Que hacer con la basura.
Índice
1.- ¿Adónde va toda la basura?
2.- La reducción de la basura
3.- Planta de incineración libre de contaminación
4.- La descarga de la basura
5.- De basura a cenizas
6.- Cómo se evita la contaminación secundaria
7.- El manto de basura de Inglaterra... huelga de ‘trabajos sucios’ ocasiona estragos
8.- Campaña planeada
9.- Contaminación y problemas de salud
10.- Encuentros y choques
11.- Peligros de incendio y barricadas en las calles
12.- Arreglo incierto
13.- El exceso de basura. ¿Nos enterrará?
14.- La composta resuelve el problema del exceso de basuras
15.- Una planta de tratamiento de desechos única
16.- Productos de usar y tirar, difíciles de eliminar
17.- El problema del reciclaje
18.- ¿Cómo son sus modales?
19.- ¿Existe solución?
20.- ¿Tirar, reciclar, o reducir?
21.- La vida en la sociedad del “usar y tirar”
22.- La basura en Kenia
23.- Los beneficios de la limpieza
24.- No tire esa basura
25.- Elaborando abono
26.- Otras posibilidades
27.- La composta vuelve con más fuerza que nunca
28.- “Preparan la comida para los microorganismos”
29.- Prepare su propia composta
30.- ¿Qué prefiere usted?
31.- ¿Qué hay de la tierra que produce su alimento?
32.- Despojando la tierra
33.- Envenenamiento químico
34.- ¿Puede el hombre resolver el problema?
35.- ¿Tratando el material para nuevo uso?
36.- ¿Qué se necesitaría, realmente?
“¡QUÉ molestia! Todo lo que quería hacer era vaciar la pala para recoger el polvo, pero todo lo que había en el papelero se derramó. ¡Ahora tengo aún más suciedad que limpiar!” Posiblemente esto le haya sucedido a usted en alguna ocasión. Y es lo que muchas ciudades grandes del mundo están experimentando en escala tremenda. Los medios que tienen para deshacerse de la basura ya no soportan más carga.
La eliminación de la basura constituyó un problema para la ciudad de Numazu, situada en una zona muy pintoresca entre el majestuoso monte Fusi Yama y la bahía de Suruga en el Japón. El horno que se había construido unos 10 años antes para incinerar la basura simplemente no podía cumplir con lo que se exigía de él. Gran parte de los desperdicios solo se quemaban parcialmente. Por eso, entre las cenizas que se enterraban había mucha materia vegetal en estado crudo. ¿Qué resultó de esto? Un tremendo aumento en la cantidad de moscas.
Por ejemplo, cuando un camionero empezó a vaciar las cenizas que traía de una fábrica, notó que el suelo cambió de color. Lo negro que parecía ser una capa superior del suelo realmente era un manto de moscas. Entonces, de repente, las moscas alzaron vuelo, dejando expuesta la tierra de color más claro. El camionero no perdió tiempo en retirarse, sin darse cuenta de que su vehículo estaba cubierto de moscas. Aunque no se les dio una buena acogida, se quedaron casi una semana.
Aparte de las multitudes de moscas, miles de cuervos descubrieron que les esperaba un suntuoso banquete en este sitio donde se enterraban los desperdicios. Con el tiempo estas aves se extendieron a las granjas cercanas y arruinaron los cultivos. Pronto la gente que sufrían los efectos adversos de las moscas y las aves levantaron la voz en protesta e insistieron en que ya no se enterrara la basura en esa zona.
Después de celebrar muchas reuniones, se resolvió tomar las siguientes medidas: (1) Hallar otras zonas donde enterrar la basura, (2) dar pasos para reducir la basura, y (3) construir un nuevo horno para incinerar y convertir en cenizas toda la basura combustible. El hallar más tierra para el entierro de los desperdicios no presentó dificultad. Pero ¿cómo pudiera reducirse la cantidad de basura en una ciudad que iba creciendo?
Se pidió a los habitantes que dividieran su basura en tres categorías distintas: (1) Basura combustible [desperdicios de cocina y papel de desecho]; (2) basura incombustible [vajilla rota, bombillas fluorescentes y objetos plásticos]; (3) basura que pudiera recircularse [cosas metálicas, incluso latas, vidrio y botellas de cristal]. Entonces se designaron ciertos días para recoger la basura de diferentes clases. Puesto que solo se llevaría al horno de incineración la basura combustible, se redujo la cantidad que tenía que incinerarse y enterrarse.
Los residentes de Numazu cooperaron muy amablemente cuando se inició el nuevo arreglo para la eliminación de la basura en abril de 1975. El resultado del arreglo fue una rica recompensa. En el año civil de 1975, fue posible vender 335 toneladas de basura apta para recircularse —metales y latas— y 1.530 toneladas de vidrio y botellas por la suma de 30.280 dólares. ¡Imagínese... se ganó más de 30.000 dólares de la basura!
¿Qué hay de la tercera medida que se recomendó... un nuevo horno de incineración? Se hicieron planes para construirlo directamente al lado del que ya existía. Por supuesto, la gente que vivía cerca del sitio no se sintió muy feliz al oír de esto y protestaron. Se celebró reunión tras reunión con los representantes de la vecindad, y por fin se llegó a un acuerdo mutuo. Se dio seguridad sobre el detalle más importante: que no habría contaminación secundaria procedente de la nueva planta para incineración.
La construcción empezó inmediatamente y el trabajo quedó completo en junio de 1976. El edificio está equipado con máquinas complejas, controles remotos y una computadora. Treinta personas son suficientes para dotar de personal a toda la planta. En contraste con el viejo horno para incineración, cuyo máximo era de 125 toneladas al día, el nuevo puede manejar más del doble de esta cantidad... 300 toneladas en 24 horas.
Sigamos una carga de basura a través de esta planta y observemos cómo se convierte en cenizas.
Un camión municipal sube a la rampa curva y luego se detiene en las escalas para que se le pese. El conductor entrega una tarjeta que se mete en la línea de alimentación de la computadora, y el peso y número del vehículo se registran automáticamente. El camión sigue alrededor de la curva y entra en la zona de descarga. En una de las puertas, se vacía la carga en el foso.
Este foso es tan grande que cabe en él la basura que se recoge en una semana de los 202.702 habitantes de la ciudad. El foso se extiende desde el sótano hasta la zona del quinto piso, donde funcionan dos grúas grandes. Las grúas son accionadas por control remoto desde un cuarto especial cerrado. Cuando la grúa levanta una carga, ésta es pesada automáticamente y el peso se registra. Entonces se deja caer la carga al tragante.
El tragante sirve de entrada al horno de incineración mismo. De allí se deja que la basura entre poco a poco en el horno. Un equipo especial controla automáticamente el flujo de los desperdicios para evitar que se atasque el horno.
Cuando la basura entra en el horno, primero se expone a aire caliente que sube de las secciones inferiores del horno. Este aire tiene una temperatura de 950 grados centígrados. Se consume el papel de desecho y cosas parecidas, y se deshidrata la materia vegetal y de frutas.
Entonces la basura, o lo que queda de ella, empieza a descender sobre una serie de rejillas de fuego arregladas como escalones. Cada rejilla está engoznada por la orilla exterior y se eleva 90 grados desde la parte de atrás. Este arreglo hace posible vaciar todo de una rejilla a la próxima más abajo. También mantiene la basura en un estado de constante agitación y asegura que todo se consume cabalmente al exponerlo con igualdad al aire y tremendo calor. Se usan cámaras de televisión para inspeccionar el entero proceso, el cual se observe en la oficina central. Finalmente, cuando el proceso de incineración queda completo, las cenizas caen entre dos cilindros. Estos aplastan cualquier cosa que todavía no se haya tornado en polvo y cenizas (tal vez algunas latas y cosas parecidas).
Si se tuviera que manejar el polvo y las cenizas en esta forma, cubrirían toda la planta con una capa. Por eso, se hace correr agua en las zonas donde el polvo y las cenizas caen. Entonces una correa transportadora lleva la sustancia mojada al foso de cenizas. Allí se deja escurrir el agua. Entonces una grúa que funciona por control remoto carga las cenizas en camiones para que las lleven a los sitios de entierro.
Por supuesto, donde hay combustión se despiden gases y humos. Entonces, ¿cómo es posible reprimir la contaminación?
Hay conductos que llevan el gas a la sala de enfriamiento del gas, donde chorros de agua bajo alta presión reducen la temperatura de 950 grados centígrados a 800 grados centígrados. Entonces se usa el gas para calentar el agua para las duchas y baños de los trabajadores. Por fin pasa por un precalentador y calienta el aire que se envía al horno. Para entonces la temperatura del gas ha bajado a 300 grados centígrados.
Después que las partículas grandes han sido filtradas en una máquina que se llama “multiciclón,” el gas pasa por el último procedimiento de limpieza. Por medio de electricidad estática, un colector de polvo eléctrico remueve del gas suficientes sustancias contaminadoras para dejar que lo que queda escape a la atmósfera por medio de la chimenea de concreto de 80 metros.
El agua que se usa para lavar los camiones y el agua que viene de las cenizas y de la basura misma constituyen otro elemento contaminado que hay que manejar. Aunque la planta saca agua de la ciudad de Numazu, tiene su propio sistema de filtración. Después que el agua se filtra y se procesa, se envía a la sala de enfriamiento del gas. Después que se vaporice durante el proceso del enfriamiento del gas ultracaliente procedente del horno, el agua, en la forma de vapor, sale por la chimenea.
¿Qué hay de los malos olores? Uno pudiera pensar que serían muy fuertes, pero no es así. Una cortina de aire excluye la zona de descarga del exterior. Al momento que los camiones vacían los desperdicios en el foso, poderosos abanicos extraen el aire del foso y lo envían a través del precalentador al horno. Allí hay una temperatura de 950 grados centígrados que elimina por calor el hedor desagradable. Debido a los abanicos, la presión de aire dentro del foso es más baja que la de la zona de descarga. Así es que el aire cargado de mal olor no puede salir.
Por supuesto, el equipo que se necesita para evitar la contaminación secundaria es muy costoso. ¡El costo total de la nueva planta para incineración ascendió a la estupenda suma de 9.200.000 dólares (2.760.000.000 de yenes)!
