, un isótopo cancerígeno. De momento la fuga se considera demasiado pequeña para afectar la vida marina o la salud humana. Pero el Komsomolets también llevaba dos torpedos nucleares con 13 kilogramos de plutonio, que tiene una media vida de veinticuatro mil años y una toxicidad tan elevada que una partícula puede ser mortal. Los expertos rusos advirtieron que el plutonio podía derramarse en el agua y contaminar grandes extensiones del océano para 1994”.
Claro está que el problema de los desechos radiactivos no es privativo de Francia y Rusia. Estados Unidos tiene “montañas de basura radiactiva y ningún lugar permanente para almacenarla”, informa Time. Dice que 1.000.000 de barriles de sustancias letales aguardan en almacenes temporales con un constante “peligro de pérdida, robo y daño medioambiental por una mala manipulación”.
Como para ilustrar este peligro, en abril de 1993 explotó un contenedor con residuos radiactivos, en una anterior fábrica de armas de Tomsk (Siberia), evocando el espectro de un segundo Chernóbil.
Es obvio que cualquier alegación de paz y seguridad basada en el supuesto fin de la amenaza nuclear carece de un buen fundamento. En cualquier caso, la paz y la seguridad están cerca. ¿Cómo lo sabemos?
POTENCIAS NUCLEARES: Doce y la cantidad sigue aumentando
DECLARADAS o DE FACTO: África del Sur, Bielorrusia, China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, India, Israel, Kazajstán, Paquistán, Rusia, Ucrania
POSIBLES: Argelia, Argentina, Brasil, Corea del Norte, Corea del Sur, Irán, Iraq, Libia, Siria, Taiwán
LA AVALANCHA de basura doméstica no es el único problema que amenaza con extinguir la vida de este mundo. Otro tipo de residuos plantea un problema mucho más grande y mortífero, y a cuyo lado este parece insignificante. Desde que el hombre aprendió a utilizar el átomo para fabricar armas nucleares y generar electricidad, los científicos se han visto en el dilema de decidir cuáles son los métodos más seguros para deshacerse de los residuos nucleares de elevada radiactividad que resultan de estos procedimientos.
Se han gastado miles de millones de dólares en la búsqueda de métodos para impedir que estos residuos mortíferos contaminen la población y el medio ambiente por varias generaciones. Sin duda se trata de una tarea inmensa, pues los residuos radiactivos pueden seguir siendo letales para los seres vivos por miles de años.
Durante décadas, la mayor parte de estos residuos simplemente se enterraban en pozos o se echaban en depósitos de filtración dentro de las propias centrales nucleares, pensando que los materiales peligrosos se irían desactivando y se volverían inocuos, suposición que como veremos ha tenido resultados catastróficos. Millones de litros de residuos de gran radiactividad se almacenaron en gigantescos depósitos subterráneos, mientras que otros se colocaron en bidones blindados y almacenados en depósitos a cielo abierto, procedimiento que ha resultado peligroso.
Los residuos nucleares son tan peligrosos y letales que los científicos han pensado en todo, desde enviarlos al espacio exterior hasta depositarlos bajo el hielo de los casquetes polares. Actualmente se está investigando la viabilidad de echar bidones de residuos en la parte septentrional del océano Pacífico, donde esperan que se hundan en el fango del fondo oceánico hasta una profundidad de unos treinta metros. “Tenemos cosas en este planeta de las que nos hemos de deshacer, sea en la tierra, en el agua o bajo los océanos. Eso es todo lo que podemos hacer”, dijo el vicepresidente de la Woods Hole Oceanographic Institution.
Por ahora, como solución temporal hasta que se encuentre un método más seguro y permanente, la mayor parte del material radiactivo se almacena en piscinas llenas de agua situadas en el interior de edificios herméticamente cerrados. Por ejemplo, Ontario (Canadá) tiene 16 reactores nucleares que ya han generado más de siete mil toneladas de residuos radiactivos, actualmente almacenados en ese tipo de depósitos. Gran Bretaña también se encara al desconcertante problema de los residuos radiactivos. En el presente, los residuos de alta actividad se guardan en depósitos a cielo abierto, y se espera seguir empleando esta técnica hasta que se encuentren y analicen lugares subterráneos a prueba de filtraciones. Francia, Alemania y Japón también buscan una solución al problema que les plantean sus residuos nucleares.
El periódico The New York Times informó que “la política oficial de Estados Unidos consiste en pensar que el método más seguro es enterrarlos en un ‘depósito geológico profundo’, un lugar seco, estable y deshabitado. Pero encontrar el sitio está resultando difícil”. Y no cabe duda que resulta difícil, pues según los científicos, tiene que ser un lugar tan seco y estable que pueda albergar de modo seguro el material radiactivo durante 10.000 años. Aunque parte de estos residuos nucleares pueden seguir siendo letales por aproximadamente 250.000 años, los expertos creen que en 10.000 años se producirán tantos cambios geológicos “que no tiene sentido hacer planes para un período más largo”. Un eminente especialista en radiaciones dijo: “No sé de ningún modelo de predicción en la Tierra que pueda dar siquiera una orientación acerca de lo que sucederá de aquí a 1.000 años”. Y añadió que resultaba “difícil hablar de riesgos para la salud de aquí a 10.000 años”.
Cuando los científicos revelaron los secretos del átomo, desencadenaron un fenómeno nuevo y extraño para el que no estaban preparados: la pesadilla de la mortífera contaminación. Aunque se les advirtió de los posibles peligros, hubo funcionarios gubernamentales que deliberadamente pasaron por alto las advertencias. A medida que las armas atómicas se convertían en un asunto prioritario para las naciones que disponían de los conocimientos y las materias primas para fabricarlas, se dejó de tomar en consideración la salud y la vida de las personas así como la calidad del medio ambiente. Se utilizaron procedimientos poco rigurosos para guardar los mortíferos residuos. Por ejemplo: en una fábrica de armas nucleares, “más de 750.000 millones de litros de residuos peligrosos, suficientes para inundar Manhattan con una capa de 12 metros de profundidad, han sido vertidos en pozos y lagunas sin revestir”, escribió la revista U.S.News & World Report de marzo de 1989, y luego añadió: “Las filtraciones tóxicas han contaminado por lo menos 260 kilómetros cuadrados de aguas subterráneas. Unos 170 millones de litros de efluente de residuos radiactivos de gran actividad están almacenados en gigantescos depósitos subterráneos, y con el plutonio que se escapa de estos contenedores se podrían fabricar más de cincuenta bombas como la de Nagasaki”. Se calcula que la limpieza de este lugar costará la elevada cifra de 65.000 millones de dólares (E.U.A.).
Algunos tanques que guardaban residuos nucleares se han calentado tanto a causa de la radiactividad que se han agrietado, dejando escapar a tierra —según cálculos— dos millones de litros de residuos radiactivos. El isótopo radiactivo estroncio-90 ha contaminado el agua potable, sobrepasando mil veces los límites tolerables establecidos por la Environmental Protection Agency, organismo dedicado a la protección del medio ambiente. En otra fábrica de armas nucleares, “sustancias radiactivas procedentes de pozos de residuos que contenían 42 millones de litros de uranio [...] se están filtrando en un acuífero y han contaminado pozos de agua situados a 800 metros al sur del lugar”, informó el periódico The New York Times. El mismo periódico también comentó que en el estado de Washington se vertieron en el suelo miles de millones de litros de agua contaminada y que en el río Columbia está entrando continuamente una corriente de tritio radiactivo.
The New York Times comunicó además que en Idaho han escapado trazas de plutonio de unos pozos de residuos no muy profundos situados en las instalaciones de residuos nucleares Radioactive Waste Management Complex. “Están atravesando capas de roca en dirección a un inmenso depósito subterráneo de agua que abastece a miles de habitantes del sur de Idaho.” El periódico decía que el mortífero elemento ha penetrado hasta una profundidad de 70 metros, casi la mitad de la distancia hasta el acuífero.
¿Hasta qué grado son mortíferas las trazas de plutonio vertidas en los ríos y corrientes de agua o que han ido a parar al aire? “El plutonio sigue siendo radiactivo durante 250.000 años —comentaba The New York Times—, y hasta partículas microscópicas pueden ser letales si se tragan o inhalan.” La revista Newsweek dijo que “inhalar aunque solo sea una mota de polvo de plutonio puede producir cáncer.”
No se conocen los efectos que los residuos nucleares pueden tener en la gente a corto o largo plazo, y posiblemente nunca se sepa. Pero basta con decir que en una central nuclear se informaron 162 casos de cáncer entre los que habitaban en un radio de varios kilómetros. La gente tiene miedo de beber el agua y hay mucho temor. “[Esas personas] van a tener entre seis y doscientos casos más de cáncer —dijo a los trabajadores de la central un consultor y médico de un hospital universitario—. Todos están asustados. Tienen la sensación de haber perdido el control de sus vidas y su medio ambiente.”
ERA de madrugada. Una esfera metálica, a la que se había dado el nombre de Gadget, colgaba de una alta torre situada en el desierto de Nuevo México. Mientras tanto, en refugios ubicados a nueve kilómetros de distancia, físicos, químicos, matemáticos y soldados se impacientaban, miraban a sus relojes y se preguntaban si Gadget realmente funcionaría.
Funcionó. Quince segundos antes de las cinco y media de la mañana, Gadget explotó, liberando su energía nuclear en una millonésima de segundo. Lanzó una llamarada que podría haberse visto desde otro planeta, y la explosión se oyó a trescientos kilómetros de distancia. El calor generado por la explosión de Gadget —con una temperatura en el centro más elevada que la del núcleo del sol— fundió la arena del desierto en un anillo de cristal radiactivo de color jade de casi un kilómetro de diámetro. Hubo quien juró que aquel día había visto salir el sol dos veces.
El 6 de agosto de 1945, veintiún días después, la segunda bomba atómica devastó la ciudad japonesa de Hiroshima; causó la muerte de aproximadamente ciento cuarenta y ocho mil personas. Había comenzado la era nuclear.
Eso sucedió hace cuarenta y tres años. Desde entonces se han probado armas cuatro mil veces más potentes. Se calcula que el poder combinado de todas las ojivas nucleares del mundo equivale a unos veinte mil millones de toneladas de TNT, ¡un poder destructivo más de un millón de veces mayor que el de la bomba de Hiroshima!
Según un estudio realizado en 1983 por la Organización Mundial de la Salud, una guerra nuclear a escala global mataría instantáneamente a mil millones de personas. Otros mil millones morirían más tarde debido a la onda explosiva, el fuego y la radiación. Estudios recientes son aún más pesimistas. Se comprende, por lo tanto, que se haya levantado un clamor que pide la eliminación total de las armas nucleares.
Pero no todos los que están a favor de su eliminación se basan únicamente en razones humanitarias. Algunos sostienen que las armas nucleares simplemente son de escasa o nula eficacia en una guerra. Debido a su impresionante poder destructivo, solo la provocación más extrema podría justificar su empleo. Por esa razón, Estados Unidos no las usó ni en Corea ni en Vietnam, los británicos no las emplearon en las Malvinas ni los soviéticos en Afganistán. Robert McNamara, antiguo secretario de Defensa norteamericano, dice: “En realidad, las armas nucleares no sirven para ningún propósito militar. Son absolutamente inútiles, con la única excepción de que sirven para disuadir al adversario de usarlas”.
De igual manera, las armas nucleares no tienen mucha utilidad como instrumento diplomático para amenazar o influir en otras naciones. Cualquiera de las dos superpotencias es vulnerable a un ataque lanzado por la otra. Y en cuanto a los países sin armamento nuclear, con frecuencia tienen el atrevimiento de plantar cara a las superpotencias sin ningún temor a posibles represalias nucleares.
Por último, hay que considerar el costo. De acuerdo con un estudio publicado en el Bulletin of the Atomic Scientists, entre los años 1945-1985 tan solo Estados Unidos ha producido unas sesenta mil ojivas nucleares. ¿Su costo? Casi ochenta y dos mil millones de dólares, mucho dinero para algo que esperan no usar nunca.
El concepto de disuasión es probablemente tan antiguo como la historia de los conflictos. Pero en la era nuclear, la disuasión ha adquirido una nueva dimensión. Cualquier nación que considere la posibilidad de realizar un ataque nuclear puede estar segura de sufrir una represalia nuclear rápida y devastadora.