Algunas personas consideran exorbitante gastar tan tremenda cantidad de dinero simplemente para eliminar la basura. Sin embargo, los que se interesan en vivir en un ambiente sano y hermoso no consideran que éste sea un gasto extravagante, sino una necesidad. Esperan con anhelo el tiempo en que la contaminación dañina se controle en toda parte de la Tierra y en que el principal interés de todos sea el bienestar de toda la humanidad en conjunto.
‘¿POR qué no se les debería pagar bien a los obreros que efectúan trabajos sucios?’ demandaron los sindicatos que representan a 770.000 hombres y mujeres en las Islas Británicas. Lanzaron el desafío, exigiendo más paga.
Unas 1.600 autoridades locales que estaban envueltas en la disputa aceptaron el desafío rechazando sus demandas. A estos funcionarios les preocupaban las tarifas ascendentes (impuestos urbanos) que se necesitarían para sufragar cualquier aumento de salarios.
El salario básico de los obreros, según su grado, era de poco más de 13 a 16 libras esterlinas (aproximadamente 31 a 38 dólares). Exigían un aumento semanal de 2,15,0 libras esterlinas (6,60 dólares), aproximadamente 20 por ciento, además de mejoras en las condiciones de trabajo.
El grupo que representaba a las autoridades locales concordó en un aumento de 14 por ciento. Los obreros rehusaron, de modo que se declaró la huelga. Inglaterra quedó enredada en la cuestión de los ‘trabajos sucios.’
Puesto que ningún lado estaba dispuesto a ceder al otro sin una muestra de fuerza, el país comenzó a cubrirse de su manto de basura. Para fines de septiembre hedía con una capa de suciedad.
Nunca antes se le había recalcado tan enérgicamente a la gente aquí el carácter vital de recoger la basura. Inglaterra ciertamente necesitaba a sus recogedores de basura.
Los sindicatos envueltos en la cuestión representaban a obreros de clases ampliamente diferentes. Chóferes de ambulancias, obreros municipales de los muelles, conserjes y recogedores de basura son algunos ejemplos. El Sindicato Nacional de Empleados Públicos, el sindicato de la mayoría, tuvo su plan de campaña bien formulado.
Si el impacto del golpe de cierto grupo de ocupación carecía de efecto, los líderes le ordenaban que volviera al trabajo. Entonces declaraban en huelga otro grupo cuya inactividad resultara más devastadora. Era fácil ver que en la cúspide del escalafón de impactos estaban los recogedores de basura y los limpiadores de alcantarillados.
Rápidamente el rendimiento de desperdicio de alrededor de 55 millones de personas atestadas en una isla pequeña comenzó a mostrarse... y a heder, también ocasionando peligros de incendio y enfermedad.
Montones de basura comenzaron a formarse en las calles. Una plaga de moscas que pululó en un sector del norte de Londres se atribuyó a reproducción estimulada por el rebosamiento de aguas de albañal en Enfield. Los lugares que peor azote sufrieron en Inglaterra fueron los de población densa.
Para el 5 de octubre, millares de peces muertos flotaban en los ríos a medida que centenares de millones de litros de aguas de albañal no tratadas se vertieron en las vías acuáticas de Inglaterra. Un vocero de la Junta de Conservación del Támesis que tenía treinta años de servicio describió la situación como “la peor que he conocido durante mi servicio.”
La población de Bath, fundada por los romanos y famosa por sus manantiales de aguas minerales, estaba bajo la amenaza de un racionamiento de agua. Aguas de albañal tratadas parcialmente, arrojadas al río Avon, prometían agua de una clase menos saludable.
“Si se demora más tiempo el recogimiento de la basura,” dijo Graham Don, conferenciante decano de salud ambiental, de la Universidad de Londres, “habrá un aumento en la población de las ratas. En la actualidad estamos en retirada y las ratas avanzando.”
En Bournemouth, uno de los agradables y saludables lugares de veraneo de la costa de Inglaterra, los atrapadores de ratas volvieron al trabajo después de un llamamiento que se les hizo para que se encargaran de las ratas en un basurero. Las aguas de albañal de las cuatro estaciones de bombeo de la población estaban por derramarse en las calles. Avisos a lo largo del hermoso litoral de South Devon advertían que las aguas estaban depositando materia de albañal no tratada en las playas.
Inglaterra estuvo extraordinariamente seca para aquel tiempo del año. Ahora hubo un nuevo temor... la lluvia. La lluvia en volumen suficiente sobrecargaría tanto las alcantarillas que su contenido venenoso saldría a las calles e inundaría los sótanos.
El resentimiento ardía intensamente entre los que más eran afectados por la disputa. Estallaron en cólera. En un sector de Londres los recogedores de basura sitiaron el Ayuntamiento de Brent con costales de basura. Entonces lanzaron huevos a los funcionarios municipales.
Los choques entre grupos de huelguistas y contratistas empleados para quitar la basura resultaron en lesiones y daños a la propiedad en Chelsea, Kensington y Shepherds Bush, entre otros distritos de Londres. Las ventanas de muchos camiones fueron hechas pedazos con ladrillos. Un contratista fue golpeado con una barra de hierro y tuvo que ser llevado al hospital.
En el distrito de Tower Hamlets, contratistas privados, equipados con rasadoras, llegaron para limpiar las calles. Pero los huelguistas ganaron ese día: un vistazo a la oposición y los contratistas se fueron a casa.
En algunos sectores los huelguistas pusieron en una lista negra a empresas y residentes acusados de quitar la basura. Un oficial sindicalista dijo, según se le citó: “Cuando se termine la huelga los sindicalistas no les recogerán la basura durante un período indefinido a los que estén en nuestra lista negra.” Un vocero del Sindicato Nacional de Empleados Públicos dijo que se estaba preparando una lista de más de dos mil entidades o personas.
Al caminar los recogedores de basura en huelga por el cuartel general del Ejército Territorial en Swindon, la banda del ejército ejecutó la marcha del ‘Coronel Bogey.’ La trifulca que sobrevino resultó en que los recogedores de basura prometieran un boicot perpetuo al cuartel general. Nunca jamás, declararon, los sindicalistas recogerían la basura del ejército local.
11.- Peligros de incendio y barricadas en las calles
En algunos lugares los montones de basura de hasta seis metros de altura presentaban peligros de incendio. Montañas nocivas bloqueaban algunas puertas que tenían el propósito de usarse como salidas de emergencia.
La noche de Guy Fawkes, la noche en que el país está en llamas con fogatas y fuegos artificiales para conmemorar un intento de volar al rey Jaime I y su Parlamento el 5 de noviembre de 1605, produjo nuevos temores. ¿Incendiarían los anarquistas los muchos montones de basura? Los vigilantes contra incendios trabajaron desde las ocho de la mañana hasta la medianoche vigilando 25.000 fábricas.
Inquilinos de dos vecindades de Londres amontonaron basura que se estaba pudriendo, bloqueando ocho calles, dos de ellas vías principales. La policía intervino. Pero al quitar ellos una barricada los inquilinos erigían otra. Camiones y obreros empleados para quitar un montón de basura de unos 100 metros en Hackney recibieron una andanada de ladrillos y denuestos de parte de huelguistas encolerizados.
La basura que se estaba pudriendo, hedionda, en las calles de Hackney hizo que los residentes efectuaran una manifestación. Un manifestante gritó desde el balcón de un primer piso: “El olor y las ratas son vergonzosos. El ayuntamiento dice que teme el trabajo ‘ilegal.’ Lo menos que podemos hacer es llevar una bolsa de basura a la vía principal.”
Esto agitó a la muchedumbre. “¡A la vía principal!” gritaron. Hombres, mujeres y niños cogieron costales de basura amontonados en unos cincuenta metros de una calle lateral y los lanzaron en la vía principal. Se pidió que el cuerpo de bomberos se mantuviera vigilante.
El 5 de noviembre se vio el contorno de un arreglo. Un arreglo que estableció una marca, de 71.670.000 libras esterlinas al año para 770.000 obreros, fue la condición principal. Esto significará un aumento semanal de 2,10,0 libras para los hombres, 2,2,6 para las mujeres (6 y 5,10 dólares); un aumento del 18,2 por ciento.
Ahora el pago de horas extras y gratificaciones por quitar el cúmulo de basura llegó a ser la cuestión. Algunos distritos pagaron gratificaciones hasta de 70 libras esterlinas (168 dólares) por hombre por quitar las montañas de basura de las calles. Continuaron rabiando las disputas en Londres a causa del pago de gratificaciones.
Una cantidad considerable del aumento en los salarios será sufragada por aumentos en los impuestos.
El arreglo en la cuestión de los ‘trabajos sucios’ es incierto. Un oficial sindicalista dijo gozoso: “Una victoria para los muchachos.” Otro: “El Gobierno salió con la nariz ensangrentada.” Un tercero: “Regresaremos por más el año entrante.”
Aunque el sindicato considera el arreglo como una victoria, no obstante deja a los hombres con un salario básico que es bastante modesto al medirse por las normas actuales. Los recogedores de basura llevan a cabo una tarea desagradable. Salen bajo toda clase de tiempo. El trabajo es arduo. Conlleva peligros a la salud, puesto que envuelve suciedad, basura llena de enfermedades. Muchos consideran ese trabajo como una tarea servil de calidad inferior. No obstante, el carácter vital del trabajo ha sido demostrado sin que quede duda. De pocos trabajos podría demostrarse que fueran más necesarios en sí mismos.
Un trabajo con enormes inconvenientes como éste claramente exige compensaciones. En un sistema orientado por el dinero los salarios serán la principal compensación.
Pero hay otras compensaciones. Un recogedor de basura de Londres, un hombre estudioso interesado especialmente en la astronomía, explicó que él es mecánico experto, pero voluntariamente dejó un trabajo seguro en un garaje para hacerse recogedor de basura y conducir el camión de la basura. Las razones que dio fueron que es un trabajo sin preocupaciones, y al trabajar duro en determinada ruta él y su grupo pueden terminar temprano en la tarde. Le gusta salir al aire en vez de estar en un taller. Puede pasar más tiempo con su familia y atender las cosas que verdaderamente le interesan. Su punto de vista es que si un trabajo es útil es tan bueno como cualquier otro trabajo útil.