Por lo tanto, el general B. L. Davis, de la Comandancia Estratégica del Aire de Estados Unidos, dice: “Se puede argumentar convincentemente que las armas nucleares [...] han convertido al mundo en un lugar más seguro. No han acabado con las guerras, ni mucho menos; miles de personas siguen muriendo todos los años en conflictos que de ninguna manera son menores para las naciones implicadas. Pero la intervención de las superpotencias en estos conflictos está cuidadosamente calculada para evitar una confrontación directa, debido a la posibilidad de que esta se convierta en una conflagración de mayor importancia, sea nuclear o convencional”.
No obstante, en cualquier casa en la que haya armas cargadas, siempre existe el riesgo de que alguien resulte herido por error. El mismo principio aplica a un mundo lleno de armas nucleares. Una guerra nuclear podría estallar si:
1) Se produjese una anomalía en el funcionamiento de un aparato o un error en un ordenador que hiciera pensar a un país que está bajo un ataque nuclear. La respuesta sería un contraataque nuclear.
2) Armas nucleares cayesen en manos de grupos terroristas o extremistas, que no se retendrían tanto de usarlas como las potencias nucleares actuales.
3) Se intensificase una guerra pequeña en una zona donde estuviesen envueltos los intereses de las superpotencias, como, por ejemplo, el golfo Pérsico.
Pese a tales peligros, las naciones han mantenido hasta ahora una política de seguridad mediante la disuasión. No obstante, la gente no se siente segura en un mundo lleno de armas nucleares. El equilibrio del poder es, en realidad, un equilibrio de terror, un pacto de suicidio del que los miles de millones de personas del mundo son signatarios involuntarios. Si las armas nucleares son semejantes a la espada de Damocles, la disuasión es el hilo de la que pende. Pero, ¿qué sucedería si la disuasión fallase? La respuesta es demasiado horrible para considerarla.
Radiación térmica (luz y calor): Una explosión nuclear de un megatón crea un intenso resplandor de luz que ciega o deslumbra a las personas situadas a una distancia tan alejada como 21 kilómetros durante el día y hasta 85 kilómetros durante la noche.
En la superficie cero (el epicentro mismo de la explosión) y sus inmediaciones, el intenso calor volatiliza a los humanos. Más lejos (hasta a 18 kilómetros de distancia), la gente sufre quemaduras de segundo y tercer grado en las partes del cuerpo que están descubiertas, y la ropa se incendia. Lo mismo sucede con las alfombras y los muebles. Bajo ciertas circunstancias, se desata una horrorosa tormenta de fuego, que encierra a la gente en un horno ardiente.
Onda explosiva: La explosión nuclear genera vientos de fuerza huracanada. En las cercanías de la superficie cero, la destrucción es total. En los lugares más alejados, la gente que se halla dentro de los edificios es aplastada por las paredes y los techos que se desploman; otros son alcanzados por escombros y muebles impulsados por la onda explosiva. Aun otros mueren asfixiados por la densa nube de polvo que se levanta debido al cemento y los ladrillos pulverizados. La sobrepresión del aire causa roturas de tímpano y hemorragias pulmonares.
Radiación: Se emite una intensa descarga de neutrones y de rayos gamma. Una moderada exposición a la radiación provoca náuseas, vómitos y fatiga. El daño que sufren las células sanguíneas disminuye la resistencia a las infecciones y retarda los procesos de curación. Una elevada exposición a la radiación produce convulsiones, temblor, ataxia y letargia. La muerte sobreviene entre una y cuarenta y ocho horas más tarde.
Los supervivientes que han sido expuestos a la radiación son propensos al cáncer. También es más probable que transmitan defectos hereditarios a su descendencia, incluyendo fecundidad reducida, tendencia a abortos espontáneos, a dar a luz hijos muertos o deformes y otras diversas anomalías.
Fuente: Comprehensive Study on Nuclear Weapons (Estudio exhaustivo sobre las armas nucleares), editado por las Naciones Unidas.
DÉTENTE ha llegado a ser una palabra común durante los últimos meses. Parece que está comenzando, tal como significa la palabra, un ‘aflojamiento de las tensiones.’ Lo que parecen ser serias conversaciones acerca de la paz sobresalen en las declaraciones de los líderes mundiales. Estos y sus partidarios dicen que están hartos de guerra; el mundo está listo para la paz.
Sin embargo, es un hecho extraño que durante el mismo período se ha acelerado una de las más intensas carreras de armas de la historia. Tanto las naciones desarrolladas como las que se están desarrollando están comprando y/o vendiendo armamentos en una escala sin precedentes. No obstante, debido a sus técnicas adelantadas y al tamaño de sus armas, la carrera de armas particularmente entre los Estados Unidos y Rusia inquieta al resto del mundo. ¿Quién va a la cabeza en esta carrera?
Las opiniones varían, aun entre los supuestos neutrales. Los dos principales contendientes son reservados con respecto a muchas de sus armas, en cuanto a cantidad, tamaño y capacidad. Los rusos se jactan de tener las armas más grandes; los norteamericanos, de que las suyas son más precisas. Se dice que los Estados Unidos tienen más de tres veces la cantidad de bombarderos de largo alcance que los rusos... 496 contra 140.
Por otra parte los rusos tienen más submarinos equipados con proyectiles. Pero se afirma que los submarinos de los Estados Unidos son más silenciosos y difíciles de detectar, y muchos de los cohetes nucleares que llevan tienen de diez a catorce cargas nucleares. Desde mediados de la década de 1950 la Unión Soviética ha superado a los Estados Unidos en embarcaciones marinas. Ahora tiene 221 grandes barcos de combate de superficie en comparación con los 174 de los EE. UU.
Actualmente la mayor parte de la investigación y el desarrollo por parte de ambas naciones se concentra en los proyectiles. Pero, ¿no han servido las Conferencias de Limitación de las Armas Estratégicas (SALT) y otros acuerdos para detener la fabricación de proyectiles entre estas dos potencias? No. La SALT ha declarado ilegal principalmente a los proyectiles defensivos. Pero, ¿qué hay acerca de los proyectiles ofensivos?
Según los términos del acuerdo de la SALT de mayo de 1972 a los Estados Unidos se le permitieron 1.054 plataformas de lanzamiento de proyectiles con base en tierra y 656 plataformas de lanzamiento instaladas en unidades navales. A la Unión Soviética se le permitieron 1.618 plataformas de lanzamiento con base en tierra si instalaba 950 en unidades navales. ¿Por qué se les permitió a los rusos una mayoría? Porque los Estados Unidos creyeron que tenían una neta ventaja en el campo de los proyectiles con el MIRV.
MIRV significa ‘vehículo de reingreso con cargas múltiples independientes’; un proyectil tiene varias cargas nucleares, cada una de las cuales se puede enfocar sobre un blanco diferente una vez que el proyectil llega a una zona general. Se dice que los Estados Unidos ya tienen aproximadamente 7.000 MIRV montados. Pero aunque parecía que los Estados Unidos tenían una ventaja cuando se firmó el acuerdo SALT, a esa nación le esperaba una sorpresa.
Los rusos comenzaron a ensayar sus propios MIRV en 1973, lo cual suscitó temores de que los soviéticos pudieran superar a los Estados Unidos. Pero, entonces, los Estados Unidos respondieron a esta acción. ¿Cómo?
Por medio de introducir MaRV... el ‘vehículo de reingreso maniobrable.’ Igual que el MIRV, se puede agregar varias cargas nucleares a un proyectil y enviarlas a blancos separados. Sin embargo, las cargas nucleares del MaRV se pueden maniobrar para cambiar el derrotero durante la parte final de su vuelo mientras se ciernen sobre su blanco.
Pero las grandes potencias están almacenando más que solo armas nucleares. También está proliferando la variedad de armas no nucleares. Las recientes guerras más pequeñas han instruido acerca de estas armas tanto a Oriente como a Occidente.
Por ejemplo, en Vietnam los Estados Unidos perfeccionaron las bombas múltiples, aprendiendo a controlar su modelo de fragmentación. Una sola bomba múltiple que se dejó caer de un avión de caza a reacción y que se detonó a una altura de 180 metros pudo dispersar eficazmente fragmentos mortíferos sobre 900 metros. Un F-4 Phantom puede incluir ocho de esas bombas y, con portabombas especiales, puede transportar hasta de quince a veinte.
Otra arma que se ensayó parcialmente en Vietnam fue la “bomba planeadora” o la “bomba astuta.” En el pasado, el vuelo de una bomba desde una aeronave había dependido solo de la gravedad. Estos modelos más nuevos, sin embargo, dan en el blanco con precisión con la ayuda de rayos de laser o de la TV. Hasta los expertos conservadores hablan de una venidera “revolución” en la guerra debido a las bombas guiadas.
La guerra en el Oriente Medio deparó algunas sorpresas para los expertos militares norteamericanos. Las armas de fabricación rusa que emplearon las naciones árabes demostraron ser muy superiores a lo que habían previsto los norteamericanos. El lanzaproyectiles portátil SAM-7 de construcción soviética se usó eficazmente para derribar los aviones de caza israelíes. Sin embargo, es un arma comparativamente barata.
Mucho del guerrear decisivo del Oriente Medio se efectuó en combates de fuerzas mecanizadas... guerra de tanques. Pero también se descubrió que un solo infante podía eliminar a un tanque enemigo. Se usó un proyectil antitanque de alto poder explosivo llamado “Calor.” Transporta cierta cantidad de metal de cobre. Cuando la carga explota contra la armadura del tanque libera un chorro de cobre fundido que perfora un agujero a través del acero y asfixia a la tripulación, detonando cualquier explosivo que se encuentra en el vehículo. Algunos de los proyectiles antitanques con cargas de calor se dirigen por radio de modo que el soldado que los dispara los puede dirigir en su trayectoria al blanco. Los israelíes dicen que esas armas fueron la causa principal de sus pérdidas de tanques.
Otra sorpresa para los Estados Unidos fue la gran cantidad y variedad de equipo para la lucha nocturna que los rusos le suministraron a los árabes. El Pentágono ahora ha acelerado la investigación estadounidense de la guerra nocturna después de averiguar que los rusos habían perfeccionado el alcance a la luz de las estrellas y los artefactos infrarrojos para los tanques, cohetes antitanques y lanzagranadas, así como armas más livianas. La Fuerza Aérea y la Marina de los Estados Unidos usaron equipo parecido en Vietnam.
En la actualidad los gases neurotóxicos son el centro de debates en los Estados Unidos. Una variedad, gas neurotóxico binario, consiste de dos agentes químicos que son seguros mientras se les mantiene separados. Sin embargo, una vez mezclados, como en un proyectil disparado de artillería son mortíferos. Julian Perry Robinson y Mathew S. Meselson, expertos estadounidenses en armas químicas, le dijeron al subcomité de la Cámara de diputados de los Estados Unidos que el almacenamiento de armas químicas de los Estados Unidos es cuatro veces más grande de lo que fue al cierre de la II Guerra Mundial.
Pero los Estados Unidos y la Unión Soviética no tienen el monopolio de la compra y venta de armas. Otras naciones más pequeñas también están implicadas.
La esperanza que muchos tenían de que la energía nuclear sería guardada solo por unas pocas naciones grandes quedó frustrada cuando la India detonó en mayo de 1974 un artefacto nuclear. Ahora hay temor de que otras naciones más pequeñas y hasta pandilleros organizados podrían perfeccionar armas nucleares. Desde que la India hizo detonar su artefacto nuclear, menos expertos se burlan de tal posibilidad. Los detalles que se necesitan para fabricar una bomba nuclear se pueden hallar en los documentos no secretos de la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos. A medida que pasa el tiempo la pequeña provisión de plutonio que se necesita para abastecer la bomba se hace cada vez más disponible.
Mientras tanto, en el campo internacional, crece la acumulación de armas en nación tras nación. Por ejemplo, los países de la América Latina ya no se contentan con las armas norteamericanas de segunda mano, sino que están regateando por nuevas armas poderosas. La mayor parte de los gastos allí los hicieron seis países —Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Venezuela— que pagaron la mayor parte de los 1.700 millones de dólares gastados en armas pesadas en la América Latina entre los años 1967 y 1972. Los Estados Unidos solo hicieron el 13 por ciento de esas ventas. ¿Quién vendió el resto?
El resto de las ventas fueron a la Gran Bretaña (35 por ciento) por barcos de guerra y aviones a reacción, y a Francia (22 por ciento) principalmente por los aviones de caza a reacción Mirage y tanques. Otros países abastecedores incluyeron a Alemania Occidental y el Canadá. Y, ahora, los rusos le están vendiendo a la América Latina.