SE TRATA, sin duda, de una paradoja curiosa. En esta generación, el hombre ha ido a la Luna y ha regresado. Ha lanzado al espacio, a miles de millones de kilómetros de la Tierra, sofisticados satélites equipados con cámaras fotográficas de alta resolución con las que se han podido obtener primeros planos de planetas distantes. Ha descendido a las profundidades de los océanos y localizado barcos hundidos de otras épocas, sacando a la superficie sus atesorados bienes de eras hace mucho olvidadas. Los científicos han utilizado al esquivo átomo, tanto para beneficio del hombre como para arrasar ciudades enteras y aniquilar a sus habitantes de la superficie de la Tierra. En unos pocos y minúsculos chips de silicio, más pequeños que una uña humana, se puede grabar toda la Biblia para consulta instantánea. Y sin embargo, las personas que poseen este gran caudal de aptitudes e inteligencia no pueden sacar la basura de su propia casa y desecharla de manera conveniente para así librar a su generación del temor a quedar enterrados vivos en ella.
En primer lugar, considere el problema que plantean los desechos en Estados Unidos, donde se tiran más de cuatrocientas mil toneladas de basura cada día. Sin incluir el cieno de alcantarillas y los escombros de construcción, cada año se tiran 160 millones de toneladas de basura en “cantidad suficiente como para llenar 1.000 campos de fútbol hasta una altura de treinta pisos o una fila de camiones de basura hasta la mitad de la distancia a la Luna”, informó la revista Newsweek. Más del 90% de estos residuos se llevan en camiones a los vertederos, hasta que los montones de basura llegan a alcanzar decenas de metros sobre el nivel del suelo.
Por ejemplo, la ciudad de Nueva York tiene acceso en Staten Island (Nueva York) al mayor vertedero municipal del mundo, con una extensión de 800 hectáreas. Cada día se recogen 24.000 toneladas de basura y durante las veinticuatro horas del día un buen número de gabarras las transportan hasta este lugar. Se calcula que para el año 2000, este montón de basura será “una vez y media más alto que la estatua de la Libertad y ocupará más metros cúbicos que la mayor de las Grandes Pirámides de Egipto”, y cuando se cierre el vertedero, antes del fin de esta década, habrá alcanzado una altura de 150 metros. Cuando el recién electo alcalde de Nueva York, David Dinkins, ocupó su cargo, el portavoz de la junta municipal de Sanidad lo recibió con las siguientes palabras: “Hola. Bienvenido al ayuntamiento. A propósito, no dispone de ningún lugar donde echar la basura”.
Un especialista en este campo dijo: “Todas las grandes ciudades de Estados Unidos se enfrentan al problema de los vertederos”. La revista U.S.-News & World Report comentó: “Los basureros de América se están llenando y no se están preparando otros nuevos. Además, para 1995, se cerrarán la mitad de los vertederos existentes, ya que muchos no reúnen los requisitos exigidos por la normativa ambiental existente”.
Se calcula que el californiano de término medio tira unos 1.100 kilogramos de basura al año. “En el condado de Los Ángeles producimos suficiente basura como para llenar el Dodger Stadium cada nueve días aproximadamente”, dijo un especialista en la defensa del medio ambiente. Se calcula que para 1995 los vertederos de Los Ángeles habrán alcanzado su capacidad máxima. “¿Qué sucederá entonces?”, preguntan los ciudadanos. Puede ser que el momento decisivo venga antes de lo que se espera, pues, como indicó un ambientalista de California: “Lo cierto es que cada día tenemos camiones de basura dando vueltas por la ciudad sin encontrar un lugar donde verterla”.
Chicago se encara al cierre de sus 33 vertederos para la primera mitad de esta década. Otras grandes ciudades que se ven afectadas por la plaga de la basura se limitan a transportar sus residuos en camiones hasta los basureros de otros estados, lo que ha provocado la indignación de esos estados. Diariamente se transportan por las autopistas estadounidenses unas veintiocho mil toneladas de basura mientras se busca un lugar donde echarla. Por ejemplo, Nueva York, Nueva Jersey y Pensilvania exportan ocho millones de toneladas de basura al año. Desde luego ese método de deshacerse de la basura resulta bastante costoso. “Aún peor —escribe la revista Newsweek—, hay camioneros que transportan carne y productos agrícolas al Este en vehículos refrigerados y luego regresan al Oeste con los mismos camiones cargados de basura infestada de gusanos.” En vista de que esta práctica representa un peligro evidente para la salud, el Congreso se está planteando prohibirla.
Sin embargo, el problema de la basura no solo afecta a Estados Unidos, también representa un peligro para otros países. En Japón se calcula que para el año 2005 Tokio y tres ciudades vecinas tendrán un exceso de basura de 3.430.000 toneladas. También en ese país se encaran al problema de la exportación. Como lo expresó cierto escritor, “la basura es un artículo japonés de exportación que no tiene mercado”.
Aunque algunas naciones todavía no se ven agobiadas por el problema de cómo deshacerse de la basura doméstica, muchas se han visto cara a cara con el problema de qué hacer con sus residuos industriales. Por ejemplo, países que tienen en funcionamiento gigantescas incineradoras para quemar la basura se dan cuenta de que producen miles de toneladas de ceniza, parte de la cual puede ser sumamente tóxica. Las siglas NIMBY (Not in my back yard [En mi patio no]) constituyen una voz de protesta cada vez más oída en boca de los ciudadanos que se ven ante la posibilidad de que se instale un vertedero en las inmediaciones de su casa. Qué hacer con los residuos se ha convertido en una cuestión desconcertante para los que tienen conciencia del problema. Gabarras cargadas con miles de toneladas de residuos tóxicos navegan por los mares buscando en otras costas un “patio” donde descargar. Muchas no pueden hacerlo y el síndrome de NIMBY está dispuesto a impedírselo.
En los últimos años, los países en vías de desarrollo se han convertido en vertedero de miles de toneladas de residuos no deseados, y una parte simplemente ha ido a parar a descampados gracias a hombres sin escrúpulos. A este respecto la revista World Press Review escribió: “Los europeos y los americanos comienzan a reconocer que la protección de su entorno puede significar la contaminación de las tierras de otros pueblos”.
El periódico The German Tribune de octubre de 1988 informó que la ciudad de Zurich (Suiza) exportaba su excedente de basura a Francia, y que Canadá, Estados Unidos, Japón y Australia habían encontrado vertederos en el “patio” de Europa oriental.
Y así sucesivamente. “El problema de la basura es distinto a todos los demás que hemos tenido —dijo un funcionario estadounidense—. Si hay sequía, la gente reduce el consumo de agua. Pero en esta crisis, tan solo producimos más basura.”
EL AUMENTO de residuos sólidos urbanos ha creado uno de los problemas más serios de nuestra época. La tecnología moderna ha producido muchos residuos, pero no ha tenido tanto éxito a la hora de eliminarlos. Las soluciones obvias, las de siempre, están plagadas de inconvenientes. Los vertederos de basura pueden contaminar el agua subterránea de la zona, así que muchos países han tenido que cerrarlos. Por otra parte, la incineración de la basura genera gases tóxicos y grandes cantidades de ceniza, ambas cosas de difícil eliminación. Por esta razón, los incineradores de alta tecnología son impopulares en muchos lugares.
¿Qué alternativa queda? Se ha recomendado un modo natural de deshacerse de los residuos sólidos: un tipo de “combustión” biológica llamada compostaje. Tal como el fuego, el compostaje descompone la materia orgánica en varios subproductos, liberando calor en el proceso. Estos productos derivados del compostaje son muy útiles. Los gases y el calor pueden emplearse como fuentes de energía, y el subproducto sólido, el humus, como un fertilizante muy útil para la agricultura.
El compostaje está ganando popularidad. En Finlandia, por ejemplo, la población de Korsholm y la ciudad vecina de Vaasa han desarrollado una avanzada planta de tratamiento de la basura que utiliza el compostaje. Los diseñadores de la planta dieron con un ingenioso sistema que les permitió resolver simultáneamente dos de los problemas de aquella zona. Como escasea la grava, utilizada en la construcción y en las carreteras, tuvieron la idea de dinamitar el lecho de roca a fin de producir un enorme agujero de cuarenta metros de profundidad. De este modo consiguieron una gran cantidad de grava y un foso ideal en el que construirían un enorme biorreactor para el tratamiento de los residuos urbanos. La roca sólida que rodea al reactor le permite mantener la temperatura constante que requiere el proceso de fermentación.
¿Cuál ha sido el resultado? Esta planta moderna ha solucionado prácticamente el problema de la basura de esta región. Reduce en un 75% el volumen de los desechos y en un 66% su peso. ¿Cómo es posible? Visitemos estas instalaciones.
Nuestra primera impresión cuando llegamos es que este lugar tiene que ver muy poco con los vertederos de basura convencionales. No hay ratas ni mal olor. Aquí el tratamiento de los desechos se asemeja a una de tantas industrias productivas.
El encargado de la planta nos muestra primero un gráfico que explica lo que se hace en ella. Un proceso doble reduce la basura a un volumen mínimo, primero convirtiéndola en composta y luego descomponiéndola. En el compostaje se degradan los desechos en contacto con el aire; en la descomposición, se fermentan en un ambiente falto de oxígeno. Pero antes de dar comienzo a estos dos pasos, la basura debe triturarse.
Desde una ventana de la cabina de control vemos un camión de la basura entrando marcha atrás por un portón. Echa la basura en un foso con forma de embudo, donde una cinta la transporta a la trituradora. Una grúa separa primero los objetos de gran tamaño, como cuadros de bicicleta, neumáticos, tubos de escape y la mayoría de los objetos de plástico. Nuestro anfitrión explica que cuando llegan neveras y congeladores viejos, se mandan a reparar y luego se venden a países menos desarrollados.
Después de la primera trituración, se criba la basura en un cedazo basto que solo deja pasar todo lo que mide menos de 5 centímetros. Eso es aproximadamente la mitad de todos los desechos. Luego sigue el primer paso de tratamiento biológico de la basura: el compostaje. Este se lleva a cabo en un gran depósito, donde se mezcla la basura triturada con sedimentos procedentes de la planta de tratamiento de aguas residuales de la ciudad.
“Cuando ideamos este proceso, tuvimos siempre en cuenta el medio ambiente —dice nuestro anfitrión—, y por esta razón incluso separamos el polvo que se produce durante la trituración. Además, insuflamos aire en el depósito donde se homogeneiza la mezcla de desechos y sedimentos y se calienta a aproximadamente 40 °C. El aire que sale hedería terriblemente debido a la descomposición aeróbica si no lo filtráramos primero.”