Esto no es totalmente nuevo. Cuba, por ejemplo, ha estado ya por un tiempo en el campo comunista y se dice que tiene más de 200 aviones de caza rusos MIG. Se calcula que durante los últimos diez años los rusos han gastado más de mil millones de dólares para armar a Cuba. Pero, recientemente, se dice que el Perú ha llegado a ser un cliente de los rusos, al comprar unos 200 tanques y permitir que entraran al país consejeros militares, la primera vez que éstos entraban en el continente.
Mientras tanto, los dos países más poderosos de la América del Sur, Brasil y Argentina, han comenzado a fabricar aeronaves y se dice que están experimentando con cohetes.
Al mismo tiempo se está acelerando en Asia lo que se llama una ‘pequeña carrera de armas.’ “El más reciente símbolo de nivel social” de las naciones asiáticas, dice el Times de Los Ángeles, “es tener [sus] propias fábricas de armas.” Las Filipinas, Singapur, y Corea del Sur están produciendo o tienen planes para producir pronto el rifle norteamericano M-16. Malasia, Indonesia y Birmania están produciendo rifles automáticos o municiones. El Departamento de Defensa de los Estados Unidos admite que ha almacenado armas por valor de mil millones de dólares para entregar a sus aliados asiáticos en Corea del Sur, Tailandia y Vietnam del Sur en caso de que estas naciones se vean envueltas en alguna guerra futura.
La compra y venta de armas ciertamente es un negocio internacional... a pesar de las conferencias acerca de la paz. Debido a la expansión en la venta de armas en la América del Sur, Europa, Asia y África una revista de noticias se refirió al ‘crecimiento global de armas.’
Si las principales naciones militares de la Tierra realmente quieren la paz, ¿por qué continúan agrandando su maquinaria bélica?
Bueno, por una parte, temen que sus enemigos continuarán armándose aunque ellos mismos dejen de hacerlo. Piensan que si dejan de armarse, sus oponentes quizás concluyan que se han debilitado y considerarán un ataque. Así es que el secretario del Departamento de Defensa de los Estados Unidos James R. Schlesinger dice: “Debemos construir nuestra estructura de la paz sobre los hechos concretos del ambiente internacional más bien que sobre el delgado hilo de la esperanza de una inminente perfección de la humanidad.” Él acusa al Kremlin de construir una fuerza nuclear de proporciones colosales.
¿Y del otro lado? El jefe del Estado Mayor Soviético Gral. Viktor G. Kulikov contesta: “En los principales países capitalistas, el proceso de la preparación material para una nueva guerra, de acumular y perfeccionar la calidad de las armas, y ante todo el de las armas nucleares, continúa y hasta se ha intensificado.”
Ninguno de los dos lados confía en el otro. Así es que cada uno se ha determinado a tener el aparato militar más eficaz; como dijo una vez el difunto general norteamericano Tooey Spatz: “Un avión mediocre es igual que una mano de póker mediocre”... ¡no sirve para nada! En un esfuerzo por obtener “lo mejor,” más y más dinero se invierte en armamentos. Un bombardero norteamericano B-1 ahora cuesta 76 millones de dólares; eso es un aumento de casi veinte millones de dólares en los últimos meses. El avión de caza supersónico F-15 costará más de doce millones de dólares.
Pero muchas personas se preguntan: ‘Cada lado ya tiene suficiente poder destructor como para aniquilar al enemigo, ¿por qué gastar todo ese dinero para construir más armas?’
‘Porque,’ dicen los expertos militares, ‘esta carrera de armas es diferente.’ ¿De qué modo? Ellos afirman que las armas más nuevas se necesitan para darles más alternativas en la guerra. Las carreras de armas anteriores estaban dirigidas hacia ‘asegurar la mutua destrucción.’ Una amenaza de guerra, en otras palabras, entonces significaba una guerra total, un holocausto internacional. Sin embargo, ahora los militares afirman que quieren poder apretar el botón en guerras más pequeñas, desquitarse igual por igual. Es decir, si los rusos fueran a atacar una base norteamericana, los Estados Unidos podrían controlar su respuesta atacando un blanco ruso similar. La carrera debe continuar, afirman ellos, para obtener estas armas más nuevas, más refinadas.
Pero hay otras razones por las cuales continúa la investigación y el desarrollo de los armamentos. Están implicadas —no solo naciones— sino individuos. Los líderes temen llegar a ser políticamente impopulares si dan la apariencia de debilitarse ante el enemigo o si desaniman la producción de armas. Miles de trabajos para el pueblo dependen del presupuesto militar; el retardar o detener la producción sería desastrozo financieramente para la gente.
No obstante, ¿qué persona cuerda quiere que ocurra una de las guerras totales del hombre? Ninguna. Sin embargo la carrera de armas continúa, señalando a los hombres definitivamente en la dirección de un conflicto en que se usen todos los recursos. ¿Por qué? ¿Podría haber aún otra fuente que esté instigando a los gobernantes de la Tierra y a sus seguidores a continuar armándose? Eso parecería lógico.
CRECEN LOS ARSENALES DEL “PERÍODO DE PAZ”
EE. UU. U.R.S.S.
1.710 LANZADORES DE PROYECTILES 2.358
(con base en tierra y mar)
7.000+ CARGAS NUCLEARES 2.300
496 BOMBARDEROS DE LARGO ALCANCE 140
41 SUBMARINOS NUCLEARES 42
174 BARCOS DE COMBATE DE SUPERFICIE 221
“EL NUESTRO es un mundo de gigantes en el campo nuclear y enanos en el campo de la ética. Sabemos más de la guerra que de la paz, de matar que de vivir.”
Muchas personas concuerdan en que la posesión y utilización de armas nucleares es contraria a toda ética. Por ejemplo, George Lee Butler, general retirado de la Fuerza Aérea Estadounidense, dijo: “La mera existencia de un arma nuclear en un arsenal comunica la idea de que somos capaces de imaginar circunstancias en las que [...] de algún modo podemos racionalizar el empleo de tal arma. Eso no está bien”.
En cambio, el columnista británico Martin Woollacott comenta: “Las armas nucleares conservan su atractivo, pese a que los teóricos y los moralistas las tachen de inútiles y crueles. Los gobiernos creen necesitarlas por razones lógicas de seguridad; también se aferran a ellas porque obviamente constituyen una especie de magia tenebrosa que tanto políticos como soldados reconocen y quieren poseer”.