Al cabo de un día o dos en el depósito, el material pasa al reactor biogás principal, de 40 metros de altura. ¿Qué sucede allí? Pues bien, unos microorganismos que pueden vivir en ese ambiente falto de oxígeno descomponen las sustancias orgánicas de la mezcla. A esta etapa del proceso, que dura quince días, a 35 °C, se la denomina sencillamente descomposición. Toma quince días a 35 °C. Los productos finales son biogás y humus, que contiene entre un 85% y un 90% de agua. La mayor parte de esta se extrae del humus y se devuelve al reactor.
Pero ¿qué sucedió con la mitad de la basura que no pasó por el cedazo? Nuestro guía dice que esta parte es muy combustible porque consiste principalmente en papel y plásticos. Ahora bien, para incinerar los desechos sin peligro de contaminación, se requeriría una temperatura de 1.000 °C., y no existe tal incinerador en la zona. “Por esta razón, trituramos una vez más la basura que queda y repetimos el proceso —dice—. Es cierto que el tratamiento biológico no puede descomponer los plásticos, pero los desechos constan principalmente de papel, que finalmente se convierte en humus.”
¿Qué productos se obtienen de este complicado proceso? Nuestro anfitrión responde: “Conseguimos principalmente dos: humus y biogás. Vendemos el humus para crear zonas verdes y cubrir vertederos que ya no se usan. Está muy solicitado ahora que se han cerrado muchos basureros viejos. Quizás en el futuro pueda utilizarse en la agricultura después de eliminar todo su contenido de vidrio y plásticos. El biogás consiste en un 60% de metano y un 40% de anhídrido carbónico. Tiene la misma calidad que el gas natural y se utiliza del mismo modo. Disponemos de un gaseoducto para distribuirlo a las industrias más cercanas”.
¿Qué problemas causan los metales pesados de la basura y el sedimento? Nuestro anfitrión continúa: “Estos metales pesados se concentran en el agua. Por lo tanto, queremos conseguir en el futuro la tecnología para extraer los metales del agua. Entonces nuestro producto podrá ser bueno para todos los propósitos. Hablando del futuro, tengo que decirles cuál es mi sueño: que todos los vecinos clasifiquen su basura, de modo que no recibamos ni vidrio ni plásticos ni metal. Todos estos residuos son reciclables. Incluso las fibras sintéticas, los plásticos y la goma son reciclables”.
La planta tiene la capacidad de procesar los desechos de una población de 100.000 habitantes, lo cual es importante en Finlandia. Para el año 2000, este país tiene planeado reutilizar la mitad de su basura, o bien como materia prima o bien como energía.
Nuestra gira nos ha mostrado que es posible hacer algo con respecto al exceso de basuras. Todos podemos cooperar con la reglamentación local sobre el reciclaje. De todos modos, antes de dejar a nuestro guía, le preguntamos si existen muchas plantas de tratamiento de los desechos tan eficientes como esta. “Es difícil decirlo —responde nuestro guía—. No conozco otras plantas similares. Es posible que en otros lugares los problemas sean mucho mayores y nadie se haya atrevido a intentarlo.”
PERMANECER indiferentes ante el grave problema de la eliminación de la basura y los factores que lo favorecen, presupone falta de sensibilidad ante los hábitos de esta sociedad generadora de productos desechables. Por ejemplo, ¿le parece mejor utilizar toallas de papel en la cocina en lugar de los tradicionales paños de tela? ¿Sustituye usted las servilletas de tela por las de papel a la hora de la comida? Si tiene niños que aún llevan pañales, ¿utiliza usted pañales de usar y tirar en lugar de los de tela? ¿Opina usted que las maquinillas de afeitar y cámaras fotográficas desechables son tan prácticas que resulta difícil no comprarlas? Hoy día, pocos jóvenes han escrito alguna vez con pluma estilográfica ya que los bolígrafos, algunos de ellos desechables o con recambios desechables, hace mucho que ocuparon su lugar. Las empresas encargan bolígrafos por millares y los agentes de publicidad los regalan por millones.
El té, el café, los refrescos, los batidos y las hamburguesas que se compran para llevar en los establecimientos de comida preparada ya no se sirven en vasos y bandejitas de papel, porque los recipientes de poliestireno los han dejado anticuados. También hay cuchillos, tenedores y cucharas de plástico que son de un solo uso. La cantidad y variedad de artículos desechables no tiene fin. A este respecto, el director de la New York State Division of Solid Waste, departamento dedicado a los residuos sólidos, dijo: “Hemos sido una sociedad de productos desechables, pero no tenemos más remedio que cambiar nuestras costumbres”.
¿Y qué decir de las botellas de plástico para la leche en lugar de las de vidrio? ¿De los zapatos de plástico en lugar de los de piel y de goma? ¿De los chubasqueros de plástico en lugar de los que están hechos de fibras naturales impermeables? Es posible que algunos lectores se pregunten cómo podía funcionar el mundo antes de la era del plástico. Tenga presente también las hileras consecutivas de productos en envases llamativos y de tamaño descomunal que se encuentran en los estantes de los supermercados y otros lugares donde se venden productos envasados. La era de los ordenadores —que arrojan miles de millones de hojas de papel— alimenta una enorme montaña de papel que ya ha adquirido dimensiones descomunales.
Sin embargo, ¿cuántas incomodidades estamos dispuestos a tolerar para aliviar un poco el problema de la basura, cada vez más grave? Aunque en un día normal tan solo los estadounidenses echan al cubo de basura unos 4.300.000 bolígrafos y unas 5.400.000 maquinillas de afeitar desechables, no es probable que esta sociedad retroceda medio siglo hasta la época anterior a la era de los plásticos y los productos desechables de alta tecnología, aunque se pague un precio increíble por estos artículos.
Lo mismo ocurre con los pañales de usar y tirar. Según informó el periódico The New York Times, “cada año, se vierten más de 16.000 millones de pañales, con unas 2.800.000 toneladas de excremento y orina en un número cada vez menor de basureros por toda la nación”. Pensar en más de 4.275.000 toneladas de pañales desechables puede que nos sorprenda, pero de acuerdo con un especialista en residuos sólidos de Washington, “es un ejemplo perfecto que demuestra que el empleo de un producto desechable más caro en lugar de uno que se puede volver a utilizar, resulta más peligroso para el medio ambiente y además agota recursos que no son renovables”. Pero, ¿están los padres dispuestos a aguantar las incomodidades de lavar los pañales de su bebé o como en algunos lugares, pagar por recibir ese servicio a domicilio? Para muchos, un mundo sin pañales de un solo uso es inconcebible.
Los defensores del medio ambiente ven en estos pañales un símbolo del problema global de la basura. “Lo peor —escribe la revista U.S.News & World Report— es que todos los pañales de plástico fabricados, desde su introducción en el mercado en el año 1961, todavía está aquí, pues tardan unos quinientos años en descomponerse.”
Los especialistas en el medio ambiente y los funcionarios gubernamentales dicen que para no vernos enterrados vivos en nuestra propia basura tenemos que cambiar de costumbres. Los productos desechables modernos puede que sean prácticos para los consumidores, pero son como una bomba para los vertederos de basura. La vida del plástico desechable no parece tener fin. Contrario a los conocimientos convencionales, las 160.000 toneladas de papel que los estadounidenses tiran cada día y una cantidad desconocida de toneladas que se tiran por todo el mundo no se descomponen ni desaparecen en los vertederos ni siquiera enterradas durante años bajo toneladas de basura. Periódicos que llevaban más de treinta y cinco años enterrados en vertederos podían leerse con la misma claridad cuando se desenterraron que el día en que se publicaron.
Se ha escrito que solo hay cuatro formas de ocuparse de la basura: “Enterrarla, quemarla, reciclarla o... comenzar a no producir tanta”. La basura enterrada en los vertederos no solo ofende a la vista del vecindario, sino que puede convertirse en un problema sanitario. A medida que los residuos se descomponen, producen un gas incoloro, inodoro e inflamable llamado metano, que si no se controla, puede filtrarse por debajo de la tierra y destruir la vegetación, introducirse en edificios cercanos y explotar si entra en ignición. Y ya se han producido algunas muertes por esa causa. También corren peligro los depósitos subterráneos de agua, o acuíferos, si algunas sustancias químicas peligrosas se filtran por la tierra y contaminan el abastecimiento de agua para consumo humano.
En el caso del papel de periódico, el principal problema de reciclarlo radica en el inmenso excedente que hay. “El inventario de periódicos sobrantes ha alcanzado un récord nunca visto —dijo un portavoz del American Paper Institute (Instituto Americano del Papel)—. Tanto las fábricas de papel como sus intermediarios tienen en los almacenes más de un millón de toneladas de periódicos, lo que representa una tercera parte de la producción anual. Llega un momento en que el espacio de almacenamiento está totalmente saturado.” Como consecuencia, muchas ciudades que hace un año recibían por su papel a razón de 40 dólares (E.U.A.) por tonelada, ahora pagan a contratistas 25 dólares (E.U.A.) por cada tonelada que se llevan... para quemar o tirar en basureros.
¿Y los plásticos? “La industria de los plásticos ha luchado en favor del reciclaje, mayormente por temor a que de otro modo sus productos, presentes en todas partes, se prohíban”, dijo la revista U.S.News & World Report. Por ejemplo, las botellas de plástico se pueden convertir en fibra para hacer alfombras de poliéster, rellenos para cazadoras, y un sinfín de otras cosas. Sin embargo, la industria tiene razones para preocuparse por su mercado, pues en algunos lugares ya se han aprobado leyes que prohíben el uso y la venta de cualquier producto de poliestireno y de PVC (cloruro de polivinilo) en los establecimientos de venta de alimentos al por menor. La prohibición incluye tanto las bolsas de plástico para la compra como los objetos de poliestireno, como vasos, bandejitas para la carne y recipientes para servir las hamburguesas en los establecimientos de comida preparada.
Se calcula que más del 75% de los residuos sólidos urbanos de Estados Unidos se pueden reciclar. Sin embargo, la indiferencia popular y las deficiencias tecnológicas hacen que no se pueda llegar a tal porcentaje. De acuerdo con un especialista en este campo, “el reciclamiento está entrando en un período muy peligroso, y muchos gobiernos van a tener problemas en superar esta crisis”.
Algunos funcionarios dicen que la solución del problema está en quemar la basura en gigantescas incineradoras municipales. Pero eso también plantea problemas. Los defensores del medio ambiente advierten que cuando se incineran plásticos y otros residuos se producen sustancias químicas tóxicas, como la dioxina, que contaminan el aire. Un destacado ambientalista dijo: “Ver una planta incineradora es como ver una fábrica de dioxina”. Y la revista Newsweek comentó: “Las incineradoras también producen toneladas de cenizas que con frecuencia están contaminadas con plomo y cadmio”. Muchas veces oímos las airadas protestas de los ciudadanos que viven cerca de los lugares propuestos para instalar una planta incineradora. Nadie quiere tenerlas en su barrio, pues se consideran una peligrosa amenaza para la salud y el medio ambiente. De esta manera, la crisis de la basura continúa aumentando de forma rápida y alarmante. ¿Tiene alguien la solución?
EN LA principal estación de ferrocarril de una capital europea una fila de personas esperaba su turno para cambiar por dinero local fondos extranjeros. Entonces llegó un señor de baja estatura, fornido. Pasó la fila de personas que esperaban como si no existiera, estiró la mano por encima de una mujer que estaba junto al mostrador, blandió su dinero enfrente del pagador y dijo algo en cuanto a estar muy de prisa. Se le atendió inmediatamente y entonces se alejó caminando lentamente, bastante complacido por el éxito de su táctica de “yo primero.”
Quizás estaba de prisa. Pero también lo estaban otros de aquella fila. La diferencia fue que él mostró que era egocéntrico e inconsiderado y que no tenía buenos modales. Probablemente usted haya observado muchas veces situaciones semejantes a ésta en tiendas, en reuniones públicas, en transportes públicos. Algunas personas se abren paso a empujones hasta llegar al frente.
En los puestos donde se venden refrescos, por ejemplo, ¿ha notado usted que, sin importar la cantidad de personas que esté esperando que se le atienda, con frecuencia alguien se abre paso a empujones y hace su pedido a gritos? ¿Ha hecho usted eso alguna vez? Esperamos que no. Pero, ¿observó usted la reacción de parte de los que estaban cerca? Sin duda algunos hicieron comentarios en voz baja sobre la falta de consideración de aquella persona. Quizás unos cuantos expresaron ásperamente sus objeciones. Otros, viendo el éxito que tuvo, se sintieron impelidos a seguir el ejemplo del individuo sin modales, sabiendo bien que el hacerlo era una cosa egoísta, descortés. Pero, ¿qué hizo usted?
Lo que usted hace en medio de circunstancias de esa clase revela mucho acerca de usted.
Un poeta medioeval bien conocido usó la expresión: “El asesinato saldrá,” es decir, con el tiempo quedará al descubierto. De la misma manera se puede decir que los modales de uno, buenos o malos, ‘saldrán.’ Por lo general se revelan en acciones pequeñas, medio conscientes, por la presencia o ausencia de palabras tan sencillas como “por favor” y “gracias.” Se pueden detectar, también, por la manera en que uno dispone de la basura.
¿Arroja usted basura en cualquier lugar, o la deposita en el receptáculo apropiado? Latas, botellas, envolturas y toallas de papel desechadas desfiguran la belleza de los parques públicos. A lo largo de un tramo de noventa metros de camino rural tranquilo en Nueva Jersey un reportero encontró quince bushels [un bushel equivale a 35 litros] de basura. En las estaciones del metro o ferrocarril subterráneo en las paradas de autobuses y alrededor de mostradores donde se expenden piscolabis a menudo se puede ver basura tirada hasta en los lugares donde se suministran receptáculos para la basura. Y es común que uno de nuestros zapatos se pegue a la acera, simplemente porque alguien sin buenos modales dispuso incorrectamente del chicle que masticaba. ¡Uf! ¡El pensar en tener que rasparlo para quitarlo es repugnante!
En 1967 una encuesta internacional confirmó que este problema de tirar basura existe en muchas naciones. Australia, el Canadá, Dinamarca, Inglaterra, la India, el Japón, Holanda, Suecia, los Estados Unidos de Norteamérica, Alemania Occidental y Venezuela fueron mencionados entre los países que padecen de esta forma de delincuencia. Y no se descubrió que fuera cierto que los visitantes y los turistas tengan la culpa de la mayor parte de este lío. De hecho, el 70 por ciento de los consultados en la encuesta culparon en su mayor parte a los moradores locales.
El que tira la basura donde no debe es legalmente un ofensor. Está contra la ley, el orden y la limpieza. No le importa ni la comodidad ni el bienestar de otros. ¡Mire algunos de los parques públicos y terrenos para comidas campestres donde ese tipo de persona ha estado! Usted no deriva placer de visitar un lugar que ha sido tan ensuciado. Pero cuando usted descubre que cierta sección ya está sucia y desordenada, ¿qué hace usted? ¿Siente la tentación de razonar que un poco más de basura que se arroje realmente no importa? No se extravíe. Usted, por su palabra y por sus obras, está a favor o en contra de los desordenados que tiran basura donde no deben.
Tampoco se ha de pasar por alto el costo de esta clase de malos modales. Sí, cuesta dinero cada vez que se tira la basura donde no debe tirarse. A los obreros del saneamiento hay que pagarles para hacer frente a las demandas de limpieza, y el costo del personal del saneamiento que va en aumento se refleja en impuestos más altos... impuestos que tienen que salir del bolsillo de todos.
Todos nosotros debemos practicar buenos modales, pero los padres tienen una responsabilidad adicional. También deben estar vivamente interesados en los modales de sus hijos. Se requiere paciencia para entrenarlos a fin de que exhiban buenos modales en toda ocasión, en casa y en público. Pero el ejemplo de los padres sirve más para ayudar a sus hijos a aprender a ser considerados con otros, extraños así como conocidos, en toda circunstancia. Lo que los jóvenes hacen fuera de casa por lo general refleja los modales que se les han enseñado en casa.
¿QUÉ haría usted con algo que ya no desea? “Tirarlo.” Esa parece ser la respuesta lógica y simple. Pero deshacerse de la basura no siempre es tan simple. ¿Dónde la tiraríamos? Una asociación conservacionista italiana calculó que las botellas de vidrio que se arrojan al mar tardan mil años en descomponerse. Los pañuelos desechables, en cambio, solo tres meses. Una colilla de cigarrillo contamina el mar un máximo de cinco años; las bolsas de plástico, de diez a veinte; los productos de nailon, de treinta a cuarenta; las latas, quinientos, y el poliestireno, mil años.
La cantidad de tales desechos ha aumentado enormemente. En la actualidad existe en el mercado una gran oferta de productos, y la publicidad quiere convencernos de que todos son necesarios. El periódico británico The Guardian afirma en pocas palabras: “Los anunciantes nos ayudan a satisfacer unas necesidades de las que jamás fuimos conscientes”. De hecho, nos tientan a adquirir lo último, no sea que nos perdamos algo nuevo. Y, claro está, en la jerga publicitaria, “nuevo” significa “mejor y superior”, mientras que “viejo” es sinónimo de “inferior y anticuado”.
Por eso, a menudo se insiste en que compremos productos nuevos en vez de reparar los viejos, sosteniendo que resulta más práctico y económico. En ocasiones eso es cierto, pero por lo general, cambiar lo viejo por lo nuevo es costoso e innecesario.
Hoy día, numerosos artículos se diseñan de tal forma que cuando se estropeen haya que tirarlos a la basura. Tal vez resulte difícil repararlos, factor que no debe olvidarse al ir de compras. Una revista alemana dirigida a los consumidores observó: “La vida útil de los productos no deja de acortarse. Lo que ayer estaba de moda hoy ya no lo está y de seguro acabará en la basura. Por consiguiente, una gran cantidad de materia prima valiosa se convierte todos los días en simple basura carente de valor”.
¿Beneficia realmente al consumidor este afán descontrolado por adquirir bienes? En realidad, los beneficiados son las empresas ansiosas por llenar sus cajas registradoras. El semanario suizo Die Weltwoche afirma: “Si todo el mundo usara sus muebles o su automóvil toda la vida o al menos el doble de tiempo de lo que lo hace ahora, el colapso económico estaría garantizado”. Es evidente que un colapso económico no es la solución, pues eso también dejaría a los consumidores sin empleo. ¿Cuál es, entonces, la solución al exceso de basura?
Algunos países industrializados optan por la vía fácil: envían sus desechos a los países en desarrollo. Por ejemplo, cierto informe indica que “en un lugar muy conocido de Nigeria se encontraron más de ocho mil barriles oxidados que dejaban salir 3.500 toneladas de sustancias químicas tóxicas, lo que generó contaminación del suelo y de las aguas subterráneas”. Semejante método de eliminación de residuos no parece ser una solución viable, ni mucho menos una forma admirable de tratar al prójimo.
¿Y qué hay de reciclar los artículos que ya no se desean, en lugar de deshacerse de ellos sin más? Como es evidente, para que los programas de reciclaje funcionen hace falta que los ciudadanos clasifiquen los desperdicios en varias categorías, algo que ya se estipula en algunas normativas municipales. Las autoridades tal vez pidan que se separen el papel, el cartón, el metal, los residuos orgánicos y el vidrio, y que este último, además, se clasifique por colores.
Está claro que el reciclaje es ventajoso. El libro 5000 Days to Save the Planet (Cinco mil días para salvar al planeta) indica que reciclar aluminio “supone un gran ahorro energético” y puede “reducir el daño ambiental causado por la extracción a cielo abierto de bauxita”. El libro añade más detalles: “Para producir la misma cantidad de papel, las operaciones de reciclaje consumen la mitad de la energía y una décima parte de la cantidad de agua. [...] Muchos de los desechos son recuperados, reciclados y reutilizados. [...] Y aunque algunas industrias no puedan reutilizar sus propios desechos, pueden reciclarlos para que los aprovechen otras industrias [...]. En Holanda funciona con mucho éxito una red de intercambio de desechos desde principios de la década de 1970”.
Hay gobiernos que, en vez de idear sistemas para deshacerse de los residuos, fomentan primero la reducción de estos. La obra mencionada anteriormente advierte que “es urgente actuar” si queremos ver a la humanidad “pasar de una economía del despilfarro [...] a una sociedad ahorrativa que reduzca al mínimo los desechos y disminuya el consumo de materias primas”.