Es cierto que, de algún modo, durante las últimas cinco décadas el hombre se las ha arreglado para evitar una guerra nuclear. Pero, a lo largo de ese mismo período ha utilizado armas convencionales para segar la vida de incontables miles de personas. Dado el historial del hombre, es razonable suponer que, tarde o temprano, estas temibles armas nucleares terminarán por usarse
¿Pueden frenarse las tendencias bélicas del ser humano? Hay quienes sostienen que la humanidad libra guerras por estupidez, egoísmo e impulsos agresivos mal encauzados. “Si estas son las causas principales de la guerra —dice el profesor Kenneth Waltz—, entonces, para eliminarla, hay que elevar e iluminar a los hombres.”
Otros dicen que sus causas radican en la estructura de la política internacional. Dado que cada estado soberano busca sus propios intereses nacionales, es inevitable que se produzcan conflictos. Al no haber una manera sistemática y confiable de zanjar las diferencias, estalla la guerra. William E. Burrows y Robert Windrem escriben lo siguiente en su libro Critical Mass: “El aspecto más difícil es el político. Ningún régimen de control de armamentos puede ser efectivo si no existe la resolución política de detener e incluso revertir el proceso de proliferación de las superarmas”.
¿Qué puede decirse de las negociaciones en curso para poner en vigor el Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares? El periódico Guardian Weekly dijo que no eran más que “intensas sesiones de conversaciones entre las potencias nucleares y los estados que ya poseen de manera encubierta armas nucleares o cuentan con la tecnología para obtenerlas pronto”. El mismo artículo admite: “Ni unos ni otros piensan renunciar a sus armas o su capacidad [nucleares] ni a ninguna de las opciones para mejorar cualquiera de las dos cosas”.
Es obvio que se requiere cooperación internacional para eliminar toda amenaza nuclear. El libro Critical Mass dice: “La confianza mutua debe, por tanto, reemplazar en todas partes a la destrucción mutua asegurada, [...] de otra forma, tarde o temprano se producirá un cataclismo”.
Pero tal vez usted quiera establecerse en una isla tropical a fin de escapar de la amenaza de la guerra y de la carrera de armas nucleares. Si ése es el caso, puede que Belau lo desilusione. Durante 1983, esa mismísima cuestión fue el tema de acalorado debate en esta pequeña nación.
En 1947, después de la derrota del Japón, la nación que antes gobernaba Belau, la nación se convirtió en un territorio bajo la administración fiduciaria de los Estados Unidos. En los últimos años, los Estados Unidos han propuesto concluir con su papel de administrador. En un documento llamado el Pacto de Libre Asociación, se ofreció la autonomía a esta pequeña nación, mientras que la superpotencia conservaría todos los derechos militares. Ello proporcionaría muchos beneficios materiales a los habitantes de Belau, pero los Estados Unidos tendrían campamentos militares en las islas. Y en el acuerdo estaba implícito el derecho de los Estados Unidos a transportar armas nucleares por el país.
Es cierto, el acuerdo estaba redactado en estos términos: “El gobierno de los Estados Unidos permitirá la presencia de armas nucleares en Belau solo como consecuencia incidental del tránsito de éstas y el sobrevolar con ellas durante una emergencia nacional que el presidente de los Estados Unidos declare, o un estado de guerra que el congreso declare para defender de un ataque armado real o inminente a los Estados Unidos o a Belau”. No obstante, a los habitantes de Belau les inquietaba lo que se quería decir con “tránsito” y “sobrevolar”.
Belau puede que sea la única nación del mundo cuya constitución proscribe la presencia de armas nucleares (lo mismo que químicas y biológicas) en su territorio y aguas territoriales. Por consiguiente, los isleños veían con recelo un acuerdo que permitiera que en el lugar hubiera bases e instalaciones militares en gran escala, que posiblemente incluyeran armas nucleares. Una vecina del lugar comentó: “Belau no debe envolverse en ninguna actividad militar que pudiera provocar una agresión contra ella”. Un ama de casa aseveró: “Temo que ocurra un accidente nuclear o una explosión”. Muchos habitantes temían las consecuencias sociales adversas que produciría la presencia de las fuerzas militares estadounidenses. Otros temían que el Pacto hiciera que el país llegara a depender demasiado de los Estados Unidos en sentido económico.
Sin embargo, parece que en esta controversia la gente de Belau no estaba unida. Una madre de 58 años de edad quería que se aprobara el Pacto para que así sus hijos ‘pudieran ir a los Estados Unidos continentales a proseguir sus estudios’. Un ex jefe de la policía comentó: “La gente habla mucho de la belleza de las islas. Pero si a la mayoría se le diera a escoger entre el dinero y la belleza, escogerían el dinero, porque se necesita. Quiero ver prosperar al pueblo de Belau”.
El 10 de febrero de 1983, la mayoría de los habitantes votó a favor de que se aceptara el acuerdo de 50 años de duración con los Estados Unidos. Sin embargo, en otra votación, solo el 52 por 100 votó a favor de que se aprobara el tener armas nucleares en la república... muchísimo menos del 75 por 100 que se necesita para enmendar la constitución. Por consiguiente, el Pacto no se adoptó en esa ocasión. El estancamiento se resolvió únicamente cuando los negociadores firmaron un tratado que permite a los Estados Unidos transportar materiales nucleares por la nación insular, pero no almacenarlos ni hacer pruebas en ella.
En septiembre de 1979 un satélite estadounidense detectó un brillante destello doble cerca de Sudáfrica. Un destello de esta clase es característico de una explosión nuclear. ¿Estaba probando armas nucleares Sudáfrica? El gobierno sudafricano lo niega, pero Sudáfrica nunca ha firmado el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares de 1968.
Israel es otro país que no firmó el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. Allá en 1974 el presidente de Israel declaró: “Siempre ha sido nuestra intención proveer el potencial para el desarrollo de armas nucleares. Ahora tenemos ese potencial.”
Y eso no es todo. El Times de Nueva York informa: “Especialistas del servicio de información para la administración creen que en cinco años una variedad de naciones, entre ellas Taiwan, Corea del Sur, Paquistán, Sudáfrica, Brasil y Argentina, pudieran unirse a los seis o siete miembros actuales del llamado ‘club de armas nucleares.’”