Sin embargo, quienes desean escapar “de una economía del despilfarro” tendrían que estar dispuestos a prolongar al máximo la vida de los artículos que compran y tirarlos únicamente cuando sean irreparables. Los productos que ya no se desean pero siguen siendo útiles deben entregarse a quienes sí quieran utilizarlos. La oficina de Darmstadt del Öko-Institut (Instituto de Ecología Aplicada), de Alemania, calculó que si una familia viviera bajo la máxima de “usar en lugar de consumir”, generaría hasta un 75% menos de basura que las demás.
Ahora bien, ¿cuántos seguirían tal principio? No es probable que fueran muchos. La problemática de la basura que genera la humanidad es tan solo un síntoma de problemas mayores. En la actual sociedad consumista, cada vez más personas adoptan lo que podríamos llamar la mentalidad de “usar y tirar”. Examinemos esta actitud y algunos de los extremos a los que podría llegar.
LOS habitantes de los países desarrollados generan enormes cantidades de basura. Tomemos como ejemplo Estados Unidos. Según se afirma, los desperdicios que produce en un año pesan “lo mismo que el agua necesaria para llenar 68.000 piscinas olímpicas”. Hace unos años se calculó que con solo la basura generada anualmente por los neoyorquinos se podría enterrar el enorme “Parque Central”* bajo cuatro metros de residuos.
Con razón se ha dicho que el ejemplo de “sociedad consumista y derrochadora” que da Estados Unidos sirve de “advertencia para el resto del mundo”. Pero este país no es el único. Se calcula que la basura que produce Alemania todos los años llenaría un tren de carga que se extendería desde la capital, Berlín, hasta la costa africana, a 1.800 kilómetros de distancia. Y en Gran Bretaña se calculó que la familia media de cuatro miembros consume anualmente una cantidad de papel equivalente a seis árboles.
Los países en vías de desarrollo no escapan al problema del exceso de basura. Una reconocida revista informa: “Las malas noticias son que la mayoría de los 6.000 millones de habitantes del planeta, en lo que a basura se refiere, están comenzando a seguir los pasos de Estados Unidos y del resto del mundo industrializado”. En efecto, lo queramos o no, casi todos formamos parte de la llamada sociedad del “usar y tirar”, o sociedad del desperdicio.
Claro está, la gente siempre ha tenido algo que tirar, pero hoy día se consiguen productos envasados y enlatados con más facilidad que antes, por lo que abundan los embalajes desechables. Además, la publicación de periódicos, revistas, folletos de propaganda y otros impresos se ha disparado.
En un mundo tan industrializado y científico como el nuestro, también se han creado nuevos tipos de basura. El rotativo alemán Die Welt indica que “en la Unión Europea se desmantelan todos los años cerca de nueve millones de automóviles”. No es nada fácil deshacerse de ellos. Pero más problemática es la cuestión de cómo eliminar sin riesgo los residuos nucleares o químicos. En 1991 se informó que Estados Unidos tenía “montañas de basura radiactiva sin un lugar donde almacenarla permanentemente”. Al parecer, un millón de barriles de sustancias letales estaban almacenados de forma temporal con el constante “peligro de pérdida, robo y daño medioambiental a consecuencia de una manipulación incorrecta”. Solo en 1999 se generaron más de 40.000.000 de toneladas de desechos peligrosos en más de veinte mil puntos de Estados Unidos.
Otro factor es la explosión demográfica mundial del pasado siglo. Cuanta más gente, más basura. Y gran parte de la población tiene una mentalidad consumista. Recientemente, el Instituto Worldwatch llegó a esta conclusión: “Hemos utilizado más productos y servicios desde 1950 que durante el resto de la historia de la humanidad”.
Como es obvio, pocos son los ciudadanos de los países industrializados que quieren prescindir de todos esos “productos y servicios”. Por ejemplo, piense en lo práctico que resulta comprar comestibles ya envasados y llevarlos a casa en las bolsas de papel o plástico que nos entregan en la tienda. Si se nos privara de repente de los envases modernos, no tardaríamos en darnos cuenta de lo mucho que dependemos de ellos. Además, contribuyen a mejorar la salud, al menos indirectamente, siempre y cuando el proceso de envasado haya sido higiénico.
Ahora bien, pese a estas ventajas, ¿existen motivos para preocuparse porque la actual sociedad del “usar y tirar” haya llegado demasiado lejos? Es evidente que sí, pues las diversas medidas destinadas a reducir la enorme cantidad de desperdicios generados por el hombre apenas han tenido efecto alguno. Lo que es peor, las actitudes que subyacen en nuestra sociedad del desperdicio tienen repercusiones aún más preocupantes.
*La extensión del parque es de 341 hectáreas, lo que representa alrededor del seis por ciento del área total del distrito de Manhattan.
La eliminación de residuos peligrosos supone un grave problema
22.- La basura en Kenia
“¡MAMAAA, nakufa!”, grita el niño. Eso significa: “¡Mamá, me muero!”. ¿Intenta alguien matarlo? No, el niñito está de pie dentro de una palangana y su madre le está lavando todo el cuerpo. A pesar de su vehemente resistencia, mamá termina su tarea.
Escenas como esta son comunes en África, incluso en las zonas más pobres. Sin embargo, no siempre resulta fácil mantener unas normas de higiene. El clima africano, terriblemente sofocante, dificulta el doble la tarea de limpiar. Las tormentas de polvo cubren cualquier grieta de una casa con una capa de fino polvo de color marrón. Las condiciones económicas cada vez peores hacen que el costo de los productos de limpieza, las reparaciones y hasta el agua esté por encima del poder adquisitivo de muchos. En zonas donde las mujeres tienen que caminar diariamente varios kilómetros para buscar agua, es comprensible que sean reacias a utilizar este precioso artículo de consumo para lavar.
El aumento de la población en las ciudades, así como en algunas zonas rurales, también genera peligros para la salud. Alcantarillas descubiertas, montones de basura sin recoger, sucios retretes comunitarios, agentes portadores de enfermedades, como ratas, cucarachas y moscas, han llegado a ser cosas comunes.
Además, existe una falta de conocimiento general sobre higiene y sanidad. La gente contamina los abastecimientos de agua sin darse cuenta de las mortíferas consecuencias. Las ratas y otros portadores de enfermedades se toleran... ¡y hasta se deja que los niños jueguen con ellos!
¿Por qué deberían las familias pasar por las molestias y los gastos de mantener todo limpio? Porque las bacterias y los parásitos medran en ambientes sucios. Por eso, algo tan sencillo como el lavar podría significar para su hijo la diferencia entre la vida y la muerte. Es cierto que la limpieza incrementa los gastos de la casa. El agua necesaria para lavar puede ser costosa o difícil de obtener. Pero los medicamentos son mucho más caros. El jabón, los desinfectantes, la cera, una ratonera y un recipiente para la basura también cuestan dinero, pero no tanto como las facturas del médico.
AL ENFRENTARSE a los precios ascendentes de los alimentos en el mercado de su vecindario, ¿ha deseado usted poder cultivar en su propio patio las frutas y legumbres frescas que necesita su familia? ¿O se ha emocionado usted al ver un hermoso conjunto de flores llenas de colorido, hierba exuberante y arbustos artísticos y ha deseado poder cultivarlos en su propio jardín?
Quizás usted haya probado algo en este respecto, y, lleno de grandes esperanzas, se haya puesto a trabajar excavando, plantando, azadonando y regando con determinación. Y luego... ¡desilusión! Las pocas plantas que sí salieron eran desnutridas y escasas.
Experiencias como éstas han desanimado a muchas personas que han querido atender un jardín. La persona con tal experiencia sencillamente se resigna a la idea de que no tiene la proverbial habilidad que se necesita para la jardinería. Pero aunque uno sea de los que disfrutan de éxito moderado en la jardinería, quizás opine que le podrían salir mucho mejor las cosas. Quizás opine que está estancado. Los esfuerzos que ha hecho año tras año han producido poco mejoramiento.
Una solución a problemas de esa clase es sencilla, barata y está a la mano. El secreto estriba en utilizar muchas cosas que ahora usted está tirando como inútiles... desechos de su cocina, hierba cortada de su césped, recortes de los vallados de zarzas, mala hierba y hojas. Todos éstos son haberes para un jardín que pueden producir ricos dividendos, tanto en dinero como en belleza. Apropiadamente elaborados, estos materiales se pueden convertir en rico abono que puede poner en su suelo todos los elementos que necesitan sus plantas para ser saludables, productivas y hermosas.
Por eso, mientras uno tenga disponible una porción de terreno, vale la pena pausar —cuando se trata de deshacerse de la basura— y preguntarse: ¿Sería útil algo de este material como abono? La mayoría de su basura puede convertirse en abono por elaboración.
Hay una variedad de métodos por medio de los cuales la materia vegetal se descompone y se reduce a humus oscuro y rico. La lógica del proceso es obvia. Uno simplemente está devolviendo al suelo lo que ha sido tomado de él. Uno está imitando el arreglo natural de las cosas, mediante el cual las bacterias y los hongos comienzan a desintegrar y descomponer toda la materia muerta, devolviéndola con el tiempo al suelo. Este ciclo continuo hace posible que la tierra siga produciendo año tras año sin perder fertilidad.
Pero, ¿no sería mucho más fácil ir a la tienda y comprar una bolsa de abono químico? Sí, pero ese procedimiento carece de ciertas ventajas definidas. ¿No le gustaría a usted ahorrarse el costo del abono que se compra en la tienda? Además, en lo que toca a abono orgánico natural uno nunca tiene que preocuparse por aplicar demasiado y “quemar” sus plantas. Además, uno tiene que seguir agregando abono químico cada año, mientras que el abono orgánico vigoriza la cualidad de su suelo. Y muchas personas están convencidas de que el sabor y el valor alimenticio se mejoran al usar abono natural.