Lo que hace especialmente siniestro al decenio venidero no es simplemente la difusión casi inevitable de las armas atómicas, sino los países a los cuales estas armas probablemente se difundan. Muchas de estas naciones se consideran cercadas de enemigos poderosos. El U.S. News & World Report hizo este comentario: “Entre los estados que se sienten sitiados, como Israel y Taiwan, hay una tendencia cada vez más marcada a ver el poder emplear armas atómicas como la máxima fuerza disuasiva contra un ataque por fuerzas hostiles.” Difícilmente pudiera esperarse que tales naciones emplearan restricción nuclear en una crisis.
¿Podrá detenerse la proliferación de armas nucleares? Es dudoso. Simplemente, por todas partes hay demasiado plutonio del cual se pueden hacer bombas, y los conocimientos necesarios para hacerlas son fáciles de obtener. Sombríamente, un informe reciente del grupo Evaluación Internacional del Ciclo de Combustible Nuclear indicó “que el problema de impedir la propagación de armas nucleares a los países que actualmente no las poseen no tiene solución técnica.”—Instituto de Estocolmo para la Investigación de la Paz Internacional (SIPRI).
¿De dónde vino todo el plutonio? “Hasta la fecha se ha acumulado un total de 100.000 kilogramos de plutonio, sin elaboración, de los reactores nucleares civiles,” explica SIPRI. ¡Solo se necesitan unos cuantos kilogramos de plutonio para hacer una bomba como la que destruyó a Nagasaki! A medida que los países en vías de desarrollo recurren a la energía atómica en un mundo en que escasea el petróleo, terminan por tener como derivado la materia básica de las bombas atómicas.
¿Realmente podría un país en vías de desarrollo construir una bomba atómica si consiguiera el plutonio? En 1978 estuvo en primera plana la noticia de que un estudiante universitario de los Estados Unidos, por medio de utilizar documentos cuyo carácter secreto había sido suspendido, y que cualquiera pudiera conseguir por 25 dólares, diseñó una bomba atómica capaz de funcionar. Si un universitario no graduado pudo hacerlo, ¿por qué no podría un país subdesarrollado?
Los peritos están advirtiendo que un mundo con más naciones nucleares se hará cada vez más inestable, “un mundo de muchos temores y de profunda incertidumbre,” según lo expresó Joseph Nye, de Harvard, quien es especialista en la proliferación nuclear. Algo que reprimiría esta inestabilidad sería un aumento en la cooperación entre las superpotencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética. ¿Es probable que haya tal cooperación? En un mundo en que escasean los recursos, muchos creen que no es posible.
Los Estados Unidos actualmente importan más del 40 por ciento de su petróleo. Muchos aliados de los Estados Unidos tienen que importar porcentajes mayores aún... en el caso de Francia el 90 por ciento y en el de la República Federal de Alemania el 97 por ciento. Esas naciones han dado a entender que están dispuestas a arriesgarse a una guerra para proteger sus abastecimientos de petróleo. ¿En qué ha resultado esto? Las zonas petrolíferas de la Tierra, como el golfo Pérsico, están viendo una rivalidad militar intensa entre las superpotencias... una situación muy peligrosa.
Comentando sobre el peligro de que empiece la III Guerra Mundial en el Oriente Medio, Richard Falk dijo que “en el pasado siempre ha habido guerras generales cuando una potencia grande ha tratado de compensar por la decadencia económica y política recurriendo a medios militares decisivos.”—The Bulletin of the Atomic Scientists, abril de 1979.
En otras palabras, el tratar de resolver los problemas económicos mediante el incremento de lo militar lleva a la guerra. Un ejemplo reciente de esto fue la “solución” japonesa a las restricciones que los Estados Unidos impusieron en 1941 sobre vitales abastecimientos de petróleo. “La consternación ocasionada por la restricción impelió al mando naval japonés . . . a confabularse con el extremismo del ejército.” (Encyclopœdia Britannica) ¿Con qué resultado? El ataque a Pearl Harbor.
¿Le conviene al mundo experimentar un ataque como el de Pearl Harbor?
El petróleo no es la única cosa que escasea en los Estados Unidos. Según el U.S. News & World Report: “La importación da cuenta de más de la mitad de las fuentes de 23 materiales estratégicos que consume la industria de los Estados Unidos.” Entonces esta revista añade: “Peor todavía, la mayoría de estos minerales vienen de países políticamente inestables del África de más abajo del Sáhara.” Los EE. UU. tienen que importar el 89 por ciento de su platino (usado en la elaboración del petróleo bruto), el 90 por ciento de su cromo (usado en blindaje para tanques) y el 98 por ciento de su manganeso (usado en hacer aleaciones muy fuertes). Cada producto vital que escasee representa un conflicto potencial, de amenazarse el abastecimiento de éste.
TODOS anhelamos un mundo libre de la amenaza nuclear. Sin embargo, la situación actual genera bastante pesimismo. “La idea de controlar, reducir y finalmente eliminar las armas nucleares está perdiendo importancia en Estados Unidos y la comunidad internacional”, observa The Guardian Weekly.
Con todo, hay quien señala las iniciativas que han emprendido los gobiernos al respecto. Por ejemplo, se calcula que tan solo Estados Unidos gastó 2.200 millones de dólares en un año para evitar la guerra nuclear, una cantidad nada despreciable. No obstante, la misma nación gasta 27.000 millones de dólares al año con el fin de equiparse para la guerra nuclear, un hecho que incomoda a muchas personas.
Ahora bien, ¿qué puede decirse de los tratados de paz? ¿Pueden estos generar esperanza?
Desde la aparición de la bomba atómica se han firmado diversos tratados para controlar o limitar las armas nucleares, como el Tratado de No Proliferación Nuclear, el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares y los que se suscribieron a raíz de las Conversaciones para la Limitación de Armas Estratégicas y las Conversaciones para la Reducción de Armas Estratégicas. ¿No han logrado estos acuerdos eliminar la amenaza nuclear?
Todo tratado se basa en una promesa entre las partes firmantes. Por ejemplo, el éxito del Tratado de No Proliferación Nuclear, firmado en 1970 y suscrito desde diciembre del año 2000 por 187 naciones, depende de la buena voluntad de sus integrantes, tengan o no arsenal nuclear. Dicho acuerdo prohíbe a los países fuera del club nuclear que desarrollen o adquieran armamento nuclear y también obliga a las potencias nucleares a tratar de eliminar su propio arsenal. ¿Se han obtenido buenos resultados? “Aunque es evidente que el método de control que establece el tratado no es infalible, ha servido para impedir que la tecnología y las instalaciones nucleares destinadas a fines civiles y colocadas bajo salvaguardias reciban otros usos”, explica Carey Sublette en el documento “Preguntas comunes sobre armas nucleares”.
Sin embargo, aunque el tratado ha producido algunos resultados positivos, “no ha [...] disuadido a varias naciones de tratar de conseguir tales armas, en ocasiones con éxito”, reconoce Sublette. De todos modos, él también admite que para lograrlo han tenido que recurrir a programas secretos realizados fuera de las instalaciones controladas por el Tratado de No Proliferación. Así pues, la eficacia de un tratado depende de la honradez de las partes implicadas. Pero ¿podemos aceptar así como así las promesas de los hombres? Por los hechos que narra la historia, la respuesta es evidente.
Entonces, ¿en quién podemos cifrar nuestra esperanza?
En diciembre del año 2001, 110 premios Nobel firmaron una declaración que dice en parte: “La única esperanza para el futuro estriba en la cooperación internacional legitimada por la democracia. [...] Para sobrevivir en el mundo que hemos transformado, debemos aprender a pensar de forma diferente”. Ahora bien, ¿qué “forma diferente” de pensar se necesita? ¿Es realista creer que quienes ponen en peligro la paz mundial con sus armas nucleares aprenderán a pensar de forma diferente?
“LA DOCTRINA de la MAD [siglas en inglés para Destrucción Mutua Asegurada] es inmoral. Hay algo cuando menos macabro en que nuestra seguridad se base en la capacidad que tengamos de asesinar a mujeres y niños rusos. Y todavía es más reprensible, si acaso eso es posible, aumentar deliberadamente el riesgo de que nuestro propio pueblo sufra una destrucción nuclear simplemente para satisfacer las exigencias de una teoría histórica, abstracta, ilógica y no probada.” Estas palabras, pronunciadas por el senador norteamericano William Armstrong, reflejan la inquietud que sienten muchos americanos ante una defensa basada en su capacidad de represalia.
Como alternativa, en marzo de 1983 el presidente norteamericano, Reagan, propuso la SDI (siglas en inglés para Iniciativa de Defensa Estratégica), más conocida popularmente como guerra de las galaxias. Él dijo: “Hago un llamamiento a todos los que componen la comunidad científica que nos proporcionó las armas nucleares para que vuelvan sus grandes talentos hacia la causa de la humanidad y la paz mundial: a fin de que nos proporcionen los medios para dejar estas armas nucleares impotentes y obsoletas”.
Reagan se imaginaba el desarrollo de sofisticadas armas de alta tecnología, como láseres de rayos X y otras, que defenderían a América y sus aliados fulminando los misiles enemigos antes de que pudiesen alcanzar sus objetivos.
La SDI, sin embargo, ha sido amplia y vigorosamente discutida desde su mismo comienzo. Sus detractores argumentan que es tecnológicamente imposible crear un “paraguas” impenetrable ante un ataque masivo, y que un “paraguas” agujereado es inútil contra las armas nucleares. En un resumen de otras objeciones, un congresista norteamericano dijo sarcásticamente que “dejando aparte el hecho de que el sistema SDI puede ser arrollado, esquivado y engañado; que no puede ser manejado por humanos, sino únicamente por ordenadores; que violaría varios tratados sobre el control de armamentos, y que podría desencadenar una guerra termonuclear, [...] no es un mal sistema”.
La Unión Soviética también se opone vigorosamente a la SDI. Alega que lo único que América desea es un escudo que le permita blandir la espada. Los oficiales estadounidenses, a su vez, acusan a los soviéticos de ya estar desarrollando secretamente su propio sistema de defensa estratégica.
En cualquier caso, la SDI resultaría extremadamente cara de elaborar y poner en funcionamiento. Los cálculos varían entre 126.000 millones y 1,3 billones de dólares. Como comparación, ¡todo el sistema de autopistas interestatales de Estados Unidos costó 123.000 millones de dólares! No obstante, el congreso norteamericano ya ha presupuestado miles de millones de dólares para el desarrollo de la SDI.
42.- Perspectivas de desarme
El Ministerio de Defensa de la Unión Soviética dice: “El pueblo soviético está convencido de que el desarme nuclear es la garantía más segura para evitar una catástrofe nuclear”. Pero pese a esos elevados ideales, la carrera de armamentos continúa a toda velocidad.
¿Cuál es el obstáculo fundamental para llegar al desarme? La falta de confianza. Una publicación del Departamento de Defensa estadounidense, Soviet Military Power 1987, acusa a la Unión Soviética de ‘buscar la dominación mundial’. La publicación Whence the Threat to Peace (De dónde viene la amenaza contra la paz), del Ministerio de Defensa de la Unión Soviética, habla acerca de la “ambición imperialista de ‘gobernar el mundo’” que tiene Estados Unidos.
Incluso cuando se celebran reuniones sobre el control de armamentos, ambos lados se acusan mutuamente de tener motivos egoístas. De manera que la citada publicación soviética acusa a Estados Unidos de “obstruir el proceso hacia el desarme en todos los campos” en un esfuerzo por “dirigir los asuntos internacionales desde una posición de fuerza”.
Estados Unidos argumenta que las iniciativas sobre el control de armamentos son simplemente una maniobra soviética para “proteger las ventajas militares existentes [...]. Además, [Moscú] considera las negociaciones sobre el control de armamentos como un medio de adelantar los objetivos militares soviéticos y socavar el apoyo público a la política y los programas de defensa occidentales”. (Soviet Military Power 1987.)
El reciente acuerdo para eliminar los misiles de alcance intermedio parece un gigantesco paso adelante. De hecho, es el primer acuerdo para reducir —no simplemente limitar— las armas nucleares. A pesar de ello, ese tratado, aunque histórico, se queda corto en cuanto a eliminar todas las armas nucleares.
Fernando Malchán Rosas
ã Copyrigth México., D.F. 25/03/2011.
ã Copyrigth México., D.F. 25/03/2011.
Dedicado a la Memoria de mi tatarabuelo General Rómulo Díaz de la Vega Ex presidente de la Republica Mexicana.
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