El elaborar abono no es difícil ni complicado. Hay varios métodos y es muy probable que uno de ellos le sea conveniente. Por ejemplo, hay el método de elaborar abono en bolsas de plástico. De plástico grueso, simplemente corte y cosa cuatro bolsas, cada una poco más grande que una funda de almohada. Comience a llenar una de ellas con desechos húmedos de lo usado en la cocina (los pedazos grandes deben cortarse en pedazos pequeños), césped cortado, arreglos florales marchitos, un poco de tierra suelta, y, si hay, un poco de estiércol. Luego ate bien la bolsa con una cuerda y deje que el contenido se descomponga, preferiblemente al sol. Diariamente más o menos debe hacerse rodar la bolsa. Luego, repita el mismo procedimiento con la siguiente bolsa. Para cuando la cuarta bolsa esté llena, el contenido de la primera debe estar listo para usarse.
Para elaborar abono en una escala más grande por lo general se construye un depósito, en el cual los diversos materiales se colocan en capas... primero, una capa compuesta de césped cortado, cortes de plantas, hojas, paja, etc., y luego una capa delgada de los desechos de la cocina, luego una capa de estiércol si lo hay disponible y finalmente se rocía tierra suelta. Se pueden añadir lombrices después que el montón se haya enfriado algo, y esto debe acelerar la descomposición. Una cubierta sólida, hermética, ayudará a evitar las moscas o los olores desagradables.
Si los animales que buscan alimento en la basura son un problema, posiblemente baste con cubrir el depósito con tela metálica. El montón debe mantenerse húmedo, y puesto que el líquido que se escurre del montón introduce muchas sustancias nutritivas en el suelo que hay debajo del depósito, pudiera ser provechoso cambiar la ubicación del depósito de vez en cuando. Si se tienen dos depósitos, se puede iniciar uno mientras el otro se está madurando o se está usando.
Todavía mejor es otro método, el cual requiere el uso de toneles metálicos grandes de petróleo o de pintura. A éstos primero se les da una capa de alquitrán o pintura para impedir que se enmohezcan. Luego se perforan unos hoyos para desagüe en la parte inferior. Los toneles se pueden colocar a poca distancia del suelo sobre piedras planas o ladrillos. Así se les puede mudar de sitio para que diversas porciones del jardín puedan aprovecharse del líquido que se escurre del material que está siendo elaborado. Si uno tiene inclinación a lo artístico, a estos toneles se les puede disimular pintándolos de verde o café, o se les puede adornar con algún diseño lleno de colorido.
Por supuesto, en un terreno más grande uno simplemente podría levantar el montón de abono como un montículo grande en la parte de atrás del terreno. Simplemente riéguelo bien y cúbralo con una cubierta de plástico, sujeta firmemente amontonando tierra o unas cuantas piedras pesadas en torno de la orilla. La cubierta de plástico promueve la descomposición, puesto que conserva la humedad y el calor, y no hay necesidad de revolver el material que se está fermentando. El montón terminado debe ser excavado verticalmente para que se mezclen bien las diversas capas de materiales. En clima moderado el montón debe estar listo en un mes; el clima más frío disminuye la descomposición, a veces por varias semanas.
Puede ser que ninguno de los métodos susodichos sea adecuado en ciertas circunstancias. Entonces, a continuación se menciona otra manera, especialmente adecuada para los que viven en las ciudades que quisieran asegurarse de que no surgieran problemas relacionados con olores, moscas y ratas. Simplemente entierre los desechos de la cocina en las hileras donde se plantará el año siguiente. El material se puede introducir, no demasiado tupido, y cubrirse con aproximadamente veinte o veinticinco centímetros de tierra. Se debe dejar un año completo antes de plantar, para asegurarse de que la descomposición sea completa.
Este mismo principio se puede aplicar para restaurar la fertilidad del suelo en niveles de raíces profundas, digamos junto a árboles o arbustos grandes como las lilas. En este caso, simplemente excave un hoyo profundo en el cual echar su basura. Usted puede usar su propio discernimiento en cuanto a su tamaño y profundidad. Un jardinero excavó un hoyo de noventa centímetros de largo, por sesenta centímetros de ancho y aproximadamente metro y medio de profundidad. Durante todo el invierno vertió en él los desechos de la cocina... extremos de las legumbres, cáscaras, cascarones, migajas, etc.
Para tal hoyo se podría hacer una cubierta que estuviera al nivel del suelo. De vez en cuando se puede añadir un poco de cal agrícola y granito pulverizado en el hoyo para asegurar una fertilización más completa. Si empiezan a producirse olores, se pueden controlar cubriendo cada capa de desechos con unos cuantos centímetros de tierra, usando la tierra que se quitó del hoyo. Cuando el hoyo esté casi completo, remueva la cubierta y termine de llenarlo con tierra hasta el nivel del suelo. En poco tiempo usted verá un mejoramiento notable en su arbusto o árbol cercano.
Un jardinero describió los resultados que dio un hoyo de esa clase lleno de basura: “Junto con el granito y la cal, las sustancias nutritivas del hoyo se habían filtrado en el suelo circunstante, llevando alimento a raíces principales y a raíces alimentadoras más pequeñas de aquella lila francesa especial. Su follaje se hizo de color verde más oscuro, más denso, y cuando aparecieron los botones, cubrieron completamente el arbusto que, para la floración, era un montículo de fragancia a lavanda.”
¿No es evidente, entonces, que hay muchas maneras de edificar un abastecimiento de buen abono orgánico? Sea que esté usted en una ciudad o en una granja, sea aficionado o experto en la jardinería, hay maneras de asegurarse de que sus plantas y flores estén obteniendo las sustancias nutritivas que se requieren para producción saludable.
¿Le gustaría a usted poder suministrar a su mesa frutas o legumbres extras a un costo grandemente reducido? ¿Le gustaría a usted convertir un patio seco en un hermoso césped guarnecido con hermosos arbustos y flores llenas de colorido, con un exuberante árbol de sombra aquí y allá? Entonces usted pudiera considerar el empezar a elaborar un montón de abono. No tiene que tirar toda esa basura. Úsela para vigorizar la fertilidad del suelo.
LA COMPOSTA es casi tan antiguo como la horticultura. En las villas romanas se elaboraba en hoyos en los que se mezclaban excrementos humanos y animales con mala hierba, hojas y otros desechos domésticos, a los que de vez en cuando se añadía agua con el fin de ayudar a la putrefacción. Mil años después, en la España musulmana hallamos un tratado de agricultura que habla de tres modos de elaborar “estiércol artificial” (nombre que recibía la composta), al que se añadía palomina para acelerar la descomposición.
Con el advenimiento de los vertederos públicos y de los sencillos abonos químicos, de fácil uso en jardines y huertas, la elaboración casera de la composta casi se convirtió en una práctica extinta, hasta que hace unos años volvió a escena. Los vertederos a rebosar, las restricciones estatales a la cantidad y el tipo de vertidos, las elevadas tarifas (de treinta a cien dólares [E.U.A.] por depositar una tonelada de basura) y la creciente inquietud por el medio ambiente han vuelto a poner de moda este tipo de abono.
La composta ha regresado con más fuerza que nunca, dispuesto a conquistar primero los vertederos públicos. Como explicó la revista The New York Times Magazine del 8 de septiembre de 1991, “el empleo de la composta es una tecnología prometedora que podría paliar el problema, cada vez más acuciante, de qué hacer con los desechos”. El artículo continuó: “Sus defensores creen que permitiría aprovechar hasta la mitad de la basura que la mayoría de los estadounidenses tiran: desechos de cocina, restos de hierba cortada y poda del jardín y hasta papeles. Entienden que con esta técnica se pueden crear granjas que enriquezcan el suelo en vez de empobrecerlo, y que con la composta se puede reponer el suelo erosionado o empobrecido, proteger las plantas jóvenes de las plagas y reducir la dependencia de pesticidas y fertilizantes químicos”.
El artículo antes citado continuó explicando: “Los nuevos productores de compostas tratan de entender y controlar un proceso ya existente: la digestión microbiana. En suma, preparan la comida para los microorganismos”. Además, la revista añade los siguientes detalles:
“En líneas generales, la formación de la composta es sencilla, si bien los detalles son complejos. En esencia, es el proceso mediante el cual la tierra transforma los residuos orgánicos en sustancias útiles para las plantas. Los microbios que viven en el suelo (mil millones por cada gramo de tierra fértil) tienen un hambre voraz de compuestos orgánicos, en su mayor parte constituidos por átomos de carbono, nitrógeno e hidrógeno. Las bacterias y los hongos queman el carbono para obtener energía, y se sirven del nitrógeno y de parte del carbono para elaborar sus cuerpos celulares. La mayoría actúa en presencia del oxígeno, aunque otros son más eficaces en su ausencia. Cuando se quedan sin compuestos, empiezan a comerse unos a otros. Como resultado de este proceso de ingestión mutua, se produce calor, agua, dióxido de carbono y la sustancia llamada humus, un complejo de moléculas orgánicas que atrae y retiene los nutrientes, el agua y el aire que las plantas necesitan para crecer.”
Si la composta tiene la mezcla adecuada, los microbios pueden llegar a devorar gasóleo, hidrocarburos de TNT y uranio. No hay duda de que son microorganismos eficaces, aunque no tendrán desafíos semejantes para elaborar compostas en su jardín.
Lo primero de todo es olvidarse de esos montones revueltos de basura de jardín que crecen sin control y en los que usted acumula un año tras otro las hojas, la hierba cortada, la paja, el heno viejo y la mala hierba. Si además se añaden los desechos de cocina, los malos olores son inevitables, como sabe cualquier persona experta en jardinería. Este problema se resolverá con un buen recipiente para la composta. El objetivo es que reproduzca en su jardín el asombroso proceso natural antes explicado, el mismo que durante milenios ha reciclado la materia orgánica muerta acumulada en el suelo de los bosques.
Para elaborar la composta, es preferible contar con un recipiente, pues mantiene los materiales juntos y permite una mejor ventilación, lo que a su vez aumenta la eficacia de la descomposición. Hay que agujerear o rajar las paredes del recipiente con el fin de que entre el oxígeno que necesitan las bacterias. Por otra parte, ha de controlarse la humedad. El recipiente no debe tocar el suelo y tiene que colocarse en el lugar adecuado, pues el proceso de elaboración de la composta no funcionará bien ni estando expuesto todo el día a pleno sol ni estando a la sombra.
La mezcla podría compararse a un emparedado de muchos pisos: un piso de basura de jardín, otro de tierra y otro de basura doméstica, repitiéndose los pisos en este orden hasta alcanzar una altura de unos 120 ó 150 centímetros. Por último, hay que cubrir la pila con un manto de materiales similares.
Al cabo de dos años tendrá humus de muy buena calidad y las mejores amigas del jardinero: gran cantidad de lombrices, que trabajarán con empeño para mullir y oxigenar el manto de su jardín. La elaboración de la composta se puede precipitar dando la vuelta a la pila de vez en cuando o añadiendo productos que aceleran la descomposición, como, por ejemplo, pequeñas cantidades de estiércol. Con un recipiente bien hecho y con la mezcla idónea de materiales, se puede aumentar la velocidad de la descomposición, de modo que la composta puede estar listo en solo tres o cuatro meses, en vez de en dos años.
Recuerde, además, que la composta tiene que airearse. De este modo, una ventilación y humedad adecuadas transformarán la mezcla en la cubierta de abono que tanto gusta a sus plantas. Cuando lo extienda sobre el mantillo, será como poner la mesa para que sus plantas inicien el banquete. Trate así de bien su jardín y se lo pagará con una abundante cosecha de belleza para sus ojos y con productos que harán las delicias de su paladar.
SI SE le diera a escoger, ¿dónde preferiría vivir... sobre una pila de basura o en la sección semejante a un parque-jardín?
Estamos de acuerdo, la respuesta parece obvia. Sería difícil hallar a alguien que dijera que preferiría la pila de basura.
¡Sin embargo, hoy muchos hombres temen que en realidad la sociedad humana esté escogiendo precisamente eso!
“Nos enriquecemos y enriquecemos en comunidades cada vez más sucias, hasta que llegamos a una condición de opulenta miseria... [el rico rey] Creso sobre una pila de basura,” así lo expresó el ex-ministro de Salud, Educación y Beneficencia de los Estados Unidos, John W. Gardner.
No solo en los Estados Unidos, sino por todo el mundo, está aumentando el clamor de que —como el pájaro que ensucia su propio nido— el hombre está ensuciando el único hogar que tiene, la Tierra. El prominente ecólogo Barry Commoner declaró: “Tenemos el tiempo —quizás una generación— en el cual salvar el ambiente de los efectos finales de la violencia que le hemos hecho.”
CUANDO usted anda por un campo o por un bosque, ¿cuántos animales muertos nota usted? La vida animal abunda en esas zonas, y los animales mueren con regularidad. Sin embargo es raro ver a animales muertos en los campos o en los bosques. ¿Por qué? Porque los animales que se alimentan de carroña —insectos, pájaros y animales— trabajan para mantener limpia la tierra. Organismos microscópicos terminan el trabajo, descomponiendo toda materia muerta, convirtiéndola en alimento vegetal.
Si se le da su oportunidad, la creación natural mantiene limpio, no solo el aire y el agua, sino también el suelo para que el hombre disfrute de él. Pero esto solo sucede si el hombre conduce sus asuntos en armonía con los ciclos y leyes naturales. Eso no se está haciendo en la actualidad.
Una manera en que la tierra está siendo ensuciada es por la avalancha de basura que se está arrojando en ella, particularmente en las ciudades.
El montón de basura de 1969 en los Estados Unidos alcanzó un total de aproximadamente 250.000.000 de toneladas, más de una tonelada por cada persona. De éstas, aproximadamente 60 millones de toneladas ni siquiera se recogieron. Se añadieron a las carreteras, calles, zonas y campos recreativos de la nación como suciedad.
Considere esta lista parcial de lo que se arrojó en solo un año reciente en tan solo ese país:
7.000.000 de automóviles
20.000.000 de toneladas de papel
26.000.000.000 de botellas y tarros
48.000.000.000 de latas
El problema se complica por el hecho de que gran parte de la basura no es de la clase que se pudre fácilmente. De los recipientes de vidrio, estaño, aluminio, plástico y papel, solo el papel y el estaño se desintegran más o menos fácilmente. El resto, especialmente los plásticos, en gran parte son “nobiodegradables.” Es decir, no se asimilan fácilmente en los ciclos naturales de la tierra que hacen que los materiales vuelvan a sus elementos básicos por putrefacción o corrosión. De modo que subsisten, haciendo que el ambiente del hombre parezca un basurero.
¿Es el problema un problema singular de los Estados Unidos? De ninguna manera. El periódico alemán Schwarzwald Bote dice: “La República Alemana está sofocándose lentamente con chatarra, basura y gases de escape.” El Daily Star de Toronto informa: “Pronto los canadienses estarán revolcándose en su propia basura a menos que sucedan cambios ‘dramáticos y drásticos.’” Esa es la condición en casi todo país sumamente industrializado.
La revista alemana Stern dice que “en los últimos 25 años aproximadamente millón y medio de toneladas de DDT se han rociado en la superficie de la Tierra. Eso es aproximadamente 75.000 vagones de ferrocarril llenos de veneno. . . . El DDT se disuelve muy lentamente. De los 75.000 vagones, 50.000 todavía están sumamente activos. Estos 50.000 vagones han . . . formado un velo venenoso que abarca toda la Tierra.”
Las vacas y los animales cuya carne se utiliza comen vegetación que contiene DDT y otras sustancias químicas. Tanto de estas sustancias químicas ha entrado en el alimento y la bebida que muchas madres que amamantan a sus bebés producen leche que contiene más DDT del que permite la ley en la leche de vaca. Un científico británico informa que los bebés británicos amamantados consumen por lo menos diez veces el máximo que se recomienda tan solo del insecticida “dieldrin,” y los bebés de Australia Occidental aun más.
Hoy, en vez de usar estiércol y la rotación de cosechas para mantener fértil el suelo, los agricultores usan abonos químicos. Pero, como hace notar la revista Time: “Tal como la gente queda ‘enganchada’ o ‘pescada’ por las drogas, así la tierra parece hacerse adicta a aditivos químicos y pierde su capacidad de fijar su propio nitrógeno. Como resultado, es necesario utilizar cada vez más abono.” Las cosechas son grandes, pero a la tierra se le está robando constantemente su fertilidad natural.
Los efectos perjudiciales de algunos aerosoles químicos no se descubren fácilmente. En Alemania, se llevaron a cabo estudios de los efectos que tiene en las plantas de papa (o patata) y tomate el exterminador químico de malas hierbas que más extensamente se usa. Parecía que las plantas crecían sin ser afectadas, su fruto parecía normal. Los animales que se alimentaban de sus productos crecían normalmente. Pero la prole que éstos producían no. Como dice el escritor en Bildder Wissenschafts: “Deseo repetir. En las plantas tratadas no había daños visibles. No se hallaron daños visibles en los animales usados en los experimentos, pero en su prole sí.” Las plantas habían sufrido invisiblemente cambios moleculares y habían producido cambios en los animales que se las comieron.
Ahora surge la pregunta: ¿Cómo afectan estas sustancias químicas al hombre?
Además de todo lo anterior, el hombre ha devastado la tierra por el desmonte o tala, la minería a cielo abierto y el sobrecultivo. Los científicos calculan que se necesitan unos quinientos años de putrefacción animal y vegetal para producir solo dos centímetros y medio de capa superior del suelo fértil. Sin embargo el descuido del hombre ha hecho que millones de toneladas de la capa superior del suelo hayan sido quitados y llevados por el viento o por el agua a los ríos y los mares. En vez de eso, ¿no deberíamos mostrar aprecio por esta herencia inapreciable... y respeto.
UNA cosa es saber cuál es el problema y qué lo causó. El resolverlo es otro asunto.
¿Se puede resolver? Bueno, un cuerpo humano saludable puede sanar una herida si recibe buena atención. Así también la Tierra puede sanar sus heridas si recibe atención de la clase correcta.
Pero el hombre tiene que trabajar en armonía con las leyes naturales ya instituidas para esta Tierra. Esas leyes no cambian. El hombre tiene que cambiar. No hay absolutamente ninguna otra posibilidad.
Entonces, ¿qué se puede esperar en cuanto a que el hombre se ponga de nuevo en armonía con la Tierra?
Una sugerencia sensata para disminuir la contaminación del terreno es tratar los desechos para volver a usar el material.
En la actualidad en los Estados Unidos menos del 10 por ciento de las telas, el caucho y el vidrio se vuelve a usar. Solo el 20 por ciento del papel y el cinc, el 30 por ciento del aluminio y aproximadamente la mitad del cobre, del plomo y el hierro se vuelve a usar. Por eso, la producción creciente de todas esas cosas proviene principalmente de nuevas fuentes, como nuevo algodón, nueva madera y nuevo mineral.
¿Por qué no se trata para volver a usar más material? Una compañía que separa la basura y vende los materiales ilustra una razón. The Wall Street Journal comenta de este modo acerca del dueño: “Está perdiendo 2 dólares por tonelada en cada tonelada de basura que maneja porque no puede vender la mayor parte de los materiales que obtiene.” Un ejemplo: de 1.200 toneladas de papel que elaboró de nuevo, solo pudo vender 200 toneladas. Nadie quería el resto.
En realidad, para que el hombre resolviera el problema se necesitaría desmantelar a gran grado el modo de vivir industrial moderno. Significaría acción para ir permanentemente en dirección contraria a la tendencia hacia más industrialización.
¿Es probable que suceda eso? ¿Cooperará toda la gente para renunciar a una considerable porción de las comodidades, productos, dinero y placeres de los que ahora se disfruta en una ciudad industrial, cambiando éstos por aire, agua y tierra limpios? Bueno, ¿han cooperado alguna vez para librar a la Tierra de guerra, prejuicio, crimen, pobreza, hambre? ¿Han dejado todos de fumar cigarrillos, venderlos o producir tabaco para ellos porque se ha probado que matan?
Por eso, ¿realmente cree usted que el gobierno, la industria y el hombre común tendrán un súbito cambio de corazón en gran escala e irán en la dirección contraria al modo de vivir industrial?
Los peritos verdaderamente no saben qué hacer ni decir. Entonces, ¿qué se necesita realmente?
Es obvio que se requiere un gran cambio de actitud de parte de la gente. Sin embargo, en The Unheavenly City, el autor Edward Banfield comenta: “¿Cómo habrá de efectuarse ese cambio? Hasta que se especifiquen los medios, esta ‘solución’ tiene que despedirse como utópica. . . . Sin embargo, subsiste el hecho de que nadie sabe cómo cambiar la cultura de ninguna parte de la población.” En todo el mundo.
Fernando Malchán Rosas.
ã Copyrigth México., D.F. 25/03/2011.
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